?Qu¨¦ hacen los cin¨¦filos durante el Mundial?
En las salas solo hay saldos del cine de autor o idioteces con af¨¢n y c¨¢lculo de espect¨¢culo
Un maravilloso y problem¨¢tico amigo, perteneciente a mi alma, uno de los seres m¨¢s inteligentes, legales, sensibles, disparatados, racionales, generosos, c¨¢lidos e insoportables ego¨ªstas que tuve la fortuna de tratar y que decidi¨® acabar con sus demonios lanz¨¢ndose por una ventana, alguien que incluso en algo tan mayoritariamente aburrido como la cr¨ªtica de cine introduc¨ªa poes¨ªa l¨²cida y estremecedora (alguna vez escribi¨®: ¡°Busca tu refugio¡¯ es el mejor consejo que he recibido en mi vida, pero en el curso del tiempo ya he comprendido que para alguien como yo el mejor refugio y la intemperie es la misma cosa¡±), resucitaba milagrosamente cada vez que llegaba el Mundial de f¨²tbol. Y meses antes de que comenzara el gran espect¨¢culo me enviaba cartas (escritas en papel de lujo, en sobres primorosos, como Dios manda, antes del imperio de esa cosa agobiante y afortunadamente ignota para m¨ª llamada emails) en las que me detallaba con mimo la mejor alineaci¨®n para equipos no ya previsiblemente ganadores como Brasil o Alemania, sino algo tan ex¨®tico como las selecciones de Corea o de Nigeria. Y se lo sab¨ªa. Y lo viv¨ªa. No confundirle con ese repelente y resabiado ni?o Vicente apodado Maldini. En mi amigo no supon¨ªa un ostentoso ejercicio de conocimiento exhaustivo y muy bien pagado sobre lo que no sabe nadie. Era pasi¨®n hacia lo desconocido, con la pasi¨®n de un ni?o por sus juguetes. Juguetes de supervivencia mental.
Y llega otro Mundial. Y recuerdo poderosamente mi existencia a trav¨¦s de ellos. Que fr¨ªvolo, ?verdad? Mi memoria asocia el primero con el que se celebr¨® en Inglaterra en 1966. Y jam¨¢s olvidar¨¦ que lesionaron al dios Pel¨¦ en su primer partido, la aparici¨®n de la suprema elegancia en un tipo tan joven como sobrado que se llamaba Beckenbauer, la potencia y el disparo salvaje de Eusebio, el gol esforzado aunque inveros¨ªmil de Sanch¨ªs padre. Y siempre recuerdo a las mujeres que en aquella ¨¦poca estaban conmigo. En algunos solo exist¨ªa mi soledad, torturante o llevadera, mis anhelos de futuro o la odiosa certidumbre de que este no exist¨ªa, que solo podr¨ªa consolarme con los regates, pases, goles de futbolistas admirables aunque su nivel mental o emocional jam¨¢s tocara el cielo.
Y retorna otra cita con el amor ancestral. Y s¨¦ que me esperan m¨²ltiples hora de hast¨ªo, pero me sentir¨¦ acompa?ado por gente que en la concepci¨®n de los arrogantemente ignorantes se limita a darle patadas a un bal¨®n. Y les comprendo, pero que tambi¨¦n me entiendan a m¨ª, mi droga sin resaca, mi refugio provisional ante el desamparo. Y admito el estupor de las personas que detestan leg¨ªtimamente el futbol ante un mes en el que nada existe excepto ¨¦l, incluidos los infinitos descerebrados y ¨¢grafos que practican chillona y pat¨¦ticamente esa religi¨®n. Y me gustar¨ªa que los cin¨¦filos tuvieran algo sabroso que llevarse al paladar durante esta ¨¦poca. Por mi parte es imposible aconsejarles nada. Solo hay saldos del cine de autor o idioteces con af¨¢n y c¨¢lculo de espect¨¢culo.
En esta dispersi¨®n mental intento recordar pel¨ªculas maravillosas sobre el f¨²tbol, el motor vital y l¨²dico de tanta gente en todo el planeta. Y no hay forma de que recuerde alguna con los m¨¦ritos art¨ªsticos que corresponder¨ªan a algo tan popular e idolatrado. Admiro que Carlos Mara?¨®n, excelente periodista y aun mejor persona, escriba libros sobre este tema intentando reivindicar con inteligencia y coraz¨®n lo que casi siempre ha sido un desastre en el cine. Y solo resuena en mi cabeza una canci¨®n inmortal de Van Morrison en la que susurra o a¨²lla: ¡°Nadie robar¨¢ mis sue?os en d¨ªas como este¡±. Ins¨®litamente alguien tan amargado como yo recobro ilusiones. Que duren. Se han cargado a los villanos, intolerablemente mediocres, viles, corruptos.
Babelia
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