Un gran novelista de la Occitania
Joan Bodon fabric¨® con un idioma de pasado prestigioso y presente casi inexistente 'El libro de los finales', novela para la literatura moderna
Se equivocar¨¢ quien busque en esta novela del escritor occitano Joan Bodon (Crespin, Francia, 1920-Arbatache, Argelia, 1975) el solo lamento previsible por la lenta extinci¨®n de su lengua, en el que ese tema ahogue cualquier otro m¨¦rito.
Es, al contrario, una novela que contiene, junto con los reconocibles ecos de la literatura de la ¨¦poca (la posguerra francesa), hallazgos y disonancias inesperadas. Se trata de un relato brutal y sincopado, que, como muchas otras obras del periodo, utiliza esa frase descarnada y escueta (la ¡°escritura blanca¡±) que un todav¨ªa sartreano Roland Barthes hab¨ªa descrito con precisi¨®n en El grado cero de la escritura (1953). La traducci¨®n de Dobry mantiene este pulso severo.
Aqu¨ª ese estilo es el medio para acompa?ar el soliloquio ansioso y la peripecia maldita ¡ªentre el vino y las prostitutas¡ª de alguien sin nombre a quien le diagnostican un c¨¢ncer terminal y que decide viajar a Par¨ªs, pero se baja en Clermont-Ferrand (¡°Clarmond de Auvernia¡±), que es la frontera misma de la patria occitana. En el vagabundeo cumple con las reglas de la novela del camino, con sus encuentros inesperados y sus conversaciones de abrupta profundidad y banalidad a la vez. Pr¨®xima quiz¨¢ a La ca¨ªda (1956), de Albert Camus, en el tono y tambi¨¦n en la elecci¨®n de la trama, fue escrita a partir de 1954 y se public¨® en 1964. Pero la tentaci¨®n de convertir a Camus en la ¨²nica referencia oscurecer¨ªa el recuerdo de autores que, como Georges Bernanos, eran en aquella ¨¦poca el registro dominante de una literatura donde el absurdo del existencialismo popular conviv¨ªa con un ansia sarc¨¢stica de Dios, un Dios invocado, hostil, cat¨®lico (aunque los franceses mantienen siempre un lado hugonote o jansenista).
La lengua de oc
La lengua de oc, la propia de Aquitania, fue de un alcance hist¨®rico tan relevante como casi evanescente su realidad actual, salvo en el valle de Ar¨¢n. De ese territorio de convulsas fronteras, desde el Macizo Central de Francia hasta Catalu?a, desde el Atl¨¢ntico hasta el Mediterr¨¢neo, sali¨® su expresi¨®n formal, la lengua de los trovadores, entre los siglos XI y XIII, la primera lengua en vulgar culta, la m¨¢s influyente en la tradici¨®n europea.
Actualmente, seg¨²n los especialistas, los lectores de este idioma no exceden el millar, aunque la hablan alrededor de un mill¨®n y medio y la entienden unos cinco millones y medio. Es lengua oficial, junto con el catal¨¢n y el castellano, en Catalu?a.
