Variopinta vecindad
Penelope Fitzgerald hace un excelente ejercicio de virtuosismo literario dedicado a contar las vidas de gente una tanto exc¨¦ntrica con problemas comunes al resto de los humanos
Al comienzo del decenio de los a?os sesenta, Londres se convirti¨® en el epicentro de la modernidad: Mary Quant impuso la minifalda; Vivienne Westwood era la reina de la moda m¨¢s atrevida; Cliff Richard y los Beatles, cada uno en su estilo, convirtieron a Londres en la ciudad de moda, una ciudad que el joven conde austriaco que las ni?as Martha y Tilda recogen califica de ¡°vibrante¡±. Las ni?as son hijas de una joven canadiense, Nenna James, casada con un ingl¨¦s convencional, Edward, del que est¨¢ separada y a¨²n enamorada, o eso cree ella. Vive con las ni?as en una gabarra (Grace) anclada en el muelle junto a Battersea Reach, con una vecindad formada por gabarras de distintos tama?os y grados de conservaci¨®n. La vecindad es variopinta: un viejo marino que vive en El Acorazado y se dedica a pintar y vender marinas; un homosexual que consiente a un joven que almacene en su barcaza el producto de sus robos; un reservista voluntario de la Marina Real que vive en la embarcaci¨®n m¨¢s limpia y ordenada y que cada d¨ªa va a trabajar en la City, pero su mujer vive en tierra; Woodie y su esposa, ¨¦l en su barcaza Rochester y ella en una caravana, aunque planean vender la gabarra y mudarse a una casa que tienen en Purley. Vidas a la deriva entre mar y tierra, entre la indecisi¨®n y la espera.
El relato ni empieza ni termina; es una parte de una historia que pertenece a una historia m¨¢s compleja que se deja desear
El relato procede, como casi todo en su literatura, de la propia experiencia de la autora. En realidad, m¨¢s que una novela, es un conjunto de escenas en las barcas con alguna que otra salida al exterior, tomadas como un trozo de vida o sucesi¨®n de an¨¦cdotas pertenecientes a una hipot¨¦tica obra m¨¢s amplia. Est¨¢n contadas con eficiencia, pero tambi¨¦n con una cierta frialdad, con problemas enunciados e incardinados en los personajes, pero problemas vistos desde un lado convencionalmente superficial debido a que presta m¨¢s atenci¨®n a los detalles (la descripci¨®n ambiental es magn¨ªfica) y diluye en ellos la posible importancia de unos personajes que se quedan en estereotipos, cargados de sentimientos obvios, m¨¢s tendentes a ilustrar una visi¨®n del mundo en p¨¦rdida, ¡°a la deriva¡±, que a construirse por s¨ª mismos y por su propia potencia para dar personalidad, convicci¨®n y consistencia a esa ¡°deriva¡±. Apenas hay escenas de intensidad, pero tampoco las hay de esa sutileza inglesa que muestra vidas de verdadero fuste en lugar de escenas m¨¢s o menos previsibles. En realidad, nos limitamos a asistir a peque?os dramas hogare?os en barcazas. A estas vidas apaciblemente s¨®rdidas les falta el mordiente, la sordidez, la mala uva y el humor de una Barbara Pym.
El de Fitzgerald es, en cambio, un excelente ejercicio de virtuosismo literario dedicado a contar unas vidas de gente una tanto exc¨¦ntrica con problemas comunes al resto de los humanos y que anda detr¨¢s de una so?ada vida de libertad que la realidad de sus vidas se va ocupando de demoler cuidadosamente. El relato ni empieza ni termina; es, como dec¨ªa al principio, una parte de una historia que pertenece a una historia m¨¢s compleja que se deja desear y que se escurre entre sentimientos bien contados y algo menos sentidos, m¨¢s bien observados, servido todo ello con la tradicional eficacia y atenci¨®n a la vida cotidiana de la novela inglesa.
A la deriva. Penelope Fitzgerald. Traducci¨®n de Mariano Peyrou. Impedimenta, 2018 224 p¨¢ginas. 20,50 euros
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