Madonna, soledad en la cumbre
La artista, a punto de cumplir los 60 a?os, es un burbujeante icono que desborda todos los patrones sobre la vigencia de las cantantes pop y su relevancia social
Este jueves 16 de agosto, Madonna Louise Ciccone cumple los 60 a?os. Lo hace, profesionalmente hablando, en soledad: Michael Jackson y Prince, que al igual que ella nacieron en 1958, ya no son competencia. Una cruel paradoja: dos enemigos de las drogas callejeras que se dejaron atrapar por la potente farmacopea legal; dos genios finalmente v¨ªctimas de una implacable ¨¦tica del trabajo que Madonna comparte, pero que s¨ª ha sabido domesticar. Aparte, ella eligi¨® mejor en el Supermercado Espiritual: la flexible C¨¢bala en vez del milenarismo de los Testigos de Jehov¨¢.
Madonna est¨¢ m¨¢s all¨¢ de la cumbre. Ella patent¨® el modelo de estrellato que ahora mismo domina en el negocio musical: las divas (y aspirantes a divas) que alternan las baladas con las piezas bailables, responsables de espect¨¢culos deslumbrantes, orgullosas de su sexualidad. Abeja reina de la colmena pop, Madonna otorga su bendici¨®n a Britney Spears, Christina Aguilera, MIA, Nicki Minaj y otras alumnas. Goza adem¨¢s de la adulaci¨®n global, incluyendo el estamento acad¨¦mico: es presencia constante en los cursos de Estudios Culturales.
Un ejemplo reciente de esa fascinaci¨®n intelectual es Bitch She¡¯s Madonna. La reina del pop en la cultura contempor¨¢nea, obra colectiva coordinada por Eduardo Vi?uela, profesor en la Universidad de Oviedo. Se trata de un libro hermoso, envuelto en una portada plateada, con un estimulante contenido que alterna reflexiones coloquiales con miradas eruditas. Exige, eso s¨ª, cierta suspensi¨®n de las facultades cr¨ªticas y la inmersi¨®n a ciegas en un universo definido por la divinidad de Madonna. Es decir, nos sit¨²a en el pa¨ªs de los fans.
1983 fue el a?o cero de la Era Madonna, gracias a su primer ¨¦xito internacional, Holiday. La Era Madonna exige minusvalorar a sus predecesoras, que no parecen existir en Bitch She¡¯s Madonna, aparte de menciones a personajes dram¨¢ticos como Janis Joplin o Patti Smith. Se olvidan as¨ª de cantantes-compositoras con mundo propio y repertorio original, como Carole King, Joni Mitchell o Kate Bush. Igualmente, se prescinde de la rica tradici¨®n de las cantantes negras surgidas en los sesenta, como Aretha Franklin, Diana Ross y, ya por el lado salvaje, Nona Hendryx, Betty Davis o Grace Jones.
As¨ª, despejada de rivales, se atribuyen m¨¦ritos prodigiosos a Madonna. Por ejemplo, se considera un descubrimiento ¨²nico la utilizaci¨®n de diferentes productores en el mismo proyecto: ¡°Ella es capaz de tener varias manos trabajando en un disco y conservar su sonido logrando que no sea dispersos, sino heterog¨¦neo¡±. En realidad, se trata de una f¨®rmula discogr¨¢fica legitimada por Tina Turner a principios de los ochenta. Su ¡°olvido¡± sugiere la sombra de los prejuicios sobre la edad y, desde luego, contra la imagen rockera de Turner.
Artista pop
Estamos ante uno de los puntos esenciales para entender a Madonna: es una artista pop. Repitan conmigo: pe-o -pe. Pop. Nada tiene que ver con el rock, aparte de los contactos sociales derivados de haberse movido por locales de ensayo y algunos garitos modernos del downtown neoyorquino. Puede tener amables palabras para Chrissie Hynde o Debbie Harry, aunque ¡ªsi dejamos aparte los discos de Blondie en onda bailable¡ª no se aprecian influencias.
En sus a?os oscuros, Madonna form¨® parte de abortados grupos de rock, tocando guitarra y bater¨ªa, pero debemos contabilizarlos en el libro de cuentas del aprendizaje. Decidi¨® que la democracia musical no era lo suyo y que iba para solista; tras ¨¦picas peleas, consigui¨® que en el estudio de grabaci¨®n y en el local de ensayo se hiciera su voluntad. Est¨¦ticamente, intu¨ªa que ¡ªa pesar de la defunci¨®n oficial de la m¨²sica disco¡ª hab¨ªa un inmenso mercado en las pistas de baile, dinamizado por el fiel p¨²blico gay.
Incluso cuando ten¨ªa todo el margen de actuaci¨®n, Madonna nunca ha recurrido a las jugadas autom¨¢ticas de las luminarias del rock en busca de una pr¨®rroga del partido: ni la colecci¨®n de versiones ni el desenchufado ni los duetos. La ¨²nica concesi¨®n han sido los discos live, a pesar de la severa reprimenda de un int¨¦rprete de la vieja escuela, Elton John, escandalizado ante su abuso del playback.
Resulta curioso que Elton, tan amante del show y los disfraces, no haya captado la especificidad de los directos de Madonna. Los suyos son espect¨¢culos de vedete, donde priman las coreograf¨ªas, los efectos visuales, las travesuras escenificadas. Una versi¨®n hi-tech de los montajes de variet¨¦s, donde las canciones son el gancho para los elementos extramusicales que construyen el personaje Madonna.
