Lecciones de historia
El ¨²nico libro contempor¨¢neo que se mide con obras como 'Guerra y paz' no es una novela, sino 'Postguerra', de Tony Judt
Las largas duraciones lectoras son uno de los privilegios del verano: las ficciones que abarcan la anchura y la complejidad del mundo. Yo recuerdo muchos veranos por las novelas que he le¨ªdo mientras descansaba de obligaciones exteriores, o cuando mi propio trabajo no me absorb¨ªa tanto como para no tener comprometida del todo la imaginaci¨®n. El esfuerzo riguroso de imaginaci¨®n que exige la lectura de una novela no es mucho menor del que requiere su escritura. Tal vez por eso el que ronda la invenci¨®n de una historia o ya est¨¢ seriamente envuelto en ella siente que se le debilita el deseo de leer ficciones. Es casi un instinto defensivo: leer una novela muy buena desmoraliza al que se encuentra en las primeras fases de un empe?o que puede no llegar a nada, o quedarse en un logro mediocre.
Un motivo m¨¢s noble para eludir la ficci¨®n es la curiosidad. Hay tantas cosas que descubrir y aprender que no est¨¢n en la literatura; o que est¨¢n en un ¨¢mbito de la expresi¨®n escrita que no se considera literatura, aunque el placer est¨¦tico que deparan sea con frecuencia superior al de una gran parte de lo que se considera literario. Algunos de mis escritores contempor¨¢neos favoritos son historiadores, o divulgadores cient¨ªficos. La fulguraci¨®n de la poes¨ªa, que no siempre abunda en los libros de poemas, la he encontrado en los ensayos de la bi¨®loga Lynn Margulis, o en los de Rachel Carson sobre los ecosistemas de la orilla del mar. La ambici¨®n a la vez narrativa y reflexiva de Tolst¨®i en Guerra y paz no tiene, que yo sepa, equivalencia en las novelas de las ¨²ltimas d¨¦cadas. En cierto sentido, el ¨²nico libro contempor¨¢neo que se mide con esos modelos no es una novela, sino un libro de historia, Postguerra, de Tony Judt.
Compr¨¦ el libro en cuanto se public¨®, en 2005, y lo le¨ª a rachas, por partes, eligiendo a veces un cap¨ªtulo determinado, un momento hist¨®rico o un escenario en esa cr¨®nica inmensa que abarca el continente entero a lo largo de 60 a?os. Es un volumen de casi 900 p¨¢ginas en formato grande: una promesa de gran traves¨ªa lectora para las tardes de verano. Al principio volv¨ª a ¨¦l por simple curiosidad, aunque tambi¨¦n por a?oranza: la de esa ¨¦poca, tan prematuramente cancelada, en la que uno esperaba con ilusi¨®n la salida de un libro nuevo de Tony Judt. Muri¨® en 2010, con 62 a?os, y hab¨ªa escrito hasta casi el final, sin que la enfermedad mitigara sus fervores y sus diatribas pol¨ªticas, con una constancia de militante l¨²cido de las causas que le importaban y una gradual franqueza autobiogr¨¢fica. El gran historiador, sin dejar de serlo, se convert¨ªa en memorialista, y al hacerlo volv¨ªa m¨¢s evidente el impulso profundo de su vocaci¨®n, el manantial originario de su actitud hacia el mundo y de su apasionado compromiso ¨¦tico y profesional con la historia.
