Otra vez Bambi
De momento, en Espa?a, ganan sin esfuerzo aquellos que aplauden los festejos populares en los que se maltrata o mata a un animal
Llega julio y es matem¨¢tico: salen los mozos a defender la Fiesta con la misma bravura con la que salen los toros del toril. Defienden las corridas, los encierros, la liturgia de la sangre y la nobleza que, al parecer, dicha tradici¨®n conlleva. Salen los mozos precipitados, tempraneros, se manifiestan en la defensa de las fiestas taurinas mucho antes de que alguien escriba una opini¨®n en contra, valientes sin necesidad o, como ahora se dice, pol¨ªticamente incorrectos, hacen correr r¨ªos de tinta acusando a los amantes de Bambi de querer amargarles una diversi¨®n tan genuina. M¨¢s que pasi¨®n es furia la que muestran los mozos en sus palabras, tanta que el ministro de Cultura, reci¨¦n estrenada su cartera, tuvo que amagar y suavizar su pasado de ponente animalista. Que nadie se extra?e. Si el ministro se hubiera metido en ese jard¨ªn no hubiera durado dos d¨ªas. Y ya fue suficiente con el anterior que tuvo que pedir perd¨®n por no ser futbolero (aunque al final su salida fuera por cuestiones fiscales). Honestamente, creo que a un ministro de Cultura se le perdona m¨¢s en nuestro pa¨ªs que no lea un libro a que se atreva a disentir de los espect¨¢culos nacionales. En cuanto al cine, se solventa con ver Cine de Barrio.
Llegan estas fechas y es que da como susto escribir sobre la crueldad de algunas im¨¢genes brutales que te llegan de los encierros espa?oles (incluyo a Catalu?a). Son escenas que tiene una en la memoria de cuando era ni?a y ve¨ªa pasar desde el balc¨®n a los toros huyendo de los mozos que disfrutaban haci¨¦ndoles perrer¨ªas en un tiempo en el que nadie en mi entorno hab¨ªa pronunciado la expresi¨®n ¡°maltrato animal¡±. Daba miedo el sonido que hac¨ªan las patas del animal contra el suelo, la sangre brotando del lomo y la saliva gruesa desliz¨¢ndose por la lengua, daban miedo tambi¨¦n el sudor de los mozos que a¨²n exhalaban el alcohol de la noche anterior, los gritos de las mujeres, las onomatopeyas con que los muchachos provocaban a los animales y los palos golpeando los cuernos. Era un espect¨¢culo que me provocaba estupor, porque intu¨ªa en aquello una especie de bautismo de brutalidad. Yo crec¨ª, desarroll¨¦ una personal sensibilidad hacia los animales, al margen de cualquier grupo organizado, pero algunas de las personas que quer¨ªa entonces y luego, ni peores ni mejores que yo, siguieron disfrutando de su tradici¨®n sin que les quepa la menor sombra de duda. Est¨¢n tan seguros de que esa es una manera indiscutible de divertirse y de defender la identidad de su peque?a patria que entender¨ªan como una intromisi¨®n inaceptable que por decreto se les prohibiera lo que algunos aseguran estar esperando todo el a?o. Ser¨¢ el tiempo o la educaci¨®n en la empat¨ªa con el sufrimiento animal quien ponga fin a esto, en ning¨²n caso una columna como la que ahora escribo.
Por eso, por lo poco optimista que soy con respecto a ver alg¨²n d¨ªa el fin de los encierros, me sorprende el desgaste de energ¨ªa de los que salen a las columnas de opini¨®n a defenderlos como si tuvieran que hacer acopio del mismo valor que el que sale a correr delante del toro. La vehemencia se transforma en agresividad cuando la ejerce quien va ganando, y de momento, en Espa?a, ganan sin esfuerzo aquellos que aplauden los festejos populares en los que se aturde, vapulea, maltrata o mata a un animal. Tanta defensa de la incorrecci¨®n pol¨ªtica y lo que desean es que el disidente cierre la boca para no amargarles la fiesta. Y s¨ª, es f¨¢cil ridiculizar a quien ama a los animales, o a quien se limita a respetarlos, a no perturbar el curso natural de sus vidas. Es sencillo y muy t¨®pico ya definirlos como idiotas que se han cre¨ªdo las ficciones de Disney y quiere abrazar cobras y acariciar coyotes: ¡°?Pero luego bien que mat¨¢is el mosquito que no os deja dormir, eh!¡±.
Lo molesto es la vehemencia y la repetici¨®n de conceptos. Por estas fechas, los muchachos airados salen a defender lo m¨¢s subvencionado, lo m¨¢s alentado por los Ayuntamientos, lo extra publicitado, lo que disfruta de una relevante visibilidad en los medios; gritan, a los cuatro vientos hasta quedarse af¨®nicos, que una ola de puritanismo pretende acabar con la diversi¨®n m¨¢s aut¨¦ntica, esa que entiende que la fiesta es transgresi¨®n, intercambio de papeles, desmadre liberador, subversi¨®n, desfogue y blablabl¨¢. Pero no les mover¨¢n. Eso est¨¢ claro. As¨ª lleva siendo desde que tengo memoria, y as¨ª ser¨¢ me temo por mucho tiempo; de tal forma que quede tranquila la muchachada. Aunque presiento que somos muchos a los que no nos gusta este espect¨¢culo, nuestra voluntad, de momento, vale menos que la suya.
No presum¨¢is, queridos mozos, de arrojo en vuestra defensa cerrada porque aqu¨ª, de momento, camin¨¢is de la mano de la autoridad competente. Y eso s¨ª que es incompatible: ser rebelde y estar subvencionado.
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