Frankenstein, 200 a?os moderno
El 1 de enero de 1818 se public¨® una modesta edici¨®n de la m¨ªtica novela en la que una precoz Mary W. Shelley plasm¨® los dilemas y avances de su ¨¦poca
Frankenstein naci¨® de algo m¨¢s que el desaf¨ªo de Lord Byron junto a una chimenea con vistas al lago Lem¨¢n en el verano m¨¢s fr¨ªo del siglo XIX. Todo lo depositado por Mary Wollstonecraft Shelley en la narraci¨®n que alumbrar¨ªa un mito universal ¡ªinspirador de casi un millar de obras entre el cine, el teatro y el c¨®mic¡ª tiene relaci¨®n con las circunstancias extraordinarias que la rodearon desde que naci¨® el 30 de agosto de 1797 en Londres. A su alrededor el viejo mundo se hab¨ªa disgregado tras un atrac¨®n de revoluciones. La industrial se hallaba en plena sobreexcitaci¨®n gracias al perfeccionamiento de la m¨¢quina de vapor de James ?Watt. La pol¨ªtica diger¨ªa la sobredosis de guillotina de Robespierre y compa?¨ªa abrazando la vuelta al orden. Las ideas y la ciencia (a¨²n llamada filosof¨ªa natural) se remov¨ªan igual de convulsas, con las teor¨ªas de Lavoisier que inauguran la qu¨ªmica moderna o las expediciones a los polos para profundizar en el magnetismo. Y todas aquellas revoluciones tomaban el t¨¦ en su casa atra¨ªdas por su padre, el novelista y fil¨®sofo radical William Godwin (1756-1836), partidario de abolir la propiedad y contrario a toda forma de gobierno. El primer anarquista.
El propio entorno dom¨¦stico se forja contra la convenci¨®n. Godwin viv¨ªa con su segunda esposa, Mary Jane Clairmont, y cinco hijos de diferentes or¨ªgenes biol¨®gicos en lo que hoy ser¨ªa una moderna familia reconstituida. Mary W. Shelley crece marcada por el pensamiento de su madre, la escritora y fil¨®sofa Mary Wollstonecraft (1759-1797), que la invita a formarse como una ciudadana concienciada antes que una esposa sumisa. Una madre ausente, cuya tumba era un frecuente rinc¨®n de lectura. La autora trasladar¨¢ su experiencia de orfandad a la criatura literaria, que esparce dolor y muerte porque no tiene quien le quiera.
En 1792, tras el ¨¦xito de un ensayo en defensa de la Revoluci¨®n Francesa, Mary Wollstonecraft public¨® Vindicaci¨®n de los derechos de las mujeres, donde exig¨ªa la educaci¨®n para las ni?as: ¡°Para hacer el contrato social verdaderamente equitativo, y con el fin de extender aquellos principios esclarecedores que solo pueden mejorar el destino del hombre, debe permitirse a las mujeres encontrar su virtud en el conocimiento, lo que es apenas posible a menos que sean educadas mediante las mismas actividades que los hombres¡±. Se considera el primer tratado feminista, en paralelo a la Declaraci¨®n Universal de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana redactada por la francesa Olympe de Gouges, decapitada en Par¨ªs por querer llevar los derechos humanos demasiado lejos.
Si el pensamiento de Mary Woll?stonecraft resultaba transgresor en s¨ª mismo, su vida encarn¨® varios mitos rom¨¢nticos por sus desamores y sus dos tentativas de suicidio. Entre el episodio del l¨¢udano y el del r¨ªo T¨¢mesis viaj¨® por Escandinavia con su primera hija, Fanny, y una ni?era. De la experiencia saldr¨ªa un libro de viajes que entusiasm¨® a William Godwin: ¡°Si alguna vez se escribi¨® una obra con la intenci¨®n de que un hombre se enamorara del autor, me parece que es esta¡±. Los dos escritores se hacen amigos, amantes y, por ¨²ltimo, c¨®nyuges entre burlas de la prensa conservadora (Godwin se hab¨ªa manifestado contra al matrimonio en escritos p¨²blicos). El mi¨¦rcoles 30 de agosto de 1797 nace la ¨²nica hija de ambos, Mary. La fil¨®sofa ha pasado las contracciones leyendo en voz alta El joven Werther, de Goethe, con su marido. El mismo libro que en el futuro disfrutar¨¢ en la ficci¨®n un engendro de dos metros y medio de altura y labios negros.
