Cuba y Estados Unidos: de la Enmienda Platt al cuartel Moncada
El desequilibrio y la dependencia caracterizaron las relaciones entre la isla del Caribe y su vecino del norte durante la primera mitad del siglo XX
?En 1960, el ex embajador norteamericano en Cuba, Earl E. T. Smith, declar¨® ante una subcomisi¨®n del Senado:¡±Hasta el arribo de Castro al poder, los Estados Unidos ten¨ªan en Cuba una influencia de tal manera irresistible que el embajador norteamericano era el segundo personaje del pa¨ªs, a veces a¨²n m¨¢s importante que el presidente cubano¡±. Pocos analistas vieron un alarde de inmodestia en esta declaraci¨®n que recoge Eduardo Galeano?en Las venas abiertas de Am¨¦rica Latina (Siglo XXI). Esa afirmaci¨®n define el desequilibrio y dependencia que caracterizaron la relaci¨®n que mantuvo Cuba con su poderoso vecino del norte en los a?os que van desde la derrota militar de la antigua metr¨®poli espa?ola en 1898 hasta el triunfo de la Revoluci¨®n cubana en 1959.
A la decisi¨®n de romper diplom¨¢ticamente con Cuba en enero de 1961, respondi¨® Fidel Castro con la quiebra del sistema interamericano ¨Cacuerdos y normativas internacionales alcanzados desde 1890 entre Estados Unidos y las rep¨²blicas americanas que daban cauce a la hegemon¨ªa estadounidense en el hemisferio- y la entrada de Cuba en el bloque sovi¨¦tico. El 17 de diciembre del a?o pasado se produjo un sorprendente y audaz movimiento por parte de los presidentes Obama y Ra¨²l Castro cuando anunciaron el inicio de conversaciones que deber¨ªan conducir al restablecimiento de unas relaciones diplom¨¢ticas plenas. Este proceso tiene un cap¨ªtulo importante este mes de abril con la asistencia de Cuba a la Cumbre de las Am¨¦ricas que se celebra en Panam¨¢ y la apertura de ambas embajadas coincidiendo con la celebraci¨®n de la cumbre.
Pocos a?os despu¨¦s de proclamar su independencia en 1776, los dirigentes de Estados Unidos fijaron su inter¨¦s en la isla caribe?a a la que ve¨ªan como un ap¨¦ndice natural de la Florida. John Quincy Adams, sexto presidente de EE UU, afirmaba: ¡°Hay leyes de gravitaci¨®n pol¨ªtica, as¨ª como las hay de gravitaci¨®n f¨ªsica (¡) as¨ª Cuba, separada por la fuerza de su conexi¨®n no natural con Espa?a, tendr¨¢ que caer hacia la Uni¨®n Norteamericana¡¡± y las ofertas de compra de la isla a Espa?a no tardaron en llegar antes de la Guerra de Secesi¨®n americana. El rechazo indignado espa?ol no evit¨® la penetraci¨®n econ¨®mica de la isla y en la segunda mitad del siglo XIX, el comercio de Cuba con Estados Unidos era muy superior al mantenido con Espa?a. Con su expansi¨®n continental terminada, la participaci¨®n norteamericana en el conflicto independentista cubano en 1898 supone el estreno de otra potencia colonial en el tablero internacional.
Actualizaci¨®n de la Doctrina Monroe en el Corolario Roosevelt
Las consecuencias de esta intervenci¨®n son justificadas con el Corolario Roosevelt de 1904, que adapta la Doctrina Monroe a su versi¨®n m¨¢s imperialista y ¡°obliga a los Estados Unidos a ejercer (¡) la facultad de ser una potencia de polic¨ªa internacional¡± en el hemisferio americano. En 1903 finaliza la ocupaci¨®n militar en Cuba a cambio de que sea introducida a perpetuidad en la Constituci¨®n cubana la Enmienda Platt, que autorizaba a EE UU a intervenir en Cuba cuando considerase que sus intereses econ¨®micos en la isla estaban en riesgo. La pol¨ªtica del semiprotectorado cubano, a cargo de Tom¨¢s Estrada, ser¨ªa supervisada por Washington, que obten¨ªa el derecho de establecer bases navales como la de Guant¨¢namo.
