Lucky Luciano en el Malec¨®n
La Habana conserva el recuerdo de los d¨ªas en que la Mafia mandaba en la isla
?Qui¨¦n traicion¨® a Luciano para que lo deportaran de La Habana en 1947?-Fue, sin duda, su lugarteniente, el cejudo Meyer Lansky.
-Pero ¨¦l era su mejor amigo, su brazo derecho.
-Si Lansky era su mejor amigo, entonces Luciano no ten¨ªa amigos. Prefiero hacerme amigo de un escorpi¨®n.
> 14 de marzo de 1937. Como cada viernes a las dos de la tarde, Meyer Lansky, el financero de la Mafia, se dirige en su Chevrolet convertible color crema a una mansi¨®n de techos rojos enclavada cerca del r¨ªo Almendares. En el sal¨®n le esperan los otros tres integrantes del comit¨¦: Amleto Battisti, Amadeo Barletta y Santos Traficante. A todos los llama "hijo m¨ªo".
Lansky viste con discreci¨®n. No usa el sombrero con cinta de tres pulgadas caracter¨ªstico de los g¨¢nsteres, y nada en su aspecto resulta llamativo, ni siquiera su colonia, una lavanda inglesa corriente. Como cada semana, pasan revista al prometedor negocio del juego. El examen de las cuentas del Gran Casino Nacional, "el m¨¢s fastuoso de las Am¨¦ricas", ocupa el ¨²ltimo tramo de la reuni¨®n.
Al acabar, Lansky inicia el recorrido habitual por varias de sus salas de juego. Lanza alguna que otra ficha de 10 d¨®lares sobre el tapete del Sans Souci y despu¨¦s se acerca hasta su lugar preferido en el Malec¨®n. Permanece en silencio, con la mirada fija en el horizonte. Camina hasta su suite en el hotel Nacional y, despu¨¦s de ducharse y entalcarse, se sienta en calzoncillos frente al balc¨®n, con una botella de Pernod a mano.
-Era calculador. Y fr¨ªo como una pensi¨®n barata.
-?No se permit¨ªa ninguna extravagancia?
-S¨®lo un zafiro estrella montado en platino del tama?o de un cenicero en el anular.
-?Por qu¨¦ esa prudencia?
-Siempre repet¨ªa la frase de Luciano: "En esta vida, lo ¨²nico importante es no ser nunca el muerto".
Y Little Meyer nunca destacaba. Hablaba poco en las reuniones, y siempre en voz baja. Jam¨¢s tomaba notas, y hubiera provocado la desesperaci¨®n de un graf¨®logo: en sus 81 a?os de vida nadie consigui¨® ver su letra. Desconfiaba de todos.
Lansky viaj¨® por primera vez a Cuba cuatro a?os antes por encargo de Luciano tras poner orden juntos en la Cosa Nostra. Si en lugar de haber estudiado en las calles Luciano hubiera hecho un master en administraci¨®n de empresas habr¨ªa dicho que la Mafia necesitaba diversificaci¨®n. Quer¨ªa emprender negocios legales, tener las cuentas claras y las declaraciones de impuestos al d¨ªa. Nada mejor que un jud¨ªo polaco para llevar adelante ese prop¨®sito. Y ning¨²n lugar mejor que Cuba para actuar dentro de las leyes. Sobre todo si las leyes se pod¨ªan hacer desde casa. Desde el primer encuentro las cosas fueron f¨¢ciles con Fulgencio Batista. Se entendi¨® bien en ingl¨¦s con. el ex sargento telegrafista.
En 1940, Lansky regres¨® a Estados Unidos para tomar las riendas de la organizaci¨®n hasta que Luciano saliera de Sing Sing. En 1942 Lansky recibi¨® una llamada de agentes de los Servicios de Informaci¨®n de la Armada, embri¨®n de la CIA, que le propusieron un pacto: la Cosa Nostra siciliana facilitar¨ªa el desembarco aliado en la costa sur, y Luciano, trasladado al penal de Albany, coordinar¨ªa primero las operaciones y quedar¨ªa en libertad al concluir la guerra.
> 22 de diciembre de 1946. Los primeros en llegar son los capos de Nueva York: Frank Costello y Umberto Anastasia. Luego, los hermanos Fischetti, de Chicago, primos y herederos de Capone. Por el hotel Nacional desfilan hasta 500 personajes, jefes y lugartenientes, guardaespaldas, asesores y abogados de las cien familias. En el aeropuerto les esperan 50 coches largos y negros como la muerte. Nadie puede cruzar las puertas del Nacional. En los jardines y en la piscina merodean tipos grandotes con un bulto en la pechera izquierda.
-Debieron discutir de sus cosas, del reparto del negocio.
-?Com¨ªan todos juntos?
-Los m¨¢s importantes com¨ªan solos en la suite. Luciano cerraba el comedor para ¨¦l solo.
-?Cu¨¢l era el men¨²?
-Eran caprichosos. Desde pechugas de flamenco al horno hasta manat¨ª flambeado. Al terminar, fumaban un Montecristo.
Si alguien hubiera perforado la barrera de matones y le hubieran dejado acabar la pregunta le hubieran contestado que estaban homenajeando a Frank Sinatra, un chaval de Nueva Jersey, protegido de Luciano que hab¨ªa triunfado en Am¨¦rica.
Luciano hab¨ªa llegado casi tres meses antes de la cumbre de La Habana. Aterriz¨® el 2 de octubre en Camag¨¹ey, en un cl¨ªper que ven¨ªa directo desde R¨ªo de Janeiro. Le recibi¨® Lansky con dos coches y el capit¨¢n de la polic¨ªa local. "Cuando llegu¨¦ al Nacional", relatar¨ªa tiempo despu¨¦s Luciano, "vi que, el agua era tan hermosa como en la bah¨ªa de N¨¢poles, pero estaba s¨®lo a 90 millas de Estados Unidos".
