La maleta lectora de los pol¨ªticos
??igo Errej¨®n, Carmen Mont¨®n, Andrea Levy, Marta Rivera de la Cruz y Alberto Garz¨®n dejan por unos d¨ªas de este verano los papeles e informes y explican los libros que les han marcado
Comparten su dedicaci¨®n a la pol¨ªtica. Se han consolidado en puestos de relevancia pol¨ªtica a pesar de su juventud. Y todos ellos intentan aprovechar las vacaciones de verano para leer algo m¨¢s que papeles o dosieres habituales el resto del a?o. La ministra de Sanidad, Carmen Mont¨®n (42 a?os, licenciada en Medicina, PSOE), los diputados nacionales ??igo Errej¨®n (34, Ciencias Pol¨ªticas, Podemos), Marta Rivera de la Cruz (47 a?os, escritora, Ciudadanos) y Alberto Garz¨®n (32 a?os, Econom¨ªa, IU) y la diputada auton¨®mica catalana Andrea Levy (34 a?os, Derecho, PP) explican qu¨¦ est¨¢n leyendo ahora y qu¨¦ lecturas han marcado sus veranos, una ¨¦poca propicia para olvidar obligaciones y dejarse llevar por las aficiones.
??IGO ERREJ?N
¡°Houellebecq es un reaccionario con cierta lucidez provocadora¡±
El verano es la estaci¨®n del tiempo lento, de los placeres sencillos y de la lectura. Hacer la maleta para unas vacaciones es siempre enfrentarse a la dif¨ªcil decisi¨®n de qu¨¦ libros quedar¨¢n fuera. Adem¨¢s, los libros en el verano se leen de otra forma: m¨¢s seguida, m¨¢s intensa. Dejan un poso diferente, m¨¢s n¨ªtido y duradero. Cada verano es en realidad una unidad de tiempo y de lectura, un ciclo con sentido propio. Por eso, cada verano este art¨ªculo me saldr¨ªa diferente. Siempre he sido desordenado para los recuerdos y los nombres, as¨ª que los m¨¢s recientes o que evocan m¨¢s cosas en el presente se superponen y sobresalen. En este verano de 2018 me vienen a la cabeza tres:
El coraz¨®n es un cazador solitario, de Carson McCullers. No creo que lo hubiese comenzado de no tenerlo a mano en una noche sin m¨¢s libros al alcance. Me encontr¨¦ en seguida desbordado por una narrativa poderosa y sencilla, que no ahorra sentimientos complejos. John Singer es mudo y por ello supone el punto de encuentro de muchos personajes que, en una peque?a ciudad del sur estadounidense, comparten poco m¨¢s que su soledad y su subordinaci¨®n: un tabernero que apenas puede salir de su bar, un comunista alcoh¨®lico que habla solo, una adolescente que pelea contra su destino de mujer y un m¨¦dico negro que ha cumplido siempre con todas las normas y aun as¨ª no sale de la exclusi¨®n y miseria. Todos hallan en el silencio del mudo algo de la empat¨ªa y la paz que no encuentran. McCullers, jovenc¨ªsima, firma una novela magistral, una cr¨®nica social que, sin proclamas ni etiquetas, destila ternura por los perdedores: una radiograf¨ªa de la vulnerabilidad que ella, sin los complejos narrativos de tantas voces masculinas, domina. Pero hace algo m¨¢s: cuenta una sobrecogedora historia de amor. Singer escucha a todos y vive para pasar cada d¨ªa por la tienda donde trabaja su compa?ero de piso, para esperarlo en casa, para cenar vi¨¦ndole cenar. Apenas hablan, porque los dos son mudos y el compa?ero de Singer no domina bien el lenguaje de signos. Tampoco es guapo, listo o sofisticado, ni siquiera es cari?oso. Y sin embargo Singer no puede hacer otra cosa que entregarle un amor generoso hasta el dolor.
