El veneno de las serpientes de verano
La playa, el sol, la paella... y esas noticias en las que los medios no reparar¨ªan el resto del a?o pero que explotan en agosto. El autor teoriza sobre el recurso informativo m¨¢s estival
A¨²n no me han llamado, pero no tardar¨¢n. Por estas fechas, un martes o un mi¨¦rcoles cualquiera, suena el m¨®vil y alguien me pregunta por qu¨¦ escribo. Suele ser un estudiante en pr¨¢cticas al que el redactor jefe de su peri¨®dico le ha dicho que telefonee a cuatro o cinco autores, les pregunte por qu¨¦ escriben y organice luego con ese material un texto entretenido para el cuaderno de verano.
Siempre llaman a escritores (perd¨®n, y a escritoras: el puto gen¨¦rico no las abarca), jam¨¢s a representantes de otras profesiones, por inveros¨ªmiles que parezcan. Significa que el hecho de escribir se percibe como raro. Y lo es. Si el tiempo y las energ¨ªas que dedica uno a componer una novela las dedicara al adulterio, al aprendizaje de idiomas o a la acumulaci¨®n de m¨¢steres como los de Cifuentes y Casado, obtendr¨ªa en cualquiera de estos territorios beneficios infinitamente superiores a los que se perciben tras la publicaci¨®n de un libro.
Lo que yo vengo pregunt¨¢ndome desde hace a?os es por qu¨¦ a ning¨²n redactor jefe se le ha ocurrido hacer el mismo reportaje, pero con ginec¨®logos.
¡ª?Usted por qu¨¦ es ginec¨®logo?
Me vuelve loco la idea de averiguar por qu¨¦ un joven de una familia corriente decide dedicarse a esta disciplina. Hablo de un chico que no haya dado problemas en casa, que haya sacado adelante sus estudios sin recurrir a profesores particulares, y que tampoco haya mostrado desviaciones psicol¨®gicas preocupantes. Un muchacho est¨¢ndar, en fin, de clase media u obrera, con un ¨ªndice de inteligencia ni muy alto ni muy bajo. Un adolescente del mont¨®n que, acabada la secundaria, se matricula en Medicina y desde all¨ª da el salto mortal a la Ginecolog¨ªa.
?Por qu¨¦?, me pregunto, ?Qu¨¦ le ha pasado por la cabeza a este muchacho? ?Hay un momento fundacional en el que un hombre recibe esa llamada? ?A qu¨¦ edad suele darse? ?Se trata de una revelaci¨®n o de un proceso lento a cuyo final se accede por descarte de otras especialidades? Entre los escritores (y escritoras: de nuevo el puto e insuficiente gen¨¦rico) no es raro hallar sujetos que ya a los siete a?os escrib¨ªan cuentos. ?Pero se sabe de alg¨²n var¨®n que a esa edad indagara entre las piernas de las mu?ecas en busca de las enfermedades del sistema reproductor femenino?
Todo son misterios. Y de eso va este humilde texto: del misterio de las ¡°serpientes de verano¡±, tal y como denominamos aquellas informaciones o noticias a las que ning¨²n peri¨®dico prestar¨ªa atenci¨®n durante el invierno, pero que en esta ¨¦poca alcanzan una relevancia inusitada. El ¡°por qu¨¦ escribe usted¡± es una de ellas. El ¡°por qu¨¦ es usted ginec¨®logo¡± deber¨ªa formar parte del cat¨¢logo, aunque a nadie se le ha ocurrido incluirla todav¨ªa.
La serpiente de verano por antonomasia (signifique lo que signifique antonomasia) fue durante mucho tiempo el monstruo del lago Ness, hoy pr¨¢cticamente extinguido por los excesos del consumo. Este animal prest¨® impagables servicios a la prensa estival, aunque la mayor¨ªa de la gente cre¨ªa en ¨¦l por entretenimiento, como se cree provisionalmente en los ovnis o en el Yeti o en las caras de B¨¦lmez, asuntos tambi¨¦n muy veraniegos porque es propio del calor bajar la guardia para entregarse a esoterismos que en enero o febrero, quiz¨¢ debido al fr¨ªo, no funcionan.
De ah¨ª que muchas serpientes de verano se refieran a cuestiones de orden paranormal, transmisoras de un sentimiento de trascendencia que act¨²a como suced¨¢neo de las religiones perdidas. No es raro, por ejemplo, que en la casa de veraneo haya fantasmas. Pasa tanta gente por ellas y resultan tan numerosas las energ¨ªas positivas, negativas o neutras que dejan en su atm¨®sfera, que lo raro ser¨ªa no escuchar ruidos a media noche, tal vez los gemidos de un anciano que muri¨® por una intoxicaci¨®n de marisco en mal estado, o el llanto de un ni?o ahogado en el barre?o donde se ba?aba mientras sus padres preparaban la cena (ese barre?o de los de cinc que sigue debajo de la vieja pila de m¨¢rmol de la cocina).
