¡°Padilla, qu¨¦date¡±

La despedida de Juan Jos¨¦ Padilla de la feria de San Ferm¨ªn fue una aut¨¦ntica fiesta en una plaza llena hasta la bandera, hecho que sucede por vez primera en esta feria. Fue recibido con todos los honores, como solo se recibe a alguien de la familia, y despedido a hombros, entre la algarab¨ªa popular, y la plaza toda puesta en pie al grito de ¡°Padilla, qu¨¦date¡±.

Padilla se present¨® como un aut¨¦ntico pirata -pa?uelo negro cubri¨¦ndole su reciente herida en la cabeza y parche del mismo color en el ojo izquierdo-, y lo dio todo de principio a fin; primero, en medio de una inmensa polvareda, m¨¢s propia de una tormenta des¨¦rtica que de una plaza, y, despu¨¦s, empapado por un intenso aguacero que se hizo presente a partir del cuarto toro.

Se hinc¨® de rodillas Padilla para recibir a su primero con cuatro largas cambiadas en el tercio, y ese inicio no fue m¨¢s que la tarjeta de presentaci¨®n de una completa actuaci¨®n presidida por la entrega, el compromiso, la gallard¨ªa, el pundonor y el agradecimiento. Tuvo en sus manos un lote de toros extraordinarios -de alto nivel fue toda la corrida-, bravos y encastados los dos, y de mayor calidad, si cabe, el segundo, con los que protagoniz¨® momentos brillantes sin redondear una faena de clamor, pero expres¨® abiertamente su personal¨ªsima tauromaquia, basada en una t¨¦cnica efectista y dominadora y un estilo emocionado y c¨¢lido. No es Padilla un artista, pero s¨ª una figura que se da sin l¨ªmites. Brind¨® su primero al p¨²blico, enloquecidos el sol y la sombra con su hijo adoptivo, y el segundo, a la Casa de Misericordia, que le ofreci¨® la primera oportunidad de triunfo en el a?o 1999. Especialmente emotiva fue su vuelta al ruedo tras la muerte del cuarto; al final de la misma bes¨® el ruedo y se guard¨® un pu?ado de arena en el pecho mientras las pe?as coreaban una y otra vez su nombre, el torero se llevaba la mano al coraz¨®n y mostraba emocionado el pa?uelo rojo a toda la plaza en se?al de afecto.

Tambi¨¦n triunfaron Cayetano y Roca, que brindaron uno de sus toros a Padilla. Inconmensurable el joven peruano por su valor, aplomo y firmeza; sobre todo, en la faena de muleta al tercero despu¨¦s de una tremenda voltereta que sufri¨® cuando Roca cit¨® por estatuarios al inicio del ¨²ltimo tercio. Con el gesto dolorido, el torero atornill¨® las zapatillas en la arena y ofreci¨® toda una lecci¨®n de buen toreo cimentado en el arrojo, la disposici¨®n y un conocimiento exacto de los terrenos; otra lecci¨®n de poder¨ªo ofreci¨® ante el sexto, al que mat¨® de un muy efectivo espadazo.

Tampoco se fue de vac¨ªo Cayetano, irregular e intermitente, y autor de una gran estocada al quinto de la tarde.