Estados Unidos realiz¨® ofertas de compra de la isla a Espa?a antes de que estallase la Guerra de Secesi¨®n americana
?La inestabilidad salpicada de revoluciones, guerras civiles y corrupci¨®n fue el h¨¢bitat en que se desenvolvi¨® la Cuba de esas d¨¦cadas, afectada por la aplicaci¨®n de la enmienda y la pol¨ªtica del Gran Garrote de Theodore Roosevelt. Vali¨¦ndose de ambas se justificaron los desembarcos de marines en la isla en 1906-09 y 1917-22, lo que impidi¨® el libre funcionamiento de las instituciones y alent¨® entre los pol¨ªticos cubanos de todo signo la tendencia a pedir la intervenci¨®n si la realidad pol¨ªtica no respond¨ªa a sus planes. Aunque, como afirm¨® Antonio Elorza en EL PA?S, las taras que arrastraba la nueva rep¨²blica cubana ten¨ªan diferentes causas: ¡°No fue el ejemplo yanqui lo que provoc¨® en la isla una corrupci¨®n rampante en los procesos electorales y en la gesti¨®n administrativa, sino la continuidad con el pasado espa?ol¡±. Esto permiti¨® a EE UU mostrar su faceta imperialista 'benevolente' cuando el general Brooke, durante la primera ocupaci¨®n, puso orden en los ca¨®ticos servicios p¨²blicos heredados de la colonia. Otro ejemplo de ello se dio en 1920 cuando, por fin, se logr¨® la primera sucesi¨®n presidencial pac¨ªfica en la persona de Alfredo Zayas, vigilado muy de cerca por el general Enoch Crowder para cumplir las leyes electorales.
El az¨²car es la base de la inestabilidad
Y luego estaba el az¨²car. Su sistema de explotaci¨®n, favorecido por los capitalistas de EE UU, nuevos due?os de enormes propiedades compradas a precio de saldo en la primera ocupaci¨®n militar, influ¨ªa directamente en la pol¨ªtica quitando y poniendo presidentes o dictadores. Estos usos corruptos generaron fabulosas fortunas y mantuvieron la ya secular desigualdad de la sociedad caribe?a. Al margen del da?o medioambiental del cultivo extensivo de la ca?a, con el alza de precios se viv¨ªan tiempos de bonanza, pero al contar Estados Unidos con el monopolio parcial de la demanda, la econom¨ªa isle?a era reh¨¦n de la actitud de los importadores al norte del Golfo de M¨¦xico y las bajadas de precios provocaban crisis como la de 1921 que llev¨® a Cuba a la quiebra. Si se daba esta situaci¨®n, EE UU ten¨ªa preparada la diplomacia del d¨®lar de William H. Taft, que supon¨ªa una inyecci¨®n de capital, condicionada a la exclusi¨®n de la inversi¨®n europea, con onerosas contrapartidas que hac¨ªan m¨¢s dependientes a¨²n a las econom¨ªas latinoamericanas. Un ejemplo de la fragilidad del sistema de exportaci¨®n del monocultivo lo experiment¨® el dictador Gerardo Machado. Al poco tiempo de poner en marcha su r¨¦gimen autoritario, le llovieron encima las funestas consecuencias de la Gran Depresi¨®n de 1929, que se llev¨® por delante la endeble econom¨ªa cubana y a la misma dictadura, acosada en 1933 desde todos los frentes de la oposici¨®n pol¨ªtica con huelgas y violencia.
En marzo de 1952, Batista, de nuevo candidato a la presidencia, no espera a que se celebren las elecciones y da un golpe de Estado
En marzo de 1933, Franklin D. Roosevelt anunciaba en su discurso de toma de posesi¨®n como presidente lo que se conocer¨ªa como la pol¨ªtica del Buen Vecino. Con ella quer¨ªa poner l¨ªmites al ejercicio del ¡®derecho de intervenci¨®n¡¯ en los asuntos internos de los pa¨ªses latinoamericanos, y ganarse sus voluntades mediante la diplomacia. Cuba tuvo la oportunidad de poner a prueba sus palabras enseguida pues, tras la ca¨ªda de Machado, un mot¨ªn dirigido por el sargento Fulgencio Batista coloca a Ram¨®n Grau San Mart¨ªn como presidente, con la intenci¨®n de poner en marcha una agenda reformista.