Hija de dos fil¨®sofos radicales, los bi¨®grafos sugieren que creci¨® con m¨¢s pensadores que afectos
Tal vez Mary no se educ¨® como habr¨ªa deseado su madre, fallecida a los 11 d¨ªas del parto, pero su padre estimul¨® su intelecto desde primera hora. Los bi¨®grafos sugieren que creci¨® con m¨¢s pensadores que afectos. ¡°Se sent¨ªa sola a menudo y carente de un sentimiento de identidad familiar¡±, se?ala James Lynn, ¡°las relaciones con la segunda esposa de su padre eran pobres, y aunque Godwin le dio una buena educaci¨®n, desatendi¨® sus necesidades emocionales¡±.
Mary pod¨ªa escuchar en su casa al poeta Samuel Taylor Coleridge, al inventor William Nicholson o al qu¨ªmico Humphry Davy. Su padre la llevaba a conferencias sobre electricidad y a tomar el t¨¦ con el divulgador del vegetarianismo John Frank Newton. Todo ese magma intelectual y creativo dej¨® huellas en Frankenstein: el capit¨¢n Walton alude a un poema de Coleridge (¡®La balada del viejo marinero¡¯) y el gigante mata, pero es vegano. En el mismo arranque de la novela se presenta un viejo amigo de Godwin: ¡°En opini¨®n del doctor Darwin, y de algunos fisi¨®logos de Alemania, los sucesos en los que se basa la presente ficci¨®n no son enteramente imposibles¡±.
El m¨¦dico y naturalista Erasmus Darwin, defensor de una teor¨ªa sobre el origen ¨²nico de la vida y abuelo del autor de El origen de las especies, tambi¨¦n se evocar¨¢ en Villa Diodati en el fr¨ªo verano de 1816. Horas antes de que Mary tenga la visi¨®n que alimenta Frankenstein, los poetas Lord Byron y Shelley rememoran uno de sus supuestos ensayos, seg¨²n relata la propia escritora: ¡°Al parecer hab¨ªa conservado un hilo de masa en un bote de cristal, hasta que, por alg¨²n extraordinario proceso, aquello comenz¨® a agitarse con un movimiento aut¨®nomo. (¡) Quiz¨¢ un cad¨¢ver podr¨ªa reanimarse, el galvanismo hab¨ªa dado pruebas de cosas semejantes: quiz¨¢ se podr¨ªan manufacturar las partes componentes de una criatura, y despu¨¦s podr¨ªan reunirse y dotarlas del calor vital¡±. La gran pregunta que se hace Victor Frankenstein ¡ª¡°?D¨®nde residir¨¢ el principio de la vida?¡±¡ª era la gran pregunta de la ¨¦poca.
Ante la falta de respuestas precisas, triunfan los suced¨¢neos. La electricidad vive su minuto de gloria desde mediados del siglo XVIII. Los desvelos cient¨ªficos de Benjamin Franklin, Luigi Galvani y Alessandro Volta coinciden con el trilerismo feriante. En su ensayo Mujeres y libros, el editor Stefan Bollmann recrea un popular espect¨¢culo de ¡°electrificadores¡±: ¡°Pon¨ªan en marcha las ruedas de sus m¨¢quinas electrost¨¢ticas y enviaban descargas el¨¦ctricas a trav¨¦s de las manos de una cadena humana. Suspend¨ªan a una persona de tal forma que levitaba y hac¨ªan que la cabeza le brillara¡±.
Incluso Percy Bysshe Shelley hab¨ªa tonteado con la corriente en Oxford, como detalla Charles E. Robinson, m¨¢ximo especialista en la obra de Mary W. Shelley, en su introducci¨®n para una edici¨®n anotada para cient¨ªficos y creadores publicada con motivo del bicentenario de la aparici¨®n de la obra: ¡°Hab¨ªa construido su propia cometa el¨¦ctrica, hab¨ªa hecho saltar chispas con un aparato el¨¦ctrico y hasta almacenado el fluido de la electricidad en botellas de Leyden: esas pruebas sirven de base a los experimentos el¨¦ctricos del padre de Victor, Alphonse, en Frankenstein¡±.