Cuando la cumbre de La Habana termin¨® y los capos abandonaron la isla, Luciano se instal¨® en una mansi¨®n del reparto de Miramar con terrazas sobre el mar, dos entradas (y salidas), y una chimenea falsa. Luciano se levantaba temprano y paseaba hasta la parroquia de Quinta Avenida, donde asist¨ªa a misa. Repart¨ªa sus apuestas nocturnas entre el Jai Alai, el Jockey Club y el Casino del Nacional. Cay¨® en una trampa cuando estrech¨® sus relaciones con Beverly Paterno. Era una rubia platino con pechos como huevos al plato a la que hab¨ªa conocido en febrero. Por varias semanas no se separaron. Luego, Beverly desapareci¨®. Los peri¨®dicos norteamericanos titulaban d¨ªas despu¨¦s: "El zar de la trata de blancas y de la droga se encuentra a 90 millas de nuestras costas". En las fotos, el padrino paseaba acaramelado con la Paterno.
El 23 de febrero fue detenido. En la portada de Tiempo del 2 de marzo aparece un dibujo de Luciano sobre un fondo con calaveras, frascos de narc¨®ticos y polic¨ªas con ojos vendados. El 29 de marzo, Luciano embarc¨® en el Bakir, un carguero turco. Acudieron al puerto muchos amigos, pero nadie le abraz¨® tan fuerte como Meyer. Lansky.
> 25 de octubre de 1957. En la pista del cabar¨¦ Tropicana, la orquesta de Rodrigo Neyra -Rodney- ataca un mambo y desata una tormenta de tambores y trompetas. Las mulatas se deslizan entre estallidos y humo por las pasarelas. Nat King Cole se prepara para actuar. El Shanghai promete en su cartelera "los desnudos m¨¢s obscenos del continente" y en el Deauville se ruedan sin parar pel¨ªculas porno. En el hotel Capri, Georges Raft traslada a la vida sus papeles de g¨¢nster del cine negro. Las fichas del Sal¨®n Rojo llevan su silueta y hasta su cama vibradora de forma circular y del tama?o de un circo llegan los reflejos de la piscina de su suite.
Batista lleva cinco a?os gobernando y Lansky ha ampliado sus negocios tradicionales para adue?arse hasta de la industria farmac¨¦utica. Tanta prosperidad no pod¨ªa pasar inadvertida para las otras familias. Lansky sabe desde hace tiempo que la guerra estallar¨¢ en cualquier momento.
Ese mismo d¨ªa, a las diez de la ma?ana, Anastasia cae acribillado del sill¨®n n¨²mero cuatro en la barber¨ªa del Sheraton Park de Nueva York. Y a Frank Costello, que salva el pellejo de milagro, se le quitar¨¢n las ganas de seguir husmeando en Cuba.
Lansky ya pod¨ªa respirar y reanudar su proyecto:
-Hasta el ¨²ltimo centavo de los turistas ten¨ªa que ir a parar a sus bolsillos.
-?C¨®mo se llamaba el proyecto?
-D¨®lar Redondo. Consist¨ªa en controlar desde el billete de avi¨®n, los taxis, los coches de alquiler, los hoteles, los casinos, los espect¨¢culos, las drogas, la prostituci¨®n. Luego se lo repartir¨ªa con Batista. Pero la revoluci¨®n se les vino encima.
> 31 de diciembre de 1958. En el sal¨®n rojo del Capri act¨²an Los Chavales de Espa?a. Coco es crupier y viste uniforme con lazo tipo mariposa. Es ligero con las manos; un hombre de personalidad. Esa noche, el comisario ?scar Carratal¨¢ s¨®lo ha aparecido un momento. No es como cuando est¨¢ relajado y se lleva a las putas en el coche patrulla.
-Alguien lleg¨® al casino y grit¨®. "Se fue el general". Al salir, la gente destrozaba los parqu¨ªmetros. En el Sevilla Biltmore entraron y acabaron con los tragan¨ªquel.
-?Y al d¨ªa siguiente?
-Ya no hubo m¨¢s d¨ªas. Me mandaron a la agricultura.
> 5 de agosto de 1994. Hace tres a?os que la direcci¨®n del hotel Capri desguaz¨® la cama circular de Georges Raft. En el piso 19 hay un restaurante donde se puede so?ar con escenas de cine en blanco y negro o comer unos spaguetti pasados de punto.
Los almacenes de La Coronela, a pocos metros de lo que fue el Sans Souci, tienen el aspecto de una ciudad bombardeada. La selva trata de colarse por las puertas. Junto a una m¨¢quina que despacha coca-colas est¨¢n api?adas las raquetas de cesta punta del Jai Alai y varias tragaperras. Al lado de una urna llena de caracolas yacen una ruleta y una mesa de bacarr¨¢. Todo lo envuelve un olor a polvo y madera podrida; a fracaso y a libros viejos.
El n¨²mero 29 de la calle 30, la antigua residencia de Luciano, sigue en pie y es la sede de una empresa mixta: Cubamex. Alguien ha restaurado el escudo que desde hace 40 a?os decora la fachada: "Fierro al fierro". La Quinta Avenida queda a dos minutos. Unas adolescentes suplican a cualquier turista que las lleve al fin del mundo. Dos helic¨®pteros rasgan el silencio camino del Malec¨®n, donde una muchedumbre espera la oportunidad de subirse al transbordador de Regla por si se extrav¨ªa y acaba en Miami. Esa noche nos encontramos en La Bodeguita del Medio a Mat Dillon bebiendo un mojito:
-Esto me recuerda a Camboya. Palmeras y desastre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.