El enigma sin resolver de lo que nos hace humanos
Las editoriales se vuelcan en la cuesti¨®n profunda de la naturaleza humana con nuevos t¨ªtulos que van m¨¢s all¨¢ de la filosof¨ªa y buscan respuestas en la biolog¨ªa evolutiva
Con todas sus pendencias seculares, la filosof¨ªa y la ciencia comparten el objetivo central de entender el mundo y nuestra posici¨®n en ¨¦l. Y, en nuestros tiempos, Kant nos conduce forzosamente a Darwin, porque si toda la filosof¨ªa cabe en las cuatro preguntas del pensador prusiano ¡ªqu¨¦ puedo saber, qu¨¦ debo hacer, qu¨¦ me cabe esperar, qu¨¦ es el ser humano¡ª y las tres primeras se pueden reducir a la cuarta, como ¨¦l mismo se apresur¨® a se?alar, el problema central de la filosof¨ªa tiene un inconfundible aroma a biolog¨ªa evolutiva. Ll¨¢menlo cientificismo si quieren, pero las reclamaciones a K?nigsberg.
La humanidad es resultado de una concatenaci¨®n de sucesos contingentes de probabilidad ¨ªnfima
Las editoriales se est¨¢n volcando sobre la cuesti¨®n profunda y vital de la naturaleza humana, con libros muy distintos sobre el pasado de la especie (Edward O. Wilson, Alice Roberts, Sang-Hee Lee) y sobre sus posibles futuros (Max Tegmark). Veremos todo esto m¨¢s adelante, pero vamos a empezar por una obra m¨¢s abarcadora y singular, en cierto modo m¨¢s acad¨¦mica pero destinada, en cualquier caso, a todo tipo de estudiantes y al lector general: Trece teor¨ªas de la naturaleza humana, editada por el fil¨®sofo Leslie Stevenson y escrita en colaboraci¨®n con otros tres autores, reci¨¦n publicada por C¨¢tedra.
Cuando sali¨® en ingl¨¦s la primera edici¨®n de este libro, las teor¨ªas eran solo siete. La actual traducci¨®n espa?ola corresponde a la s¨¦ptima edici¨®n en ingl¨¦s. ¡°El n¨²mero de teor¨ªas consideradas asciende ahora a trece (?no somos supersticiosos!)¡±, dice Stevenson en el prefacio. Aprendemos aqu¨ª, por ejemplo, que Confucio no era tan optimista como se presenta a veces, ya que dej¨® dicho: ¡°Aunque todos los seres humanos son sabios en potencia, en realidad eso sucede raras veces. Casi todos los seres humanos existen en un estado lamentable¡±.
Lecturas
- Trece teor¨ªas de la naturaleza humana. Leslie Stevenson, David L. Haberman, Peter Matthews Wright y Charlotte Witt. Traducci¨®n de Carmen Garc¨ªa Trevijano y Rodrigo Guijarro Lasheras. C¨¢tedra, 2018. 432 p¨¢ginas. 20 euros.
- Los or¨ªgenes de la creatividad humana. Edward O. Wilson. Traducci¨®n de Joandom¨¨nec. Ros Cr¨ªtica, 2018. 256 p¨¢ginas. 22,90 euros.
- La incre¨ªble improbabilidad del ser. La evoluci¨®n y c¨®mo hemos llegado a ser humanos. Alice Roberts. Traducci¨®n de Marc Figueras. Pasado & Presente, 2018. 400 p¨¢ginas. 29 euros.
- ?No seas neandertal! Y otras historias sobre la evoluci¨®n humana. Sang-Hee Lee y Shin-Young Yoon. Traducci¨®n de Joandom¨¨nec Ros. Debate, 2018. 323 p¨¢ginas. 19,90 euros.
- Vida 3.0. Qu¨¦ significa ser humano en la era de la Inteligencia Artificial. Max Tegmark. Traducci¨®n de Marcos P¨¦rez S¨¢nchez. Taurus, 2018 454 p¨¢ginas. 22,90 euros.