Las serpientes de verano tienen, entre otras, la misi¨®n de separar lo verdadero de lo falso. De hacernos creer, para ser m¨¢s precisos, que entre lo verdadero y lo falso existe una frontera n¨ªtida. Dicho de otro modo: no es que en noviembre no se publiquen serpientes de verano, sino que, debido a un consenso general, las tomamos como leones de invierno. Trump, sin ir m¨¢s lejos, es una serpiente de verano que ha logrado imponerse durante el resto de las estaciones. Hay personas a las que a los 30 a?os les dan dos meses de vida y luego viven hasta casi los 80 (Stephen Hawking, por ejemplo). Pero lo normal es que, alcanzado septiembre, nos dejemos de tonter¨ªas con un hasta aqu¨ª hemos llegado. Los platillos volantes estaban bien para las cenas al aire libre y las consecuentes lluvias de estrellas (las Perseidas, las Gem¨ªnidas y todo eso) caracter¨ªsticas de agosto. Pero en el oto?o hay que volver a la realidad, signifique lo que signifique realidad.
Asuntos paranormales, dec¨ªamos, pero tambi¨¦n investigaciones idiotas ocupan las p¨¢ginas de los peri¨®dicos m¨¢s serios del mundo durante las vacaciones estivales. As¨ª, el 28 de agosto de 2011, EL PA?S se hac¨ªa eco (no sin un toque de iron¨ªa que funcionaba como coartada) de un estudio del Instituto Nacional de Ciencia y Tecnolog¨ªa Avanzadas de Tsukuba (Jap¨®n) seg¨²n el cual el caf¨¦ matinal despertaba los sentidos y prove¨ªa al consumidor de una percepci¨®n optimista de la jornada que ten¨ªa por delante. No era todo: una vez instalado en el puesto de trabajo, el cafetero deber¨ªa tratar mal a sus compa?eros para no perder la energ¨ªa con la que hab¨ªa salido de casa. De hecho, seg¨²n el Mendoza College of Business de la Universidad de Notre Dame (EE UU), los arrogantes cobraban un 18,31% m¨¢s que los pusil¨¢nimes. Obs¨¦rvese la precisi¨®n milim¨¦trica del porcentaje: un 18,31. Nada de redondear cuando el trabajo tiene una base cient¨ªfica indiscutible.
En las primeras semanas de agosto de 2009 los medios espa?oles contaron con gran despliegue la historia de un gastr¨®nomo suizo que se hab¨ªa ido de elBulli sin pagar. ?Un gastr¨®nomo que hab¨ªa comido gratis en un restaurante de lujo! El no va m¨¢s. Los redactores de guardia hab¨ªan olvidado que noticia es cuando un ni?o muerde a un perro y no al rev¨¦s.
?Ser¨ªa por casualidad que Cecilia Gim¨¦nez, la restauradora del eccehomo de la iglesia de Borja (Zaragoza) saltara a la fama tambi¨¦n en pleno mes de agosto? Pues no, no hay casualidades, todo est¨¢ conectado de forma subterr¨¢nea. Si la memoria no nos miente, durante esta ¨¦poca suele aparecer agua en Marte cada a?o. Si hay agua, seguramente habr¨¢ vida, etc¨¦tera.
Las serpientes de verano, primas hermanas de la ficci¨®n, conviven sin problemas con los relatos o novelas por entregas que tambi¨¦n durante estas fechas suelen publicar los peri¨®dicos. Significa que el verano es un tiempo para novelar y el oto?o un tiempo para desnovelar. Novelar y desnovelar: he ah¨ª los ciclos fundamentales de la existencia, como la vigilia y el sue?o. Sean bienvenidas, pues, las serpientes, los libros le¨ªdos en la playa y los romances veraniegos con fecha de caducidad. Ya habr¨¢ tiempo de despertar durante el viaje de vuelta a la ciudad de origen.
Por cierto, que en este mismo instante suena mi m¨®vil, que permanece junto al ordenador en el que redacto estas l¨ªneas. Seg¨²n la pantalla, n¨²mero desconocido. Descuelgo imprudentemente.
¡ªD¨ªgame, digo.
El interlocutor se identifica como un estudiante en pr¨¢cticas de un peri¨®dico. Llama para preguntarme por qu¨¦ escribo.
¡ªPero yo no soy escritor, soy ginec¨®logo, replico.
¡ªPerdone, se disculpa el muchacho.
Y cuelga sin interesarse, incompresiblemente, por los fundamentos que me condujeron a abrazar esa carrera.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.