Rapero, una profesi¨®n de alto riesgo
No hay nada peor en el ecosistema del 'hip-hop' que ser acusado de 'fake gangsta', de malote de pacotilla
Bienvenidos al mundo del hip-hop. Aqu¨ª no funcionan los pudores de la sociedad convencional: los protagonistas alardean de sus antecedentes policiales y sus procesos judiciales, como garant¨ªa de autenticidad. De hecho, el verdadero peligro consiste en exagerar: nada peor en este ecosistema que ser acusado de fake gangsta, de malote de pacotilla. Solo algunos raperos maduros y al borde de la jubilaci¨®n ¡ªcomo Too Short¡ª se atreven a reconocer lo obvio: que la fantas¨ªa es la norma, tanto en las biograf¨ªas como en las rimas.
El problema reside en la naturaleza vol¨¢til de este arte. Forman parte de su belicosa tradici¨®n tanto los disses (pullas, humillaciones verbales) como los beefs (broncas que pueden evolucionar hacia enfrentamientos). En general, las figuras conocen la naturaleza del juego, pero no se puede afirmar lo mismo de los amigos y acompa?antes, que tal vez intenten ganar m¨¦ritos vengando ofensas triviales.
El contexto no ayuda. Hay mucha leyenda en las historias de narcos implicados en la financiaci¨®n de discogr¨¢ficas o el lanzamiento de artistas: un sue?o h¨²medo de muchos cuerpos de polic¨ªa, que sue?an con recurrir a los recursos federales para aplicar la legislaci¨®n contra las mafias. Pero es cierto que la general disponibilidad de armas puede ser fatal. Todo rapper de ¨¦xito cuenta con su equipo de seguridad, hombres (y no siempre profesionales) con licencia de armas, a veces enfrentados a situaciones peliagudas: en California funcionan bandas que extorsionan a raperos cuando intentan actuar en ¡°su¡± territorio.
Seg¨²n la revista XXL, un total de 63 rimadores fueron asesinados entre 1987 y 2017. La cifra puede asustar, pero no refleja la brutalidad de las guerras del rap: no recoge las muertes violentas de amigos, asociados o desafortunados espectadores atrapados en medio de una balacera. Para m¨¢s inri, la mayor¨ªa de estos asesinatos nunca se resuelven. Y no por falta de inter¨¦s de los investigadores, que se topan con la versi¨®n afroamericana de la omert¨¢: sencillamente, no se habla con la Polic¨ªa, tan siquiera sea por un colega acribillado.
Las detenciones, los juicios son considerados gajes del oficio: como demostr¨® O. J. Simpson, no hay acusaci¨®n que no pueda ser combatida por un equipo de caros abogados. As¨ª que nadie se echa atr¨¢s cuando tiene la oportunidad de apostar a la ruleta del ¨¦xito. Es el nuevo sue?o americano: el antiguo delincuente reciclado en h¨¦roe cultural, cortejado por todo tipo de marcas para que bendiga sus productos. Poder y riqueza¡ si logras sobrevivir.
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