Confucio es solo el principio. La obra pasa luego, de forma sistem¨¢tica pero incruenta, por el hinduismo upanis¨¢dico, que identific¨® (correctamente) la unidad profunda de todos los seres vivos, humanidad incluida; el budismo, que considera falso que una persona consista en un yo aut¨®nomo, inmutable y permanente; Plat¨®n, con su estructura tripartita del alma inmortal; Arist¨®teles, la Biblia, el islam, la Edad Media, Kant, Marx, Freud, Sartre y Darwin (por ese orden).
La mayor novedad es un cap¨ªtulo de la fil¨®sofa Charlotte Witt sobre las teor¨ªas feministas de la naturaleza humana. Ya sabemos de los riesgos de juzgar el pasado con las gafas del presente, pero lo cierto es que todo repaso de una autora feminista a la historia del pensamiento revela a cualquier fil¨®sofo cl¨¢sico como un ceporro cegado por sus incomprensibles prejuicios. Ah¨ª est¨¢ Rousseau considerando ¡°demostrado que los hombres y las mujeres no son, ni deben ser, formados de manera semejante en temperamento y car¨¢cter¡± y defendiendo por tanto la segregaci¨®n educativa. O Arist¨®teles con su ocurrencia de que las hembras son ¡°machos deformes¡±, y que las mujeres no pueden alcanzar la plena realizaci¨®n de sus capacidades humanas.
¡°Dado este bagaje hist¨®rico¡±, concluye Witt, ¡°es razonable plantearse si el concepto de naturaleza humana tiene algo que ofrecerle a la teor¨ªa feminista¡±. Es razonable, desde luego. Al menos mientras sigamos considerando a Arist¨®teles la autoridad en este tema. En realidad, este pseudoproblema filos¨®fico empez¨® a resolverse, ya en vida de Rousseau, por la pensadora ilustrada y pionera del feminismo Mary Wollstonecraft. En su libro de 1792 Vindicaci¨®n de los derechos de la mujer, refut¨® a Rousseau y present¨® sus argumentos a favor de la naturaleza racional de la mujer, pese a su deficiente educaci¨®n, y por la igualdad de educaci¨®n y derechos pol¨ªticos con los hombres. Los conservadores la empezaron a llamar ¡°la hiena con faldas¡±. Su hija fue la creadora de Frankenstein, el monstruoso sue?o de la raz¨®n que cumple ahora 200 a?os.
En nuestros tiempos hay toda una estirpe nueva de pol¨ªmatas que provienen de la ciencia, pero tal vez el decano de todos ellos sea Edward O. Wilson (la O. es de Osborne, aunque eso no suele citarse). Cumpli¨® 89 a?os el mes pasado, pero es obvio que sigue en buena forma. Nacido en Birmingham, Alabama, y referencia de la biolog¨ªa de Harvard durante casi toda su vida, Wilson se hizo famoso en c¨ªrculos cient¨ªficos en 1975, cuando public¨® Sociobiolog¨ªa: la nueva s¨ªntesis, una nueva disciplina que investigaba la base gen¨¦tica del comportamiento humano.
All¨ª se propon¨ªa por primera vez que los principios biol¨®gicos esenciales en que se fundamentan las sociedades animales son extrapolables a los humanos. Eso no gust¨® nada al establishment acad¨¦mico, menos a¨²n en la margen izquierda del espectro cient¨ªfico (Gould, Lewontin). Pero el tiempo y, sobre todo, la realidad le han dado la raz¨®n. La ideolog¨ªa sirve para alcanzar objetivos pol¨ªticos, pero no para hacer ciencia. El mundo es como es, no como queremos que sea, y cerrar los ojos a la evidencia cient¨ªfica es la v¨ªa m¨¢s segura hacia el fracaso de nuestros mejores ideales. Sin aceptar la realidad, nunca vamos a saber c¨®mo arreglarla.
El ¨²ltimo libro de Wilson, publicado en espa?ol el mismo a?o que en ingl¨¦s, se llama Los or¨ªgenes de la creatividad humana (Cr¨ªtica) y ¡ª?puede que esto sorprenda a sus cr¨ªticos¡ª pone en igualdad de condiciones a las ciencias y a las humanidades para explorar y explicar el fen¨®meno. El genio de Alabama argumenta que la creatividad es el¨²nico rasgo biol¨®gico que separa a nuestra especie del resto de la biolog¨ªa, y lo aborda desde la ciencia, que se ocupa de todo lo que es posible, y las humanidades, que tratan de todo lo que resulta concebible para la mente humana.
