El eterno retorno
El clavecinista espa?ol Diego Ares traza en sus Goldberg un c¨ªrculo perfecto
Tan excelente fue la impresi¨®n que caus¨® en 2007 un entonces jovenc¨ªsimo Diego Ares en el Festival de Utrecht que poco despu¨¦s le ofrecieron tocar las Variaciones Goldberg en varias ciudades holandesas. Ahora, una d¨¦cada m¨¢s tarde, ha llevado al disco su muy personal concepci¨®n de la obra y lo ha hecho, adem¨¢s, en un sello en el que uno de sus maestros, Richard Egarr, tiene publicada tambi¨¦n su visi¨®n de este ¡°elixir de felicidad¡±, como lo califica el clavecinista vigu¨¦s. Son dos versiones muy diferentes, lo que dice mucho de la calidad de aquel magisterio.
Aparte de poseer dedos para sortear sus dificultades, Ares ha reflexionado sobre las Goldberg, sobre sus simetr¨ªas num¨¦ricas, su estructura casi cartesiana, su fisonom¨ªa externa e interna. Y apunta una interesante explicaci¨®n de por qu¨¦ el Quodlibet de la trig¨¦sima variaci¨®n sustituye a lo que, siguiendo la l¨®gica imperante hasta entonces, deber¨ªa haber sido un canon a la d¨¦cima. Las Goldberg se convierten as¨ª en ¡°aventura, filosof¨ªa de vida, monumento a la amistad y a la familia, el mensaje m¨¢s profundo jam¨¢s confiado a un instrumento de teclado¡±. As¨ª, pues, esta cuarta entrega del Clavier-?bung no es s¨®lo summa, compendio del saber musical de la ¨¦poca (como lo son, a su manera, El arte de la fuga o la Misa en si menor), sino tambi¨¦n plasmaci¨®n ¨ªntima, y secreta, de sentimientos.
Quiz¨¢ por ello las Goldberg suenan en las prodigiosas manos de Ares revestidas de una carga humanista especial. Nada es gratuito, externo o caprichoso, sino que todo parece cuidadosamente pensado y luego ya, sobre la marcha, dicho, explicado, recitado o susurrado. Ares juega con los acoplamientos y los registros de su formidable instrumento (una copia de Joel Katzman de un original de Pascal Taskin), que llega a hacer sonar casi como una delicada caja de m¨²sica en la Variaci¨®n 9. Los ornamentos de las repeticiones, respetadas escrupulosamente, son siempre pertinentes y de una precisa e inagotable creatividad. El final de las Goldberg es tambi¨¦n su principio, como en el verso de T. S. Eliot, y concluida esta grand¨ªsima versi¨®n no se desea otra cosa que emprender de nuevo este viaje circular, en el que nada, por supuesto, volver¨¢ a ser igual.
Johann Sebastian Bach. Variaciones Goldberg. Diego Ares (clave). Harmonia Mundi.
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