En la monta?a rusa
'Falsestuff o la muerte de las musas', lo nuevo de Albet y Borr¨¤s, tiene gracia, pero necesita ajustes
Nao Albet y Marcel Borr¨¤s son actores, m¨²sicos, bailarines, core¨®grafos, directores, dramaturgos y, esencialmente, jugadores, trileros de lujo. Les encanta mover los cubiletes a toda velocidad y vacilar al p¨²blico (?d¨®nde est¨¢ la bola?) mientras arman relatos arborescentes, a la manera de Lepage o de los grandes prestidigitadores argentinos: Spregelburd, Llin¨¢s, Pensotti, Jakob y Mendilaharzu, etc¨¦tera. El mayor enemigo de Albet y Borr¨¤s es el exceso. Y el gran problema de los relatos arborescentes es que a la que te descuidas se te van de las manos. ?No han tenido tiempo suficiente para armar su nuevo espect¨¢culo, Falsestuff o la muerte de las musas, que acaba de presentarse en el TNC barcelon¨¦s? Podr¨ªa ser. La funci¨®n se pone en m¨¢s de tres horas, entreacto incluido. No cuesta pensar en aquella carta que se le alarg¨® tanto a Pascal porque no tuvo tiempo de hacerla m¨¢s corta. A Falsestuff no le falta ambici¨®n, imaginaci¨®n ni empe?o, como a todos los montajes de la pareja. Es, de entrada, lo que se llama una ¡°propuesta internacional¡±. Internacional¨ªsima: sus actores hablan en ingl¨¦s, franc¨¦s, lituano, indio, japon¨¦s, alem¨¢n, italiano, y es posible que me deje alg¨²n otro idioma.
La historia gira en torno a un personaje wellesiano, un falsificador llamado Andr¨¦ F¨¦iki¨¦vich, tan esquivo como un cruce entre Elmyr de Hory y Mister Arkadin. No les dir¨¦ lo que falsifica F¨¦iki¨¦vich, pero s¨ª que su archienemigo, su n¨¦mesis, es el violento promotor Boris Kaczynski. Puedo decirles que la relaci¨®n entre ambos es un poco chestertoniana. Tambi¨¦n puedo contarles que cada nueva entrega del relato adopta una forma inesperada. A veces les sale de perlas y a veces se cae a cachos.
A esta obra no le falta ambici¨®n, imaginaci¨®n ni empe?o, pero a ratos les sale de perlas y a ratos se cae a cachos
?Seguimos jugando a las influencias definitorias? El primer episodio, en el que Sau-Ching Wong interpreta (hablando y bailando) a F¨¦iki¨¦vich ni?o y conocemos a su mentora, madame Polin (Diane Sakalauskait¨¦), me hizo pensar, por tono y por ritmo, en El jilguero, el novelazo de Donna Tartt. Acabado el flashback, volvemos (segundo episodio) al presente: un grupo de personajes sigue cont¨¢ndonos la historia, pero esta vez a trav¨¦s de una partida de rol. Idea brillante, pero confieso que me arm¨¦ un taco de consideraci¨®n. Pregunta: ?pasar¨ªa algo si se suprimiera? Solo pregunto.
Me vuelve una y otra vez el temible Boris Kaczynski, porque es un hallazgo tarantiniano hab¨¦rselo encomendado a Jango Edwards. Perdonen la nostalgia: ?M¨¢s de 40 a?os hace que le vi por primera vez en Friends Roadshow! ?Y qu¨¦ bien ha envejecido! Kaczynski es el mejor personaje porque Edwards exhala ira, furia y edad: un c¨®ctel de Krusty el Payaso, Lionel Stander y Bob el Malo (Stacy Keach en El juez de la horca). Y ahora que me viene un w¨¦stern a la cabeza es la hora de hablar del tercer episodio (y cumbre de la noche): de hablar sin hablar, ya me entienden, porque no quiero chafar la sorpresa. Imag¨ªnense el encuentro de dos esp¨ªritus: el Dylan de John Wesley Harding y los Talking Heads de Burning Down the House. ?Tiene que ver con la historia central? Pues no locamente, pero la cosa es tan graciosa, tan bien hecha y le echan tanto morro que me quito el sombrero.
Acaba la primera parte y me parte el coraz¨®n decir que a partir de ah¨ª Falsestuff tiene m¨¢s altibajos que una monta?a rusa. Episodio cuarto: un coloquio. Una broma sobre la pedanter¨ªa hermen¨¦utica (con Pedro Azara como moderador invitado) y sobre los autores que necesitan explicarse. Tiene su gracia, su sorpresita incorporada, y sirve para contar por la jeta (y para jugar a dar veracidad al relato) parte de lo que todav¨ªa no sabemos: la misteriosa carta del 24 de febrero. Problema: la forma del coloquio se alarga. Y se alarga todav¨ªa m¨¢s el episodio quinto (la fiesta italiana: quieren hacer alta comedia, y adem¨¢s en verso, pero falta ritmo y la historia ya es puro barullo). Episodio sexto: mon¨®logo franc¨¦s, muy a la manera de Bola?o, que busca vincular pol¨ªtica cultural y la perdiz que llevan mareando durante dos horas. Episodio s¨¦ptimo, n¨²mero m¨¢gico: ep¨ªlogo, intento de atar todos los cabos (que son muchos), kiss kiss bang bang, grandes aplausos, algunos desperezos y a casa.
?A Albet y Borr¨¤s les sienta mal el TNC? Es una hip¨®tesis un poco marciana pero posible, porque en Atraco, paliza y muerte en Agban?spach (2013) tambi¨¦n hubo una cierta tendencia al jaleo disperso. Se comprende que no salga una joya como Mamm¨®n cada temporada. Ni se encuentra un personaje con tanto coraz¨®n como Dylan Bravo. Aqu¨ª, en mi opini¨®n, hace falta ajustar y podar, o todo lo contrario: Falsestuff ganar¨ªa con una hora menos (menos personajes, menos lateralidad y m¨¢s ir al trapo) o subiendo la apuesta a seis horas, en formato serie televisiva o en dos funciones, y, l¨®gicamente, con tiempo para reescribir y desarrollar, porque est¨¢ claro que talento no falta.
¡®Falsestuff o la muerte de las musas¡¯. Escrita y dirigida por Nao Albet y Marcel Borr¨¤s. Int¨¦rpretes: Nao Albet, Marcel Borr¨¤s, Jango Edwards y otros. Teatre Nacional de Catalunya (Barcelona). Hasta el 15 de julio.
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