Edward O. Wilson afirma que la creatividad se construy¨® sobre las emociones de los primates
Puede que el lector est¨¦ pensando que las humanidades, entonces, ocupan un espacio intelectual infinitamente m¨¢s amplio que las ciencias. Esto no es as¨ª. Uno de los pilares fundamentales de la f¨ªsica actual, la mec¨¢nica cu¨¢ntica, va mucho, mucho m¨¢s all¨¢ de lo que nuestra pobre mente es capaz de concebir. De hecho, es casi por definici¨®n inaprehensible para la intuici¨®n humana. Solo las matem¨¢ticas y la observaci¨®n rigurosa del mundo nos han conducido all¨ª, pese a todo lo cual la teor¨ªa funciona mejor que cualquier otra cosa que hayamos concebido, y es el fundamento de nuestro mundo de tecnolog¨ªa, computaci¨®n y comunicaciones globales.
Tambi¨¦n hay que tener presente que, como dijo Milton, ¡°una mente es su propio lugar, y por s¨ª sola?/ puede hacer un cielo del infierno, y un infierno del cielo¡±. ¡°Al coevolucionar con la estructura del cerebro¡±, dice Wilson, ¡°el lenguaje liber¨® a la mente del animal para ser creativa, y por tanto para imaginar otros mundos infinitos en el tiempo y en el espacio, y para entrar en ellos¡±. El bi¨®logo pol¨ªmata tambi¨¦n advierte, sin embargo, de que nuestra flamante creatividad humana se construy¨® sobre las mismas emociones exactas que experimentaban nuestros ancestros hom¨ªnidos y primates, y que de esa combinaci¨®n surge lo mejor y lo peor de nuestra especie parad¨®jica.
Desde tiempos de Cop¨¦rnico, la ciencia no hace m¨¢s que expulsarnos cada vez m¨¢s lejos del para¨ªso terrenal imaginado por los chamanes antiguos. A nuestra especie le ha encantado siempre considerarse el n¨²cleo puntual de la creaci¨®n, pero hoy sabemos que ni la Tierra est¨¢ en el centro del sistema solar, ni este est¨¢ en el centro de la V¨ªa L¨¢ctea, ni la V¨ªa L¨¢ctea es nada m¨¢s que una vulgar galaxia entre la infinidad de las que vagan por el cosmos. Ni siquiera el cosmos parece ser ¨²nico, sino tan solo una versi¨®n posible de un multiverso tal vez infinito. Todo esto no solo hace volar la cabeza, sino que constituye una indudable humillaci¨®n para nuestra trascendencia, ya c¨®smica o metaf¨ªsica.
Pero siempre queda un asidero, y a menudo consiste en percibir la improbabilidad de que hayamos evolucionado. Es la v¨ªa que ha elegido la anatomista y antrop¨®loga brit¨¢nica Alice Roberts en La incre¨ªble improbabilidad del ser (Pasado & Presente). Para producir un ser humano se ha tenido que dar tal concatenaci¨®n de sucesos contingentes que la probabilidad combinada de todos ellos es ¨ªnfima. Roberts repasa los m¨¢s importantes con minuciosidad de anatomista.
¡°Quiz¨¢ parezca una pregunta extra?a¡±, escribe la autora, ¡°pero ?te has parado alguna vez a pensar por qu¨¦ tienes una cabeza? (¡) Parece que tener una cabeza es un prerrequisito si eres alg¨²n tipo de vertebrado: un pez, un anfibio, un reptil, un ave o un mam¨ªfero. Tambi¨¦n tienen cabeza muchos invertebrados, pero algunos no. Para responder a la pregunta ?por qu¨¦ tenemos cabeza?, nos resultar¨¢ ¨²til saber en qu¨¦ momento nuestros antepasados desarrollaron este elemento anat¨®mico¡±. He aqu¨ª de nuevo el enfoque evolucionista de las cuestiones filos¨®ficas m¨¢s elementales.