El presidente que no fue, de Miguel Bonasso. Me lo regal¨® un amigo que me acompa?¨® en una de mis rutas de librer¨ªas en Buenos Aires. Me lo recomend¨® para sumergirme en los terribles, tan prometedores y tan brutales, a?os setenta en Argentina. En una generaci¨®n que all¨ª, como en muchos otros lugares del mundo, en la oleada del largo 68 de la que este a?o se cumplen 50 a?os, acarici¨® la posibilidad de cambiar la historia, de hacer cotidianas las proclamas, las banderas, la emancipaci¨®n del hombre. En 1973 en Argentina hubo un presidente, H¨¦ctor C¨¢mpora, que se miraba en Allende, que apenas dur¨® 11 convulsos meses y que fue aupado por una generaci¨®n de jovenc¨ªsimos militantes con los que poco despu¨¦s se cebar¨ªa la dictadura genocida de la Junta Militar. La historia de aquella generaci¨®n, el regreso de Per¨®n del exilio, las ingenuidades y las traiciones, la generosidad y la miseria, se suceden a toda velocidad en un thriller pol¨ªtico que querr¨ªas olvidar para poder volver a leerlo. Cuando la pol¨ªtica se oscurece, la novela negra puede analizarla mejor que el ensayo.
La posibilidad de una isla, de Michel Houellebecq. Un libro de varias historias. Houellebecq es un reaccionario y eso le otorga una cierta lucidez, melanc¨®lica y provocadora, para dar cuenta de la angustia contempor¨¢nea por el fin de la comunidad, de las ideas de trascendencia y las identidades s¨®lidas. Un cierto neoliberalismo tontorr¨®n -sorprendentemente abrazado por muchas izquierdas- nos contaba que desprovistos de cualquier lazo duradero ser¨ªamos libres. En realidad, estamos m¨¢s solos, m¨¢s d¨¦biles, tenemos m¨¢s miedo. Houellebecq y su prosa ¨¢cida, precisa, descarnada, narran algunos de los meandros por el que las personas buscamos calor, compa?¨ªa, trascendernos. Los caminos parecen disparatados, sin relaci¨®n entre s¨ª, en diferentes ¨¦pocas y situaciones. Al final, todos ellos parecen el mismo: una huida ciega y accidentada de la soledad, de la fatalidad de que seamos reemplazables. Dudo mucho que Houellebecq tenga las respuestas, pero tiene las preguntas para enfrentar la anomia de nuestras sociedades.
CARMEN MONT?N
¡°Saramago ayuda a relativizar todo lo que rodea la muerte¡±
Este verano he metido en la maleta tres libros muy diferentes pero cada uno me ha hecho incorporar otras perspectivas y reflexiones sobre aspectos cotidianos, como la mirada de la infancia, la muerte o la realidad de los tiempos que vivimos, donde la intolerancia cada vez quiere abrirse paso de una forma m¨¢s obscena y burda. El primero ha sido El Principito, un libro que he elegido para leer con mi hija, Carmen, que me ha hecho redescubrirlo a trav¨¦s de los ojos de la ni?ez al ver c¨®mo ella se impresionaba en ciertos momentos, como cuando el Principito echa de menos a su rosa o llega el final con la serpiente. Lo le¨ªmos juntas por primera vez cuando ella ten¨ªa cinco a?os y ahora me doy cuenta de que, con siete, ha empezado a entender muchas m¨¢s cosas y a emocionarse con todo lo que forma parte del aprendizaje de la vida, como el amor, la amistad o incluso la muerte.
Los dos siguientes han sido lecturas solo para m¨ª que he le¨ªdo de un tir¨®n en la playa, uno de los mejores lugares para leer (si hay una buena sombra). Las intermitencias de la muerte, de Jos¨¦ Saramago, es un buen libro para relativizar todo lo que rodea a la muerte y darle una perspectiva diferente. Presenta un pa¨ªs en el que nadie muere, que podr¨ªa pensarse que es uno de los anhelos de la humanidad, la inmortalidad, pero entonces aparecen otros problemas: sociales, econ¨®micos, filos¨®ficos o religiosos. Hasta el momento en que alguien decide cruzar la frontera para llegar a un pa¨ªs en el que poder morirse. Sin nombrar la eutanasia, Saramago habla y plantea la necesidad tambi¨¦n de la muerte como parte de la vida. Una idea que comparto en pleno proceso parlamentario, como estamos, de debate de una ley con la que se pueda decidir el momento de la muerte.
La tercera lectura es Una herencia sin testamento: Hannah Arendt, de Fina Birul¨¦s, donde la autora hace un an¨¢lisis al pensamiento de la fil¨®sofa alemana, que es capaz de llamar a las cosas por su nombre y sin ninguna concesi¨®n. Mucho de lo que analiza en su ¨¦poca est¨¢ vigente y es extrapolable a la actualidad. Me gusta por ejemplo la referencia a que ¡°cierta sordera a los significados ling¨¹¨ªsticos tiene como consecuencia un tipo de ceguera ante las realidades a las que corresponden¡± que bien nos puede servir para decir que el uso de ciertas palabras nos hace invisibilizar la realidad que nos rodea.