Lo que no implica descuido de la m¨²sica, aunque sabemos que su elaboraci¨®n no es la principal ocupaci¨®n de Madonna. Su longevidad comercial obedece a su comprensi¨®n de la necesidad de novedades audiovisuales en el pop y, por consiguiente, a su fino olfato para reciclar hallazgos (relativamente) underground, aptos para potenciar una propuesta que aspira a ser mainstream, para todos los p¨²blicos.
Desde sus inicios, Madonna fue acusada de vampirizar el talento ajeno. Una obviedad: la utilizaci¨®n de colaboradores es su modus operandi. Tiene acceso a los productores m¨¢s solicitados y ha recurrido a ellos para trabajos puntuales: Babyface, Nile Rodgers, Diplo, Kanye West, Nellee Hooper, Pharrell Williams, Justin Timberlake, hasta Prince. Con todo, prefiere a m¨²sicos de perfil bajo, con los que puede establecer lealtades de largo recorrido: William Orbit, Mirwais, Stuart Price. No hay ocasi¨®n de malentendidos: ser¨¢n aparcados cuando aparezca alguien de mayor utilidad.
Esto no implica desprecio por los creadores. Todo lo contrario. Lo vemos en su faceta como empresaria, al frente de Maverick, esencialmente una discogr¨¢fica y productora audiovisual, que funcion¨® entre 1992 y 2004. En general, los sellos a cargo de artistas no evolucionan m¨¢s all¨¢ del masaje para el ego. Sin embargo, Maverick tuvo una existencia pr¨®spera: lanz¨® a fen¨®menos como Alanis Morissette y el grupo Candlebox. Madonna tambi¨¦n rentabiliz¨® sus rastreos por la m¨²sica electr¨®nica, consiguiendo los derechos de artistas brit¨¢nicos ¡ªThe Prodigy, Paul Oakenfold, el citado William Orbit¡ª para el mercado estadounidense.
Sus fichajes pudieron comprobar que su entusiasmo era genuino, aparte de contemplar el Efecto Madonna en la compa?¨ªa matriz, el Warner Music Group: temerosos de sus modos imperiales, los ejecutivos ced¨ªan ante sus exigencias. Hasta que, ya entrado el siglo XXI, los contables de Warner advirtieron que las condiciones impuestas por Madonna supon¨ªan p¨¦rdidas en un mercado encogido.
Lamentablemente, ella no siempre tiene enfrente gente preparada para decir ¡°no¡±. ?Ser¨ªa un pecado sugerir que se ha agriado su talante? En los ochenta, era una entrevistada ideal: juguetona, p¨ªcara, aguda. Veinte a?os despu¨¦s, se hab¨ªa transformado en una intimidante presencia musculada. Una menci¨®n m¨ªa a Cher, cantante que s¨ª logr¨® una carrera s¨®lida en Hollywood, despert¨® una hiriente agresividad. Su jefa de prensa, Liz Rosenberg, me arrebat¨® la hoja de preguntas y procedi¨® a reventarme la entrevista. Se re¨ªan como ni?as malas.
La reina de los bandazos
Los treinta a?os de vida p¨²blica de Madonna muestran que ha sabido romper tab¨²es religiosos y sexuales, sin pagar un precio excesivo por sus "esc¨¢ndalos". De hecho, se puede decir que vivimos en un mundo anticipado por Madonna, un planeta de voyeurs con gran tolerancia para la diversidad sexual.
Sin embargo, ha patinado cuando ha salido fuera de su zona de confort. American life (2003), te¨®ricamente su disco pol¨ªtico, contaba con un video lacerante, donde la guerra de Irak invad¨ªa un desfile de modas, con la presencia de un sosias de George W. Bush. Como si buscara la confrontaci¨®n, el contenido se adelant¨® a un medio ultraconservador. Posteriormente, tal vez recordando el castigo infligido a las Dixie Chicks, hizo la comedia de retirar el v¨ªdeo (en verdad, se difundi¨® discretamente) con l¨¢grimas de cocodrilo: "Mi respeto para las Fuerzas Armadas, a las que apoyo y por las que rezo".
A finales de 2012, estaba preparando con el fot¨®grafo Steven Klein un corto para publicitar una l¨ªnea de calzados y lencer¨ªa. Sus socios se echaron atr¨¢s y Madonna decidi¨® asumir los gastos y reconvertirlo en un alegato a favor de la libertad de expresi¨®n. El resultado, bautizado secretprojectrevolution (as¨ª, todo junto y en min¨²sculas) provoca bochorno: 17 minutos de porno chic rodado en blanco y negro; sadomaso, tortura, violencia en danza, sobre el cual se insertan arengas de Madonna en directo y pedantes citas de Sartre y Godard.
Al menos, pod¨ªa escudarse en que se trataba de una improvisaci¨®n (si tal concepto es compatible con Madonna). En el caso de W.E. (2011), su segundo largometraje como realizadora, se trataba de un proyecto iniciado seguramente en la ¨¦poca en que pretend¨ªa integrarse en la alta sociedad londinense. Pero, ah, decidi¨® educar a sus nuevos vecinos, reivindicando al rey Eduardo VIII y a la aventurera estadounidense por la que renunci¨® al trono, Wallis Simpson. No col¨®: Eduardo fue un descerebrado simpatizante del nazismo, cercano a la traici¨®n, y ella le alent¨®. Son manchas que ni siquiera Madonna puede limpiar.
Babelia
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