El libro de Roberts est¨¢ organizado como un recorrido por el cuerpo humano, que a la vez es un viaje en el tiempo, pues cada parte de nuestro cuerpo tiene un origen evolutivo, o en realidad varios, en acumulaci¨®n uno detr¨¢s de otro hasta generar un resultado de exquisita improbabilidad. El origen del cr¨¢neo y de los sentidos; la forma en que un grupo de arcos branquiales se transform¨® en la laringe y las articulaciones maxilares que hoy nos permiten hablar; la organizaci¨®n segmentada del cuerpo (como se revela en las v¨¦rtebras y las costillas) y nuestra relaci¨®n profunda con las moscas y dem¨¢s insectos y artr¨®podos; el pulm¨®n y el coraz¨®n, el tubo digestivo, los genitales, las extremidades y todo lo dem¨¢s.
Todo ello permeado por una sensaci¨®n reconfortante de improbabilidad. ¡°Da igual lo bien adaptado que est¨¦s si te cae un meteorito encima¡±, escribe Roberts en referencia al asteroide Chicxulub que cay¨® hace 66 millones de a?os sobre la pen¨ªnsula del Yucat¨¢n y caus¨® la extinci¨®n de los dinosaurios, dejando de paso la v¨ªa libre para la diversificaci¨®n de los hasta entonces marginales mam¨ªferos primitivos. ¡°Si Chicxulub no hubiera chocado con la Tierra, es muy poco probable que hubieran aparecido humanos en el planeta¡±. En todo caso, solo conocemos una historia de la vida en el universo, la de la Tierra, y en esas condiciones no hay manera de calcular la probabilidad de que haya ocurrido. Solo el tiempo dir¨¢ si la vida ¡ªy en particular la vida inteligente¡ª es un suceso probable o si, como nos parece ahora, se trata casi de un milagro.
Hasta aqu¨ª el pasado. Del futuro, o al menos de uno de los futuros posibles, se ocupa el f¨ªsico del MIT (Massachusetts Institute of Technology) Max Tegmark en Vida 3.0. Ser humano en la era de la Inteligencia Artificial (Taurus). Cualquiera que haya le¨ªdo un peri¨®dico en los ¨²ltimos a?os se habr¨¢ preguntado por las implicaciones, tanto econ¨®micas y sociales como filos¨®ficas, del acelerado avance de la inteligencia artificial, un conjunto de sistemas destinados no ya a sustituir a las personas en sus ¨¢mbitos intelectuales, sino a superarlas. Tegmark, director del Future of Life Institute y ¡°una de las diez personas que podr¨ªan cambiar el mundo¡± seg¨²n la revista Forbes, es un gu¨ªa de ensue?o para este viaje trascendental. Cualquiera de estos libros puede ser el ¨²ltimo que escriba un humano. L¨¦alos.
Futuros posibles
Lo que en la jerga ultramoderna se llama singularidad ¡ªun punto de no retorno en que las m¨¢quinas inteligentes toman el control¡ª se remonta en realidad al matem¨¢tico brit¨¢nico Irving Good, que escribi¨® hace m¨¢s de medio siglo: ¡°Definamos una m¨¢quina ultrainteligente como aquella capaz de superar ampliamente todas las actividades intelectuales de cualquier hombre, por inteligente que este sea. Puesto que el dise?o de m¨¢quinas es una de esas actividades intelectuales, una m¨¢quina ultrainteligente podr¨ªa dise?ar otras m¨¢quinas a¨²n mejores; se producir¨ªa entonces indudablemente una ¡®explosi¨®n de inteligencia¡±. Esa es la singularidad. ¡°As¨ª¡±, prosigue Good, ¡°la primera m¨¢quina ultrainteligente ser¨ªa lo ¨²ltimo que el hombre necesitar¨ªa inventar, siempre que la m¨¢quina fuese lo bastante d¨®cil para decirnos c¨®mo mantenerla bajo nuestro control¡±. En esta sola frase del matem¨¢tico se encierra un mundo de futurismo y mil de ciencia-ficci¨®n. Max Tegmark no cree fan¨¢ticamente en esa posibilidad, pero tampoco la descarta en absoluto. Su libro es un an¨¢lisis de esos futuros posibles.
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