Quiz¨¢s despu¨¦s de esta frase cuando alguien de forma t¨¦cnica haga referencia a menas, de forma abreviada para referirse a menores extranjeros no acompa?ados recordemos su verdadero significado, que son ni?os, ni?as y adolescentes solos. Arendt es siempre una lectura recomendable, una interlocutora molesta, que no quiere ganarse la simpat¨ªa de quien lee, y que nos explica que "lo esencial es comprender", "buscar nuevas v¨ªas para que el mundo no se nos torne ajeno". Arendt es una buena lectura para huir del totalitarismo y de las ideas convencionales, es una b¨²squeda de otras formas de pensar.
ANDREA LEVY
"S¨¢ndor M¨¢rai profundiza en nuestra propia vida¡±
Nos estamos acostumbrando a que las cosas brillen m¨¢s de la cuenta. Palabras y palabras que relucen mientras pasan en la luz incandescente de la pantalla. Incluso ahora las publicaciones nos advierten del "tiempo de lectura" de los art¨ªculos. La ansiedad por la inmediatez del conocimiento nos sit¨²a en una actualizaci¨®n permanente de nuestras pantallas. Todo parece querer alcanzarnos. Al menos, as¨ª es durante el resto de a?o. Sin embargo, en verano, cuando el ruido ya no acecha, es tiempo de recobrar el poder de elegir y dar nuestra propia luz a lo importante. Entonces, las lecturas ya no son parte de la rutina de trabajo sino que se convierten en un ¨ªntimo placer. Un solitario deseo que nos a¨ªsla en la necesaria lentitud que requiere el leer textos que no se acaban en la ¨²ltima p¨¢gina. En estos d¨ªas, novelas como El ¨²ltimo encuentro de S¨¢ndor M¨¢rai despliegan toda su trascendencia. Nos propone un ejercicio que no termina en el hilo argumental sino que profundiza en nuestra propia vida. Es de esos libros que a¨²n se mastican d¨ªas despu¨¦s de terminarlos. No se trata, como sabr¨¢n, de ninguna novedad literaria. Por ello, al leerlo he sentido de nuevo c¨®mo lo relevante se ha vuelto a poner en el justo equilibrio de mis prioridades de lectura. Ahora, tengo entre mis manos La muerte en Venecia de Thomas Mann, que tambi¨¦n, m¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota narrativa, nos invita a la introspecci¨®n moral. Para el verano quedaron tambi¨¦n los poemas de ?lvaro Petit, quien ha publicado este a?o su cuarto libro, Que a¨²n me duelas. La poes¨ªa requiere de una asimilaci¨®n pausada que encuentra su mejor espacio en estos d¨ªas. Ahora tambi¨¦n hay ocasi¨®n para lecturas como la propuesta de la joven escritora barcelonesa Laura Ferrero?El amor despu¨¦s del amor, un libro de retales sentimentales que se acompa?an de las ilustraciones de Marc Pallar¨¨s. Por cierto, Ferrero public¨® este a?o su primera novela Qu¨¦ vas a hacer con el resto de tu vida, un libro que devor¨¦ de una tirada seguramente por ser una voz generacional en cuyas historias y personajes nos reflejamos. Otro libro que ten¨ªa pendiente y ha encontrado su momento id¨®neo ha sido?Trabajo, piso, pareja de Zahara, que m¨¢s all¨¢ de sus canciones (y de ser una instagramer muy pizpireta) consigue hacernos re¨ªr y a la vez ofrecernos un manual de autoayuda para cuando las relaciones sentimentales dejan de ser cosa de ideales made in Disney y requieren un romanticismo funcional para su supervivencia. Por ¨²ltimo, inevitablemente se han colado en mi maleta un par de libros que me conectan con la actualidad pol¨ªtica. Con motivo del 50 aniversario de Mayo del 68 se han publicado distintos ensayos que analizan con perspectiva hist¨®rica y menor culto a la nostalgia los hechos que dieron lugar a lo que Ram¨®n Gonz¨¢lez F¨¦rriz llama un legado de individualismo en su libro?1968, el nacimiento de un nuevo mundo y Josemar¨ªa Carabante denomina una revuelta posmoderna en?Mayo del 68. Y ya para finales de agosto y como entrada al nuevo curso pol¨ªtico he dejado las 15 lecciones para la democracia que Daniel Gasc¨®n recopila en su libro "El golpe posmoderno" en el que disecciona el?proc¨¦s independentista, algo que espero que sea una historia cuyo final ya ha llegado. Para m¨ª ha sido una de las p¨¢ginas m¨¢s tristes que me ha tocado vivir como diputada en el Parlament. Esta s¨ª, espero, sea ya una pantalla pasada.