Cuando se publica de forma an¨®nima en 1818 se especula con la autor¨ªa del poeta Percy B. Shelley
El poeta Shelley tambi¨¦n acabar¨ªa frecuentando el ¨¢gora dom¨¦stica de William Godwin, atra¨ªdo por el pensamiento de un fil¨®sofo casi m¨¢s c¨¦lebre por controversias p¨²blicas como la que mantuvo con Malthus que por sus espesos tratados pol¨ªticos. Percy era igualmente especialista en controversias: se hab¨ªa casado con la oposici¨®n de su influyente familia y acababa de ser expulsado de Oxford por propagar el ate¨ªsmo. Mary tiene 16 a?os cuando se fuga con ¨¦l, aunque en seguida regresan por la falta de dinero. A partir de ah¨ª sus biograf¨ªas alimentan el mito de la perfecta pareja del romanticismo, con una sucesi¨®n de cimas literarias y cad¨¢veres j¨®venes: solo sobrevive uno de sus cuatro hijos y, a los 29 a?os, Percy B. Shelley se ahoga en Italia. En el futuro la escritora se alejar¨¢ del malditismo y se preocupar¨¢ por obtener la aprobaci¨®n social para ella, su ¨²nico hijo y el poeta muerto.
Pero cuando Mary W. Shelley escribe su relato en 1816 para la competici¨®n sobre historias de fantasmas, que ha convocado Lord Byron en el verano m¨¢s fr¨ªo del siglo, tiene solo 18 a?os, un beb¨¦ vivo y otro muerto, y una relaci¨®n escandalosa que finalizar¨¢ con el suicidio de la primera esposa de Shelley. Ignora que est¨¢ forjando un mito universal y que, en aquella familia donde solo contaban los que ten¨ªan m¨¦ritos literarios, rebasar¨¢ la popularidad de todos ellos.
El 1 de enero de 1818, casi dos a?os despu¨¦s de la estancia en el lago Lem¨¢n, se publica Frankenstein o el moderno Prometeo con una tirada de 500 ejemplares. No lleva firma. Se especula con la mano de Percy B. Shelley (que aporta correcciones al manuscrito). Pero si alg¨²n incr¨¦dulo ha sobrevivido en estos 200 a?os, en 2013 perdi¨® la ¨²ltima esperanza. Ese a?o sali¨® a subasta por 477.422 euros un ejemplar de la primera edici¨®n dedicado a Lord Byron ¡°por el autor¡±. La letra fue autentificada como la de Mary W. Shelley.
En la segunda edici¨®n de 1823 (de tirada similar a la anterior), la escritora se identifica. En apenas tres a?os se realizan 10 adaptaciones teatrales diferentes, incluyendo par¨®dicos finales sobre la muerte de la criatura, que ir¨¢ alej¨¢ndose de su cultivado esp¨ªritu original ¡ªle¨ªa a Plutarco, Milton y Goethe¡ª para convertirse en el imaginario colectivo en un monstruo atornillado y algo bobalic¨®n. La obra se emancipa de la autora. Sus lectores encuentran en Frankenstein lo que necesitan: terror g¨®tico, anticipo de ciencia-ficci¨®n o un dilema ¨¦tico sobre los l¨ªmites de la ciencia.
El d¨ªa de Halloween de 1831 se lanza una tercera edici¨®n de 4.020 ejemplares. La escritora introduce cambios y acalla a los esc¨¦pticos: ¡°Ciertamente, no le debo a mi marido la sugerencia de ning¨²n episodio, ni siquiera de una gu¨ªa en las emociones, y sin embargo, si no hubiera sido por su est¨ªmulo, esta historia nunca habr¨ªa adquirido la forma con la cual se present¨® al mundo¡±. Firma su introducci¨®n como M. W. S., aunque la historia de la literatura prescindir¨¢ del apellido materno.
Pero solo rastreando sus or¨ªgenes familiares y las circunstancias de los primeros a?os de su vida puede responderse a la pregunta que tantas veces le formularon a Mary W. Shelley: ¡°?C¨®mo es posible que yo, entonces una jovencita, pudiera concebir y desarrollar una idea tan horrorosa?¡±.
Frankenstein. Mary W. Shelley. Edici¨®n de 1818, revisada y corregida por Charles E. Robinson. Anotada para cient¨ªficos, creadores y curiosos en general. Traducci¨®n de Jos¨¦ C. Vales y Vicente Campos. Ariel, 2017. 344 p¨¢ginas. 20,90 euros.
The New Annotated Frankenstein. Mary W. Shelley. Edici¨®n de Leslie S. Klinger. Liveright, 2017. 352 p¨¢ginas. 29,24 euros.
Frankenstein. Los primeros 200 a?os. Por Christopher Frayling. Ilustrado. Reel Art. Press, 2017. 208 p¨¢ginas. 33,39 euros.
Frankenstein. Ilustrado por Elena Odriozola. Traducci¨®n de Francisco Torres Oliver. N¨®rdica, 2015. Reedici¨®n en 2018. 264 p¨¢ginas. 24,95 euros.
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