Pearl Jam desata una apoteosis legendaria
El grupo liderado por Eddie Vedder ofrece una actuaci¨®n ¨¦pica en la primera jornada del Mad Cool
Habr¨ªa que eliminar todos los adjetivos posibles, hacer desaparecer las may¨²sculas y las esdr¨²julas, tragarse un bote de tranquilizantes y respirar profundo, como si contemplase una aparici¨®n marciana, antes de poder escribir sobre el concierto ofrecido anoche por Pearl Jam en el festival Mad Cool. Hecho todo eso, tampoco habr¨ªa m¨¢s opci¨®n: seguir¨ªa siendo apote¨®sico, legendario. Como un meteorito impactando contra la Tierra.
Ante decenas de miles de personas, y tras arrasar en Barcelona, Pearl Jam demostraron ayer que son de la estirpe inmortal del rock, aquella formada por Neil Young o los Rolling Stones.
No fue un simple concierto, como se intu¨ªa con ese arranque en la oscuridad con Release. O lo fue en el sentido m¨¢s estricto de la magia de la m¨²sica en directo. Fue una comuni¨®n con miles de personas, una impresionante oraci¨®n colectiva liderada por un grupo que naci¨® durante el terremoto del grunge. Poseen el mismo efecto mitol¨®gico que Nirvana, pero su supervivencia les hace leyendas en vida. Tambi¨¦n les ha llevado a ser desde hace ya mucho tiempo algo m¨¢s que el propio grunge, ese g¨¦nero ahora en desuso pero que impuso una filosof¨ªa y una est¨¦tica a principios de los a?os noventa.
Pearl Jam son portadores de la fe en el concepto de banda. En esta ¨¦poca de auto-tunes y m¨¢quinas de todo tipo, ellos reivindican a la banda porque son la banda. La m¨¢s real y aplastante, como salida a¨²n de un garaje de instituto pero brillando como grandes estrellas en el firmamento. La banda es la familia sagrada del rock and roll y est¨¢ vertebrada en las guitarras, impulsadas en el caso de Pearl Jam por el sobresaliente trabajo de Stone Gossard y Mike McCready. Como se comprob¨® en espectaculares recreos guitarreros de Even Flow o Alive.
Contra el acoso sexual
En mitad de la actuaci¨®n, tras tocar 'Jeremy', Eddie Vedder se ha dirigido al p¨²blico en espa?ol y ha pedido que, por favor, se viese un v¨ªdeo por las enormes pantallas de sus "amigos Javier y Luis". En ese momento, ha salido un v¨ªdeo con los actores Javier Bardem y Luis Tosar pidiendo respeto a las mujeres.? "Aunque hayas estado toda la noche bailando juntos, aunque os hay¨¢is ido juntos a casa, si te dice que no, es no. Si no te dice que s¨ª, es que no", dec¨ªan los actores. El p¨²blico ha roto a aplaudir mientras Vedder ha mandado un mensaje a las "fuertes mujeres en el p¨²blico, las que cambian el mundo".
Cuando tocaron Corduroy o Jeremy lo hicieron acerc¨¢ndose unos a otros, inquietos sobre el escenario, creando c¨ªrculos, como si de un rito se tratase rodeando un fuego en lo alto de una monta?a y conectando su fuerza vital con alg¨²n elemento extra?o de la naturaleza. Era como ver a Neil Young con su banda cl¨¢sica de acompamiento, Crazy Horse.
Con Young grabaron Mirror Ball en plena eclosi¨®n grunge; le deben tanto que comparten su misma sangre de caballos locos. Eddie Vedder lo dijo anoche en espa?ol antes de darle un trago a una botella de vino: ¡°Adoramos la locura¡±.
La locura del rock. Bendita quimera si sucede como sucedi¨® bajo el prisma vital y ¨¦tico de Pearl Jam, al que ning¨²n grupo de los ¨²ltimos 25 a?os se le puede acercar por impacto y aura de cl¨¢sico imperecedero. Ni Arctic Monkeys, ni Arcade Fire, ni siquiera Foo Fighters. Y bendita locura si lo cantaba Eddie Vedder, la ilustraci¨®n perfecta del carisma, al nivel de Bruce Springsteen, en esta chifladura de acordes y palabras. Con su voz nasal y suplicante, Vedder cantaba dando a la canci¨®n un profundo esp¨ªritu de plegaria. Moviendo brazos y fijando la mirada, agarrando el micro con las dos manos, parti¨¦ndose en dos si hac¨ªa falta. Como si fuera su primer concierto, o el ¨²ltimo, ¨¦l y el resto del grupo levantaban los brazos y cerraban los pu?os cuando alcanzaban el ¨¦xtasis en himnos como Given to Fly, Better Man, Porch o Rearviewmirror. Era la urgencia de su rock una especie de grito de guerra, todo un ataque a las tripas y el coraz¨®n, zarande¨¢ndote hasta recordar que sentirse vivo pasa por tener algo en lo que creer.
Creer en Pearl Jam es mucho mejor que hacerlo en la l¨®gica. Subidos sobre el escenario con sus instrumentos, arrasaban con su onda de romanticismo y redenci¨®n. Eran como los viejos vaqueros canallas de la pel¨ªcula de Grupo salvaje cuando se lanzan al tiroteo final sabiendo lo que les espera, pero vaciando por una causa justa sus cargadores como si no hubiese un ma?ana.
A veces, no hay ma?ana. Como, a veces, hay causas justas. Con su desgarrador rock, Pearl Jam empujaron con fuerza por hacer entender que la m¨²sica, hecha con corazones desbocados, limpia de contaminaciones mercantiles, es una causa justa por un mundo m¨¢s humano. Es una causa justa por apoyar la comunicaci¨®n entre extra?os, por explicarnos lo que a¨²n no tiene nombre en nuestras existencias, por romper todas nuestras cadenas. Cerrando con la trepidante Rockin¡¯ in the Free World de Neil Young, a la causa hac¨ªa largo rato en el concierto que le faltaban m¨¢s adjetivos, m¨¢s may¨²sculas, m¨¢s esdr¨²julas y superlativos. Pearl Jam los hab¨ªa agotado todos. Fue una apoteosis de vida.
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