Parada y fonda en la ruta santa
El escritor Francisco L¨®pez de ?beda eligi¨® por primera vez en la historia de las novelas espa?olas a una mujer como protagonista de su obra
Del Libro de entretenimiento de la P¨ªcara Justina se ha dicho de todo, desde que es una obra dormitiva, amazacotada y pl¨²mbea a que encandila por su riqueza l¨¦xica, desde que se trata de un libro ¡°de perverso gusto y de ning¨²n juicio (¡) que pasa por muy libre entre los que no lo han le¨ªdo¡± (Marcelino Men¨¦ndez Pelayo) a que ¡°est¨¢ lleno de imaginaci¨®n y estilo, siendo a ratos tan sabiamente obsceno y a menudo tan ininteligible como Paradiso, la novela de Lezama Lima¡± (Francisco Rico). Publicado en Medina del Campo en 1605 ¡ªel mismo a?o de la aparici¨®n del Quijote¡ª y firmado por el m¨¦dico toledano Francisco L¨®pez de ?beda (cuya autor¨ªa, no obstante, se discuti¨® mucho tiempo), tiene, a pesar de todas esas opiniones, una particularidad que lo hace ¨²nico entre los de su g¨¦nero: se trata de la primera novela protagonizada por una mujer en la historia de la literatura espa?ola.
Justina D¨ªez, la p¨ªcara Justina, es una hija de mesoneros mansilleses (de Mansilla de las Mulas, ¡°pueblo pasajero y de gente llana del reino de Le¨®n, aunque pese al refr¨¢n que dice: amigo de Le¨®n, tuyo seja, que m¨ªo non¡±), nos cuenta en esa novela su vida y sus aventuras, m¨¢s propias de una mujer de hoy que de entonces, pues es amiga de chanzas, enredos y romer¨ªas, que relata con libertad en su texto. La propia p¨ªcara se presenta como ¡°moza alegre y de la tierra, que me retoza la risa en los dientes y el coraz¨®n en los ijares (¡), moza de las de casta?eta y aires bola, que como la guinda, y por no perder tiempo, apunto a la alilla. No te espantes, que tuve abuelo tamboritero¡¡±.
Aparte de Justina y de sus padres, naturales de las monta?as de Luna y de Cea, junto a Sahag¨²n, ¡°un pueblo que est¨¢ en dos tercios como l¨ªo de sardina¡±, trabajaban en el mes¨®n dos hermanas y un hermano, Nicolasillo, ¡°muchacho h¨¢bil que le enviaban por doce de vino y sisaba ocho¡±, y el negocio iba en viento en popa gracias a que por Mansilla pasa, entre otros varios caminos, el franc¨¦s que lleva a Santiago y a que en la villa se celebraban ferias y mercados, de donde le viene su segundo nombre (de la abundancia de mulas en las ferias de ganado mansillesas) pese a que Justina se atribuya el m¨¦rito al relatar una an¨¦cdota chocarrera en la que hace huir de su pueblo a lomos de ellas a unos estudiantes a los que conoci¨® en una romer¨ªa cercana y a los que emborrach¨® para evitar ¡°ser burlada¡± por ellos. Del mes¨®n har¨¢ tambi¨¦n infinitas chanzas (¡°La mayor alabanza que yo hallo del mes¨®n es que no es tan malo como el infierno, porque el infierno tiene las almas por fuerza y para siempre (¡), pero el mes¨®n, cuando mucho, es purgatorio de bolsas, y en purg¨¢ndose las gentes, salen luego de all¨ª¡±), pues la vida de los mesoneros, y sobre todo de las mesoneras, era muy dura: ¡°Un mes¨®n muele los lomos a una mujer si no hay quien la ayude a llevar la carga¡±.
C¨¢rcel y agricultura
Hoy, Mansilla de las Mulas, a pesar de conservar su antigua calle de los mesones, que es la principal del pueblo, y de mantener las brasas de su tradici¨®n hostelera y gastron¨®mica gracias a su situaci¨®n y fama, ve c¨®mo su car¨¢cter mercantil y de servicios languidece poco a poco por su cercan¨ªa a Le¨®n (por la autov¨ªa reci¨¦n estrenada la capital est¨¢ a 15 minutos en coche), siendo la c¨¢rcel, que est¨¢ en su t¨¦rmino, y la agricultura sus principales fuentes econ¨®micas. Lo saben bien los hermanos Javier y Jos¨¦ Mar¨ªa Cach¨¢n, due?os de una hospeder¨ªa y de un antiguo comercio, y lo refrendan Estefan¨ªa L¨®pez y Javier Cuesta, profesora jubilada y alma de la cultura mansillesa y responsable de esta en el municipio respectivamente, que se lamentan a coro de la decadencia de la localidad: ¡°No es que Mansilla est¨¦ viniendo a menos, es que est¨¢ viniendo a nada¡±. Para ellos el futuro de la villa consiste en reconvertir su historia y aprovechar tur¨ªsticamente sus muchos alicientes patrimoniales y culturales, entre ellos el de haber sido la cuna de la primera mujer que protagoniz¨® una novela en la literatura espa?ola.
Mesones no quedar¨¢n ya, pero lugares que la rememoran hay unos cuantos, desde la plaza que lleva su nombre entre el antiguo convento de San Agust¨ªn, que ahora acoge el Museo Etnogr¨¢fico de Le¨®n, y las murallas de cantos sacados del r¨ªo Esla, junto al que se levantan, la vetusta plaza del mercado, con soportales de sabor a?ejo y que aparece citada varias veces en la novela, o la rom¨¢nica (en origen) iglesia de San Mart¨ªn, desacralizada ya y convertida en casa de cultura, pero en la que se cas¨®, en la ficci¨®n de L¨®pez de ?beda, la p¨ªcara Justina con el primero de sus tres maridos. Cerca de ella, entre casonas antiguas y calles de sabor rural, un caser¨®n de tapial de adobe ha sido rehabilitado por el Ayuntamiento con la intenci¨®n de hacer en ¨¦l un museo dedicado a la mansillesa m¨¢s famosa, aunque por el momento la intenci¨®n se ha quedado en eso.
El esp¨ªritu de la mesonera burlona (y el de los mesones de la Mansilla mercantil y pr¨®spera que los hermanos Cach¨¢n y la profesora Fani recuerdan con melancol¨ªa) bulle hoy en los restaurantes del pueblo, algunos adscritos a la cocina tradicional en la que el bacalao al ajo arriero es el rey, y otros, como La Curiosa, que ocupa una antigua casa de farmac¨¦uticos, de aires m¨¢s innovadores. A pesar de todos los pesares, Mansilla de las Mulas sigue siendo ¡°pueblo pasajero¡± y parada obligatoria en la ruta jacobea, la ¨²ltima antes de Le¨®n, y hay que dar de comer a los peregrinos y a los viajeros. ¡°?Buen mes¨®n tengas donde quiera que te coja la noche, que tan bueno t¨² lo paraste, mi buen Diego D¨ªez, mi se?or y mi bien y mi regalo, corona y gloria de los mesoneros¡±, resuenan todav¨ªa por las calles de Mansilla de las Mulas las palabras de la p¨ªcara Justina.
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