Los peligros de la navegaci¨®n (por Internet)
El primer intento de llegar a ?taca termina en fracaso. Al llegar al puerto el barco ya se ha ido. El plan B tampoco funciona
Paul Morand, que escribi¨® que cab¨ªa esperar m¨¢s de un billete de tren que de uno de loter¨ªa, escribi¨® tambi¨¦n que todo viajero, al hacer la maleta, deber¨ªa pensar que un d¨ªa tendr¨ªa que cargarla. Ha llegado ese d¨ªa. El ferri de Lesbos atrac¨® en el Pireo con una puntualidad que ser¨ªa el orgullo de la Troika y en la estaci¨®n de Kifissos, en Atenas, el autob¨²s de Patras enfil¨® sin demora hacia el Peloponeso. Ayudaba una inscripci¨®n en el parabrisas: God Is My Copilot. Los griegos saben mejor que nadie que conviene tener a un dios al lado. Ulises se enemist¨® con Poseid¨®n y anduvo 10 a?os tratando de regresar a ?taca.
Cruzado el canal de Corinto, el mar Egeo desaparece a nuestra izquierda. Lo sustituye, a la derecha, el J¨®nico. Pese a la noche en vela a bordo del Nissos Samos, la noveler¨ªa del paisaje combinada con un bachillerato de letras impide cerrar los ojos. El turismo de investigaci¨®n tiene sus servidumbres. La entrada en Patras es m¨¢s lenta de lo previsto y se acumula el retraso suficiente para que ahora el or¨¢culo hable por boca de la empleada que vende los billetes: el ferri a ?taca acaba de marcharse. No hay otro hasta ma?ana.
El Ulises guerrero razonable de la Il¨ªada se transforma en la Odisea en un astuto h¨¦roe que se vuelve en la Eneida un p¨ªcaro sin escr¨²pulos. Pese a todo, no cuesta entender su pesadumbre despu¨¦s de 30 horas sin dormir cabalmente. ¡°H¨¢blame, Musa, del hombre de m¨²ltiple tretas que por muy largo tiempo anduvo errante, tras haber arrasado la sagrada ciudadela de Troya¡¡±. Ante el silencio de la musa y de la taquillera, lo mejor ser¨¢ desayunar por cuarta vez, consolarse y cambiar de estrategia. Buscar al menos una cafeter¨ªa que se llame ?taca y recordar all¨ª que el empe?o de Schliemann en demostrar que la Troya hom¨¦rica estuvo donde la actual no tuvo el mismo ¨¦xito con la casa de Ulises. En su isla no queda ni rastro, dicen.
El plan B era viajar a Igoumenitsa, a 200 kil¨®metros, para estar en Venecia el d¨ªa se?alado para el fin del viaje. Internet, ese pi¨¦lago, recog¨ªa tres salidas diarias desde Patras. Y era verdad a medias. Los ferris salen, pero camino de Italia. No permiten bajar en las escalas. Las navieras se han repartido los recorridos para que cada puerto tenga su actividad. La opci¨®n es volver al autob¨²s, que sale en¡ 11 horas. Tampoco funcionan las consignas y ah¨ª es donde entran en escena Morand y su maleta.
Patras es una gran urbe ¡ªla tercera de Grecia¡ª, pero parece algo venida a menos. El centro es una cuadr¨ªcula que recuerda la baixa de Lisboa. Pese a contar con un ode¨®n romano y un castillo en la antigua acr¨®polis, cotiza tan tur¨ªsticamente a la baja que las postales que venden son de Atenas. Eso s¨ª, en la calle principal hay un Zara Home. Tal vez Patras sea ?taca ¡ªsweet home¡ª por otros medios. Sigue, con todo, siendo un puerto fundamental en el sur de Europa. El a?o pasado lo usaron 500.000 pasajeros internacionales, dos veces los habitantes de la ciudad. La cifra no pasa de 21.000 en el caso de los recorridos internos. ?La raz¨®n es el puente de m¨¢s de dos kil¨®metros que cruza desde 2004 el golfo de Corinto.
CLAVES DEL VIAJE
Recorrido: El Pireo (puerto de Atenas) - Patras.
Distancia: 211 kil¨®metros.
Duraci¨®n: 2,30 horas.
Velocidad m¨¢xima: 130 km/h.
Medio de transporte: Autob¨²s de l¨ªnea.
Precio del billete: 20,70 euros.
Lectura recomendada: El viaje, de Paul Morand y?El legado de Homero, de Alberto Manguel.
El puerto, que sigue en su esplendor, est¨¢ adem¨¢s muy vinculado a un invento revolucionario: el barco de vapor. La ruta abierta en 1837 entre Trieste y Estambul ¡ªcon escala en Patras¡ª cambi¨® para siempre el Mediterr¨¢neo. Cuatro a?os antes de que se abriera, una aseguradora llamada Lloyd Austriaco cre¨® una naviera en la propia Trieste, el gran puerto del imperio austroh¨²ngaro. M¨¢s que el transporte de mercanc¨ªas, era el traslado del correo y de las transferencias bancarias la principal tarea de buques en los que la maquinaria ocupaba tanto que nunca se pens¨® que un d¨ªa pudieran transportar carga. En dos semanas se llegaba a Turqu¨ªa desde el norte de Italia. La mitad que en velero. No extra?a que los Rothschild se hicieran con la compa?¨ªa. Las primeras pruebas de traves¨ªas por el Mediterr¨¢neo se remontan al a?o 11.000 antes de Cristo. Trece mil a?os despu¨¦s de que alguien desembarcara en las C¨ªcladas, los viajes dejaron de estar a merced de los vientos y de la fuerza de los remeros. Adem¨¢s de la velocidad, los nuevos nav¨ªos introdujeron algo que han heredado los actuales ferris: la regularidad.
D¨ªas m¨¢s tarde, en el ferri a Brindisi, Olimpia Chanoti recordar¨¢ sus viajes de 35 horas ¡ªahora se tardan 30¡ª entre Patras y Venecia. Tiene 51 a?os y se ocupa de la tienda de regalos. Seg¨²n la antigua ley, como trabajadora del mar podr¨ªa retirarse el a?o que viene ¡ª¡°cada d¨ªa en un barco equivale a dos y yo llevo embarcada desde los 18¡±¡ª, pero una reforma ha fijado la edad de jubilaci¨®n en los 67 para todo el mundo: ¡°Esto es el ej¨¦rcito. Pasas seis meses yendo y viniendo, trabajando 15 horas al d¨ªa. Luego dicen los europeos que en Grecia no se trabaja¡±. En la tienda, se queja, ni le da el sol, pero su padre ya era marino, en Creta, y a ella le pierde, eso lo reconoce, la ¨¦pica del oficio: ¡°Al menos viajas. Un invierno vi Venecia nevada. Despu¨¦s de un d¨ªa y medio metidos en el ferri el puerto estaba cerrado: faltaba visibilidad. Lleg¨¢bamos al l¨ªmite y nuestro capit¨¢n dijo que, bajo su responsabilidad, ten¨ªa derecho a atracar. Pidi¨® a los empleados de tierra que orientaran los coches hacia el barco y que encendieran las luces. Y entramos¡±.
Babelia
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