Roosevelt, que presid¨ªa un Gobierno con varios ministros con intereses azucareros, se dej¨® convencer para que el proyecto de Grau San Mart¨ªn no saliese adelante y mand¨® 32 nav¨ªos de guerra a rondar las costas de la isla a la vez que no reconoc¨ªa formalmente al Gobierno de Cuba. Batista estaba invitado de nuevo a amotinarse, y acab¨® con el ¡°Gobierno de los 100 D¨ªas¡±. El historiador Gordon Conell-Smith afirma en Los Estados Unidos y la Am¨¦rica Latina (FCE) que ¡°el proceder de EE UU no pudo considerarse propio de un buen vecino¡±, sino de un Gran Garrote versi¨®n soft. Pocos meses despu¨¦s, El Gobierno de Mendieta consigui¨® derogar la Enmienda Platt, aunque la potencia hegem¨®nica se encarg¨® de reasegurar la estructura econ¨®mica y social de la isla frente a posibles cambios revolucionarios nacionalistas con nuevos acuerdos econ¨®micos, y no acept¨® abandonar Guant¨¢namo.
Desde 1940 a 1952, Cuba atraviesa un per¨ªodo de relativa estabilidad y sucesiones pac¨ªficas de gobierno que funcionaron con una nueva Constituci¨®n. Fue lo m¨¢s parecido a una democracia que se haya conocido en la isla, con una separaci¨®n de poderes bastante efectiva y una opini¨®n p¨²blica plural, como muestra la medida que tom¨® Batista, primer presidente del periodo, de legalizar al partido comunista. Pero el caudillismo no hab¨ªa abandonado a Cuba. En marzo de 1952, Batista, de nuevo candidato a la presidencia, no espera a que se celebren las elecciones y da un golpe de Estado que termina con la democracia.
Mafia, violencia pol¨ªtica y mejora econ¨®mica?
La represi¨®n pol¨ªtica y las torturas, as¨ª como la corrupci¨®n organizada desde la c¨²pula del Estado con la colaboraci¨®n de la mafia americana de Meyer Lanski y Lucky Luciano -que control¨® los negocios de los casinos, las apuestas y hoteles de la isla, e intent¨® extender sus tent¨¢culos hasta en el sector farmac¨¦utico- fueron rasgos identitarios del r¨¦gimen batistiano. Aunque no todo era negativo, pues la econom¨ªa de este momento muestra que Cuba ha evolucionado, y ya no es la neocolonia de 1903. En los a?os finales de la dictadura, el pa¨ªs se aleja un poco de la monoproducci¨®n de az¨²car, la inversi¨®n norteamericana se reorienta m¨¢s hacia los servicios p¨²blicos, y el comercio exterior cubano encuentra nuevos mercados, como la URSS. El resultado de todo ello se reflej¨® en los indicadores econ¨®micos de 1958, que colocaban a Cuba en la tercera posici¨®n de Latinoam¨¦rica en crecimiento.
Batista trajo con su dictadura el renacer de la violencia pol¨ªtica y casi desde el principio se preparan movimientos armados que invocan la restauraci¨®n de la democracia y la Constituci¨®n de 1940. El 26 de julio de 1953, 120 j¨®venes uniformados de sargento del Ej¨¦rcito cubano, la mayor¨ªa de ellos cercanos al Partido Ortodoxo de Eduardo Chib¨¢s y dirigidos por un novato abogado llamado Fidel Castro, intentan hacerse con las armas del cuartel Moncada en Santiago con el fin de poner en marcha una insurrecci¨®n general en Cuba. Todo termina en fracaso y Castro es condenado a 15 a?os de prisi¨®n y posteriormente amnistiado, pero esos j¨®venes revolucionarios no saben que han protagonizado uno de los mitos de la revoluci¨®n futura. El dictador se ver¨¢ obligado a poner pies en polvorosa la nochevieja de 1958. Batista se exilia y terminar¨¢ sus d¨ªas en una urbanizaci¨®n de Marbella, acogido hospitalariamente en la madre patria por su colega, el otro dictador Franco.
Si Obama y Ra¨²l Castro logran descongelar el conflicto y recuperar la relaci¨®n entre Cuba y EE UU, el ¨²ltimo vestigio de la Guerra Fr¨ªa en el hemisferio americano habr¨¢ desaparecido. Solo quedar¨¢ el llamado ¡°parque tem¨¢tico del estalinismo¡± de Corea del Norte, aunque algunos analistas ven una amenaza inesperada con ecos del pasado en la pol¨ªtica exterior rusa de Vlad¨ªmir Putin, que nos retrotrae a la tensi¨®n del mundo bipolar de la segunda mitad del siglo XX. Un conflicto puede cerrarse pero otro, de alcance desconocido, desaf¨ªa a la diplomacia occidental.
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