A pesar de ello, observa el estudioso Jaume Figueras i Trull, desde 2000 se han publicado unos 120 t¨ªtulos por a?o y en B¨¦ziers, donde est¨¢ el Centro Interregional de Documentaci¨®n Occitana, hay unos 60.000 vol¨²menes y documentos (un 70% en occitano): un "iceberg", observa, que no s¨®lo contiene la herencia trovadoresca, sino esplendores barrocos, adem¨¢s del momento estelar de Fr¨¦d¨¦ric Mistral (premio Nobel en 1904) y un renacer del occitano, tras la II Guerra Mundial, marcado por Rob¨¨rt Lafont que sac¨® la lengua de un destino ruralista y folclorizante y la proyect¨®, renovada y tensa (se?ala Artur Quintana, traductor al catal¨¢n de Catoia l'enfarinat, una novela hist¨®rica de Joan Bodon), hacia el campo de la novela moderna., tanto en formas y temas, como, todav¨ªa hoy, en la construcci¨®n de la sensibilidad occidental: salen de all¨ª, hasta cierto punto, nuestra idea del amor, nuestra visi¨®n de la subjetividad individual y nuestras representaciones de la intimidad
Un Dios en suma interiorizado, que camina en El libro de los finales con los pastores, las mujeres perdidas y los miserables. El Dios sin duda de Dostoievski, que alimentaba a un sector de la intelligentsia francesa, que se puede reconocer en Mouchette, Di¨¢logo de carmelitas o Diario de un cura de campo ¡ªtraducido a muchas lenguas; hasta la saciedad¡ª y que creo pr¨®ximo a Bodon. Por supuesto, la desesperaci¨®n de este personaje no es s¨®lo individual o religiosa, sino comunitaria. Junto con ¨¦l viaja el occitano, la lengua excelsa de los trovadores, que, como dice Edgardo Dobry en el ep¨ªlogo, en este narrador no es arqueolog¨ªa, ni filolog¨ªa, ni documento, sino vida. ?l es ¡°el ¨²ltimo que no estudia las canciones provenzales; sencillamente las sabe de memoria, son parte de su carne, y reaparecen en su soliloquio sin esfuerzo, son el estribillo de su pensamiento¡±.
Pero Bodon no es monocorde y en esta novela explora al menos dos l¨ªneas m¨¢s. Una es una serie de contraf¨¢cticas no delirantes, pero s¨ª alucinatorias: ?qu¨¦ hubiera pasado si Vercinget¨®rix hubiese podido arrasar con todo el Imperio Romano?; ?qu¨¦ hubiera pasado si la arrebatada sociedad comunista de Marmilhat, en la llanura por donde vagabundea el personaje, hubiese triunfado? ?O si hubiesen sido los ¨¢rabes los primeros en cruzar el Atl¨¢ntico?
La otra l¨ªnea es terror¨ªfica; pertenece a las aprensiones m¨¢s negras de la ciencia-ficci¨®n cl¨¢sica que plasmaron Frederik Pohl y C. M. Kornbluth en Mercaderes del espacio (1953). Bodon las repite, quiz¨¢s inadvertidamente, en el cap¨ªtulo IX, ¡®La obra de carne¡¯. All¨ª surge, como en un inquietante festival anticipatorio y tot¨¦mico, una tina en la que un pastor y su ayudante, el ¡°negro¡±, mantienen vivo un trozo de carne en un tonel. El trozo late inagotable, preparado para alimentar a todo Clermont-Ferrand. En Mercaderes el espacio se trataba de una gigantesca pechuga de pollo subterr¨¢nea que alimentaba a los trabajadores del sistema solar. Pohl (y probablemente Korn?bluth) fueron comunistas en la Norteam¨¦rica del macartismo; les horrorizaba el capitalismo de la incipiente sociedad de consumo. Bodon era un europeo que viv¨ªa y ense?aba en Argel, en un entorno colonial que estaba a punto de estallar y, a su vez, ya hab¨ªa sido sumergido en el tonel que manten¨ªa palpitante la carne, sin cerebro y sin voz. Su pastor le dice al narrador: ¡°?Nunca o¨ªste hablar de ese coraz¨®n de gallina alimentado artificialmente que viv¨ªa y crec¨ªa?¡±.
No es casual que El libro de los finales contenga furiosas invocaciones a Dios, ir¨®nicas fantas¨ªas contraf¨¢cticas y una negra distop¨ªa. Bodon fabric¨® as¨ª, con un idioma de pasado prestigioso y presente casi inexistente, una novela para la literatura moderna: la que vive, a trav¨¦s de la invenci¨®n, m¨¢s all¨¢ de la propia frontera de su lengua.
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Autor: Joan Bodon.
Editorial: Club Editor (2018).
Formato: tapa blanda (160 p¨¢ginas).
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