MARTA RIVERA DE LA CRUZ
¡°Goethe me abri¨® el camino de la literatura de ayudarnos a entender la vida¡±
Me hice lectora para luchar contra el aburrimiento de los d¨ªas grises, de los recreos castigada en el aula, de las tardes largas de los domingos¡ y de aquellos veranos de tres meses que llenaba con los vol¨²menes de Guillermo Brown, las chicas de Torres de Malory y Los Cinco de Enid Blyton. Era la literatura concebida como entretenimiento. Pero en el verano de 1985 el Werther de Goethe me abri¨® el camino al segundo poder de la literatura: el de ayudarnos a entender la vida. Viv¨ªa entonces un amor imposible, y le¨ª el Werther con la fiebre de los 15 a?os y la sensaci¨®n de que aquel alem¨¢n de nombre corto y elegante hab¨ªa escrito aquella novela para que yo la leyese. El verano siguiente fue el de?El amor en los tiempos del c¨®lera. Me angustiaba pregunt¨¢ndome c¨®mo romper con un novio fugaz, y me sorprendi¨® la naturalidad con que lo hac¨ªa Fermina Daza: "No, por favor. Olv¨ªdelo". Lleg¨® 1988 y me fui a Portugal con mis padres y los tres vol¨²menes de Los gozos y las sombras. Le¨ª?La pascua triste en una playa ardiente de la costa de Caparica, y me absorbi¨® de tal manera que sufr¨ª una insolaci¨®n. En 1990 una profesora de Literatura me hizo una lista de recomendaciones. Le¨ª?El memorial del convento, de Saramago, o El juego de los abalorios, de Herman Hesse. En el 93 pas¨¦ parte del verano en Londres y regres¨¦ v¨ªctima de una intensa anglofilia que alent¨¦ leyendo a Ian McEwan. En el 98 le¨ª?Buenos d¨ªas, tristeza, de Francoise Sagan. Desde entonces, cada vez que me ba?o en el mar me viene a la cabeza el di¨¢logo de Cecil y su padre "-El agua parece terciopelo fresco¡ -El terciopelo no es fresco. -Pues entonces, seda fresca". Al a?o siguiente me fui a Chipre, y met¨ª en la maleta?Hotel Nirvana, de Manu Leguineche. Lo dej¨¦ olvidado en un hotel de Ayia Napa, y siempre me he preguntado si alguien se lo qued¨®, o si pas¨® a formar parte de las indescifrables bibliotecas de los hoteles de viajeros despistados. En 2001 compr¨¦ en la cuesta de Moyano?El jard¨ªn de los Finzi Contini, de Giorgio Bassani. Recuerdo la piedad que despertaron en m¨ª aquellos j¨®venes que viv¨ªan, sin ellos saberlo, el ¨²ltimo verano dichoso de sus vidas. En 2002 me fui a La Habana, y en un puesto de la Plaza de Armas encontr¨¦?La ciudad de las columnas, de Alejo Carpentier. Lo le¨ª en mi hotel, estremecida de belleza, mirando por la ventana desde la que pod¨ªa tocar con la mano los guardavecinos de los que hablaba el texto. Del verano siguiente recuerdo?La perorata del apestado, de Gesualdo Bufalino. Y del verano de 2007?Vieja Nueva York, de Edith Wharton. En 2008 alquilamos un apartamento en Par¨ªs, y met¨ª en la maleta un libro que me hab¨ªa entusiasmado en la universidad: Sin blanca en Par¨ªs y Londres, de George Orwell. El verano de 2012 lo pas¨¦ en Pienza, en el coraz¨®n de la Toscana, y le¨ª por tercera vez Una habitaci¨®n con vistas, en las ma?anas de los desayunos, contemplando las suaves colinas doradas y los cipreses en forma de aguja que eran casi tan reales como los de E. M. Forster. En 2016, en Lisboa, compr¨¦ un ejemplar de viejo de?O primo Basilio, de E?a de Queiroz, y lo le¨ª en portugu¨¦s al borde de una piscina de agua verde. El verano pasado el libro?Bajo el ¨¢rbol de los toraya, de Philippe Claudel, entretuvo las horas de un vuelo entre Z¨²rich y Tokio, y me emocion¨¦ tanto con un pasaje que se me saltaron las l¨¢grimas. Recuerdo la suavidad con la que mi vecino de asiento, un hombre de negocios japon¨¦s, baj¨® sus ojos para no turbar mi llanto con su curiosidad. Y este verano que va por la mitad me esperan?Trilog¨ªa de la ocupaci¨®n, de Modiano,?C¨®mo comportarse en la multitud, de Camille Bordas, y la biograf¨ªa de Belmonte de Chaves Nogales. Me pregunto cu¨¢l de ellos recordar¨¦ con una sonrisa dentro de muchas vacaciones.