El hilo narrativo de Postguerra es el tr¨¢nsito, en apenas dos d¨¦cadas, de un continente en ruinas, diezmado por la guerra y el exterminio a una Europa en pleno desarrollo econ¨®mico? y comprometida en la creaci¨®n de una unidad supranacional
El impulso para leer un cierto libro puede ser tan inconsciente como el que lleva a escribirlo. Acomodado en el sosiego y hasta en la postura que son necesarios para embarcarse en un volumen de la envergadura de Postguerra, en el sill¨®n adecuado, con dos brazos c¨®modos donde apoyar los codos y poder sostener as¨ª el libro con las dos manos, me he ido dando cuenta de que mi lectura est¨¢ motivada en gran medida no por el af¨¢n desinteresado de aprender sobre otras ¨¦pocas, sino por la urgencia de comprender un presente confuso y convulso, por la angustia de los titulares y los noticiarios y la incertidumbre del porvenir inmediato. El hilo narrativo de Postguerra es el tr¨¢nsito, en apenas dos d¨¦cadas, de un continente en ruinas, diezmado por la guerra y el exterminio, empapado de dolor y de odio, a una Europa en pleno desarrollo econ¨®mico, rutilante de bienestar y bienes de consumo, comprometida en la creaci¨®n de una unidad supranacional regida por la legalidad democr¨¢tica, la protecci¨®n social, la econom¨ªa de mercado. Los hechos hist¨®ricos se consideran retrospectivamente inevitables: las cosas han sucedido de una cierta manera porque ten¨ªan que suceder as¨ª. Ese distra¨ªdo conformismo oculta la dificultad de los logros verdaderos y elimina la conciencia de su valor, y al ignorar los peligros que hubo que vencer en el pasado vuelve borrosos o inexistentes los que amenazan ahora mismo.
Pero en 1945 nada garantizaba que Europa pudiera recuperarse de la destrucci¨®n que se hab¨ªa infligido a s¨ª misma, y menos a¨²n que no se repitieran los errores de la otra posguerra todav¨ªa cercana de 1918, que vencedores y vencidos no recayeran en la misma espiral de resentimiento y ceguera. Algo que se aprende en el libro de Judt es que la derrota y la destrucci¨®n de su pa¨ªs no hab¨ªan ense?ado nada a la mayor¨ªa de los alemanes, y menos a¨²n a los austriacos. Hab¨ªa rencor contra los Aliados vencedores, no contra los nazis. En 1945, igual que en 1918, como si no hubieran aprendido ninguna lecci¨®n, los pol¨ªticos franceses volv¨ªan a exigir la humillaci¨®n sin paliativos de Alemania. En Par¨ªs, en ese verano, hubo un mot¨ªn en un barrio cuando un superviviente jud¨ªo volvi¨® de los campos y quiso recuperar el piso que le hab¨ªan arrebatado cuando lo deportaron, y en el que mientras tanto se hab¨ªan instalado unos vecinos.
La racionalidad pol¨ªtica no se estableci¨® por s¨ª sola despu¨¦s del escarmiento. Los fantasmas antiguos segu¨ªan igual de vivos: el desastre los exacerbaba en vez de apaciguarlos. Hizo falta la Guerra Fr¨ªa, que no dej¨® a Estados Unidos desentenderse de Europa como lo hab¨ªan hecho despu¨¦s de 1919: hizo falta el Plan Marshall para acelerar la reconstrucci¨®n y aliviar la miseria. Muy poco a poco, cuenta Judt, de una manera m¨¢s insegura y azarosa de lo que despu¨¦s se ha explicado, los pa¨ªses principales de Europa empezaron una cooperaci¨®n, solo econ¨®mica al principio, muy limitada, que con el tiempo iba a convertirse en el Mercado Com¨²n, y luego en la Uni¨®n Europea.
No hay triunfalismo en el relato de Judt. Nacido en 1948, hijo de una familia trabajadora, su historia personal es la de una ¨¦poca de Europa en la que se logr¨® por primera vez un grado de desarrollo econ¨®mico y de igualitarismo social que apenas estaban consolid¨¢ndose y a darse por supuesto cuando empezaron a perderse. A ?Judt le dio tiempo a ver algo de eso. No quiero imaginar lo que pensar¨ªa si viera el regreso descarado de los peores fantasmas de Europa, invulnerables al paso del tiempo, instalados ahora en la normalidad, a plena luz del d¨ªa, inmunes a la lecci¨®n amarga de la historia.
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