Ventura corta un rabo y hace historia en el rejoneo
El rejoneador cuaja una tarde complet¨ªsima y sale por 16? vez por la puerta grande en uni¨®n de Cartagena
LOS ESPARTALES / CARTAGENA Y VENTURA
LOS ESPARTALES/CARTAGENA Y VENTURA
Toros despuntados para rejoneo de Los Espartales, bien presentados, muy mansos, descastados y manejables.
Andy Cartagena: pinchazo y rej¨®n en lo alto (oreja); rej¨®n bajo (ovaci¨®n); rejonazo (oreja).
Diego Ventura: rej¨®n muy trasero (dos orejas); rej¨®n trasero (dos orejas y rabo); pinchazo, rej¨®n en dos tiempos y un descabello (oreja).
Plaza de Las Ventas. Trig¨¦simo tercero festejo de la Feria de San Isidro. 9 de junio. Lleno (22.089 espectadores, seg¨²n la empresa).
Tarde trascendental en la feria de San Isidro. Diego Ventura es el primer rejoneador que corta un rabo en la plaza de Las Ventas. El caballero nacido en Lisboa entra en la historia con todos los honores y se consagra como el n¨²mero uno indiscutible del rejoneo actual.
Ventura cuaj¨® una tarde complet¨ªsima, de principio a fin, cl¨¢sico, espectacular, torer¨ªsimo, entregado, dominador y artista a lomos de una grandiosa cuadra de caballos toreros, integrada por nombres ya m¨ªticos como Nazar¨ª, Fino, D¨®lar, Importante, L¨ªo, Remate¡
Se lo llevaron a hombros por la puerta grande, que ha cruzado por decimosexta vez en su carrera, prueba de la categor¨ªa indiscutible de este torero a caballo.
Cort¨® nada menos que cinco orejas y un rabo -pudo cortar otro rabo en el sexto si no falla con el rej¨®n de muerte-, sus faenas fueron tres lecciones magistrales de toreo a caballo y su gran m¨¦rito fue que emocion¨® y arrebat¨® a la plaza como hac¨ªa much¨ªsimo tiempo que no vibraban los tendidos.
Fue una tarde gloriosa, inolvidable, impresionante y majestuosa de un torero cumbre, en estado de gracia, espl¨¦ndido y extraordinario, que toc¨® la gloria con sus manos y la expandi¨® entre el p¨²blico.
Todo comenz¨® con Nazar¨ª, un torerazo de cuatro patas, que protagoniz¨® un tercio de banderillas en el primer toro sencillamente deslumbrante. Templ¨® de forma excelente, se dej¨® llegar los pitones a la piel y as¨ª recorri¨® hasta vuelta y media el ruedo de la plaza con el p¨²blico enardecido. Ventura pase¨® las dos orejas gracias a la elegancia y el aroma de su caballo.
Recibi¨® al cuarto con la suerte de la garrocha, tan desconocida y tan campera. Sali¨® Fino en banderillas y nunca se sabr¨¢ si el primer quiebro, ajustad¨ªsimo, ce?id¨ªsimo, imposible a primera vista, surgi¨® intencionado o fue, por el contrario, un amasijo de fortuna improvisada. La plaza, puesta en pie, corrobor¨® aquel trance emocionant¨ªsimo. Y, a continuaci¨®n, dos m¨¢s, los dos espectaculares, de riesgo inminente. Y apareci¨® D¨®lar, ese caballo tordo, con el pelo suelto, con el que clav¨® banderillas cortas antes de que, libre de las riendas, Ventura colocara en todo lo alto un par a dos manos que llev¨® el clamor a todos los rincones de la plaza. Cuando muri¨® el toro de manera fulminante tras un rej¨®n trasero, estaba claro que se hab¨ªa producido algo grande, quiz¨¢ irrepetible, y el presidente, en consonancia, concedi¨® las dos orejas y el rabo.
Y pudo haber cortado otro ante el sexto, al que esper¨® en los medios y le coloc¨® de salida un rej¨®n en todo lo alto. Mont¨® despu¨¦s a Nazar¨ª, y el tercio de banderillas fue inenarrable, presidido por la grandeza y el temple en grado sumo.
Y, a continuaci¨®n, L¨ªo, y dos quiebros para el recuerdo imperecedero. Mat¨® mal, pero la plaza estaba enloquecida. Tom¨®, entonces, Ventura la muleta y se adorn¨® con torer¨ªa en un par de molinetes y un airoso recorte antes de acertar con un golpe de descabello.
Hist¨®rica; as¨ª ha sido la actuaci¨®n de Diego Ventura en Las Ventas.
Dicho todo lo cual, es de justicia puntualizar algunos detalles.
El rejoneo actual carece del m¨¢s m¨ªnimo sentido de la exigencia ni en el toro ni en la ejecuci¨®n de las suertes. Los caballeros se aprovechan con descaro de la situaci¨®n y lidian toros adormilados y desmochados como los de Los Espartales de este festejo, que, m¨¢s que oponentes serios, parec¨ªan ositos de peluche. No hay enemigo en el rejoneo actual. El caballo y su doman ha sustituido al toro. Tampoco hay rigor en la hora de clavar rejoncillos, banderillas y rej¨®n de muerte, y lo ¨²nico importante en que queden prendidos en lo negro.
As¨ª las cosas, el llamado arte del rejoneo est¨¢ necesitado de una profunda renovaci¨®n; de lo contrario, los hermosos pollos que le tiraron a Ventura en sus vueltas al ruedo ser¨¢n los toros del ma?ana.
Andy Cartagena tambi¨¦n sali¨® a hombros. Tuvo el gesto de felicitar a su compa?ero por su clamoroso triunfo, y ¨¦l se benefici¨® de la alegr¨ªa reinante.
Cartagena est¨¢ en otro nivel, m¨¢s cercano a los n¨²meros circenses que al rejoneo de cierta calidad. Sus caballos destacan m¨¢s por sus habilidades que por su torer¨ªa. El caballero est¨¢ muy pendiente de los aplausos del p¨²blico, y es m¨¢s espectacular que efectivo. Aun as¨ª templ¨® bien a lomos de Picasso a su primero, pas¨® desapercibido en el tercero y se esmer¨® ante el quinto, m¨¢s sereno y torero que en los dos anteriores.
Diego Ventura lleg¨® a hombros de los partidarios hasta la calle de Alcal¨¢, y la sensaci¨®n reinante en que la plaza acababa de vivir una jornada irrepetible. Sin duda, y a pesar de todo.
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