ALBERTO GARZ?N
¡±Me apasionan las lecturas sobre la neurolog¨ªa y la f¨ªsica¡±
El d¨ªa a d¨ªa de alguien en primera l¨ªnea pol¨ªtica apenas deja tiempo para lecturas calmadas. La mayor¨ªa de papeles que leemos tienen que ver con estrategias, programas o conflictos. En el caso de los economistas es habitual que adem¨¢s aprovechemos los huecos para leer los informes de instituciones como el Banco de Espa?a o el Banco Internacional de Pagos. Nada ligerito. Por eso agosto da alguna oportunidad para la lectura despegada de la actualidad.
Para empezar, este verano he continuado mis lecturas sobre ciencia. Me apasionan especialmente la neurolog¨ªa y la f¨ªsica. El pasado verano solo le¨ª cosas de f¨ªsica moderna. Este a?o he cambiado y ahora estoy con Ant¨®nio Dam¨¢sio y su El extra?o orden de las cosas, que vincula el desarrollo del cerebro con la forma en la que pensamos, sentimos y hacemos la cultura. Tambi¨¦n leo a Jos¨¦ Enrique Campillos y su Homo climaticus que relaciona la evoluci¨®n del ser humano con los cambios en el clima. Creo que el estudio de las ciencias tiene que ser multidisciplinar y que los responsables pol¨ªticos debemos tener como m¨ªnimo alguna noci¨®n b¨¢sica. Ayuda a relativizar nuestro lugar en el mundo, una mota de polvo en el universo, y tambi¨¦n nuestra creencia en la infalibilidad. No es poco.
Tambi¨¦n, claro est¨¢, me he tra¨ªdo a la playa -mis vacaciones son una vuelta a casa, en M¨¢laga- ensayo pol¨ªtico. Eso s¨ª, despegado de la actualidad cotidiana, lo que creo que contribuye a dar mejor perspectiva. Estoy leyendo un libro de 2017 de Walter Scheidel, The Great Leveller, que describe los grandes cambios en la desigualdad a lo largo de la historia y analiza sus causas. Y tambi¨¦n tengo en la mesilla In the Long Run We are All Dead: Keynesianism, Political Economy and Revolution, de Geoff Mann, que aborda de forma cr¨ªtica las razones por las que el keynesianismo sigue siendo un poderoso instrumento para tanta gente. Ambos ensayos combinan la econom¨ªa con la historia pol¨ªtica, algo muy fruct¨ªfero.
Por eso la historia ficcionada tambi¨¦n pisa la arena. M¨¢s amena de leer, m¨¢s ligera y siempre capaz de abrir con facilidad muchas reflexiones nuevas. Quiz¨¢s el mundo no cambia tanto como creemos. Soy un apasionado de la novela hist¨®rica, en la centrada en la Antig¨¹edad y en Grecia, civilizaci¨®n idealizada pero fundamental. Sin embargo este verano he abandonado a Valerio Massimo Manfredi para centrarme en la biograf¨ªa. Estoy con C¨¦sar, de Adrian Goldsworthy. Estoy deseando obtener alguna buena biograf¨ªa de Napole¨®n. Los grandes personajes de la historia, con sus luces y sus sombras, siempre tienen algo que decirnos¡
Y finalmente, porque la familia y los amigos ocupan la mayor parte del tiempo de descanso y parafraseando al gran Javier Krahe "no todo va a ser leer", tambi¨¦n tengo una novela en la mochila. Se trata de La mujer invisible, de Felipe Alcaraz, que narra la historia de una mujer an¨®nima que viviendo en Sevilla es tambi¨¦n met¨¢fora de tantas mujeres a lo largo de la historia de la humanidad: invisibles al mundo de los hombres que escrib¨ªan los cuentos, las leyes y las promesas de un futuro mejor.
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