Una ¨®pera imposible
Ermonela Jaho y Pl¨¢cido Domingo insuflan credibilidad al descabellado argumento de 'Tha?s' de Massenet
Hay ¨®peras que lo son inequ¨ªvocamente y que, sin embargo, es casi mejor no tener que ver representadas sobre un escenario. ?C¨®mo dar credibilidad y ambientar la historia que se nos cuenta en Tha?s, una de las 23 ¨®peras que compuso el prol¨ªfico Jules Massenet, que nos lleva del desierto de la Tebaida a la perversi¨®n lujuriosa reinante en Alejandr¨ªa, de unos monjes anacoretas a una mujer de vida licenciosa, del ascetismo al erotismo (y viceversa), de un oasis rodeado de palmeras a un convento, y en la que, al final, las tornas se invierten y los papeles de eremita y prostituta de lujo se intercambian al morir ella en olor de santidad y reconocer ¨¦l horrorizado la bajeza de sus deseos f¨ªsicos? Es casi mejor imaginarlo que verlo.
La ¨®pera en versi¨®n de concierto que suele protagonizar Pl¨¢cido Domingo por estas fechas, un cl¨¢sico del verano madrile?o en el Teatro Real, llega el d¨ªa despu¨¦s del recital de Jonas Kaufmann y, aunque cabr¨ªa trazar algunas similitudes entre una y otro (como la inevitable insuficiencia de unos ensayos a menudo tambi¨¦n mal repartidos), hay que dejar constancia de que el inter¨¦s musical y el nivel interpretativo de esta Tha?s han sido abiertamente superiores a los que se mostraron el d¨ªa anterior sobre el mismo escenario, por m¨¢s que el entusiasmo del p¨²blico ante la presencia tan largamente ansiada de su ¨ªdolo camuflara las carencias bajo una artificiosa nube de aplausos.
Esta Tha?s ha contado a su favor con dos grandes bazas: un director, el franc¨¦s Patrick Fournillier, que la dirige con entusiasmo y con un enorme conocimiento de causa. De hecho, la orquesta parec¨ªa otra a la de la tarde anterior, cuando los instrumentistas eran los mismos. Fue significativo tambi¨¦n verles aplaudir a su director, cuando el d¨ªa anterior parec¨ªan renegar silenciosamente del impuesto por Kaufmann. En una obra muy expuesta para ella (Massenet era un sutil y muy eficaz orquestador), la agrupaci¨®n titular del Teatro Real se luci¨® en todas sus secciones, encabezada por su concertino b¨²lgaro, Vesselin Demirev, que dio una lecci¨®n de c¨®mo tocar la famosa Meditaci¨®n sin una sola gota de alm¨ªbar de m¨¢s. Y los cortes introducidos presumiblemente por Fournillier, especialmente generosos en el segundo acto, fueron elegidos con muy buen criterio y en nada afectaron al desarrollo de la trama, por lo dem¨¢s perfectamente prescindible y en la que apenas quedan restos de la iron¨ªa y la cr¨ªtica anticlerical de la novela original de Anatole France en que se inspira el libreto.
Tha?s
M¨²sica de Jules Massenet. Con Ermonela Jaho, Pl¨¢cido Domingo, Michele Angelini y Jean Teitgen, entre otros. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dir.: Patrick Fournillier. Teatro Real, 26 de julio.
El segundo gran puntal ha sido la soprano Ermonela Jaho, que tiene encandilado al p¨²blico madrile?o, y no es de extra?ar. La albanesa trasciende la condici¨®n de gran cantante, que lo es. Es una artista consumada, que hace suyos sus personajes y vive sus peripecias con intensidad: al final de la ¨®pera, a pesar de la imposible veracidad de la situaci¨®n, a Jaho le ca¨ªan l¨¢grimas como pu?os. Cant¨® su aria del espejo del segundo acto, como escribe atinadamente Massenet sobre la palabra ¡°¨¦ternellement¡± en la partitura, ¡°avec ¨¦lan et ivresse¡±, presa del entusiasmo y la embriaguez ante esa belleza que quiere que perdure eternamente en su rostro. En los agudos en piano, en los agudos a plena voz (hasta un Re se encarama al final de la ¨®pera), en las notas graves, en el parlato, en cualesquiera registros expresivos y vocales, Jaho siempre hace m¨²sica y transmite indefectiblemente emoci¨®n. Despegada de la partitura, cambiando adecuadamente de vestido (del rojo sangre al verde pastel) y despoj¨¢ndose de los anillos tras la peculiar metamorfosis que experimenta en el segundo acto, suyos fueron los momentos musicales y expresivos m¨¢s valiosos de la interpretaci¨®n.
A su lado, Pl¨¢cido ?que, al margen de cualesquiera otras consideraciones, sirve sin duda para todos los que cantan y tocan a su lado de un importante acicate de inspiraci¨®n? mantuvo el tipo, que no es poco, porque Athana?l es un papel exigente y que requiere una presencia casi constante en el escenario. Muy dependiente de la partitura, empez¨® con un enorme br¨ªo, aunque enmudeci¨® extra?amente al final de su d¨²o del segundo acto, antes de la Meditaci¨®n, que concluy¨® Jaho en solitario. Mejor en la efusi¨®n l¨ªrica que en el arioso o el recitativo y algo agazapado en los concertantes, el madrile?o hizo gala de su efusividad habitual, pero no fue suficiente para equipararse al dramatismo de su compa?era, que mostr¨® una interiorizaci¨®n mucho mayor del personaje y de su m¨²sica.
En el resto de los papeles destac¨® el Pal¨¦mon muy bien cantado de Jean Teitgen (en un exquisito franc¨¦s), el empuje de Michele Angelini en el papel un tanto insustancial de Nicias y la valiente coloratura de Sara Blanch, confirmando la excelente impresi¨®n que ya caus¨® en El gallo de oro. Y no ser¨ªa justo concluir sin ensalzar la labor del coro, que cant¨® sin partitura y que estuvo sobresaliente en todas sus intervenciones, ya cantara al completo o en grupos reducidos. Para ellos, no hay ¨®pera peque?a.
Babelia
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