Vichy, siete d¨¦cadas a la sombra del mariscal P¨¦tain
La ciudad que fue destino del turismo de aguas termales de la Belle ?poque y capital de la Francia colaboracionista, busca c¨®mo abordar su pasado m¨¢s inc¨®modo
Cada calle, cada esquina, cada edificio esconde una historia, un personaje, un drama que muchos preferir¨ªan olvidar pero que nunca acaban de desparecer. Los fantasmas del periodo m¨¢s oscuro de la historia del pa¨ªs siguen vagando por Vichy, la ciudad conocida por sus aguas termales y sus palacetes de la belle ¨¦poque y que, entre 1940 y 1944 se convirti¨® en la capital de la Francia colaboracionista con la Alemania de Hitler.
En Vichy el pasado se ve y no se ve. Los turistas que visitan los establecimientos de aguas, pasean por los jardines levemente decadentes o asisten a alg¨²n espect¨¢culo musical en la vieja ¨®pera art-d¨¦co, recorren al mismo tiempo un escenario siniestro y criminal: el de los ministerios y salones desde los que el mariscal P¨¦tain y su equipo pusieron en marcha un estado autoritario que someti¨® Francia a Hitler y cooper¨® con los nazis en la persecuci¨®n de los jud¨ªos y el Holocausto.
¡°No hay que negar o esconder este periodo, pero s¨ª recordar que es un episodio de nuestro historia, y sobre todo un episodio de la historia de Francia m¨¢s que de la ciudad¡±, dice el alcalde, Fr¨¦d¨¦ric Aguilera, un pol¨ªtico de centroderecha y miembro del partido. Los Republicanos, aunque de talante macroniano. A los 43 a?os, este nieto de inmigrantes espa?oles representa una generaci¨®n de vichyssois ¡ªgentilicio que coincide con el nombre de una sopa¡ª para los que la guerra queda lejos. Argumenta que los a?os de Vichy fue capital de Francia es una parte peque?a en una historia de siglos de su ciudad. Y se?ala la injusticia de que se caracterice como r¨¦gimen de Vichy lo que en realidad fue un r¨¦gimen franc¨¦s. Por eso no es partidario de crear en la ciudad un museo exclusivamente dedicado a esta etapa, y s¨ª de un museo de historia que incluya y estudie el p¨¦tainismo, pero no s¨®lo.
Que el gobierno se instalase en esta ciudad de 25.000 habitantes ¡ªla poblaci¨®n casi no ha variado desde entonces¡ª no fue responsabilidad de los vichyssois, se escucha en todas las conversaciones sobre este asunto en Vichy. La decisi¨®n respondi¨® a otra l¨®gica. Una vez ocupado medio pa¨ªs, incluido Par¨ªs, por los alemanes, los gobernantes franceses necesitaban una capital provisional. Vichy ofrec¨ªa una infraestructura ¨®ptima, con centenares de hoteles que pod¨ªan alojar a los ministerios y buenas conexiones telef¨®nicas internacionales, adem¨¢s de l¨ªneas ferroviarias.
¡°Se habla con frecuencia de las atrocidades y los cr¨ªmenes de Vichy, pero Vichy no tiene nada que ver¡±, dice Paul P¨¦ronnet, un hombre de negocios jubilado que naci¨® y creci¨® en Vichy. P¨¦ronnet ten¨ªa nueve a?os cuando el gobierno se instal¨® en su pueblo. Recuerda la escasez de comida, la represi¨®n contra la resistencia y tambi¨¦n la veneraci¨®n inicial de muchos franceses por P¨¦tain, que era el h¨¦roe de la Primera Guerra Mundial. ¡°Yo lo ve¨ªa cuando iba a la iglesia. Lo ten¨ªa tan cerca que ve¨ªa lo que ¨¦l y su mujer daban cuando pasaban el platillo. 100 francos. Nos parec¨ªa mucho dinero¡±, recuerda.
Hay top¨®nimos malditos. Ninguno alcanza a Auschwitz, que resume lo peor de lo que es capaz el g¨¦nero humano, pero tambi¨¦n es la denominaci¨®n alemana de Oswiecim, el pueblo polaco donde se aloj¨® el campo de exterminio. En Francia, lo m¨¢s parecido podr¨ªa ser Vichy.
Tras la liberaci¨®n y el encarcelamiento o ejecuci¨®n de los l¨ªderes de la Francia de Vichy, la ciudad nunca m¨¢s pudo quitarse el estigma. Han pasado las d¨¦cadas. Cada vez sobreviven menos testimonios vivos de aquel periodo. Sucesivos presidentes franceses han asumido que la Francia de Vichy era en realidad Francia, a secas. Cuando salen al extranjero, los habitantes de Vichy se han acostumbrado a que sus interlocutores la asocien a las aguas termales o a los productos cosm¨¦ticos que llevan su nombre. En Francia, el nombre arrastra la inc¨®moda maldici¨®n. ?Qu¨¦ hacer? ?Asumirla? ?Desentenderse?
Aunque nunca vaya a regresar la belle ¨¦poque y a los tiempos de Napole¨®n III, que la convirti¨® en capital del reposo decimon¨®nico, cuando la aristocracia pasaba los meses de verano descansando, escuchando ¨®peras y viendo y dej¨¢ndose ver, Vichy es a¨²n un destino tur¨ªstico. Pero m¨¢s tranquilo, menos concurrido, con un ritmo perezoso y un aire provinciano, de clase media.
¡°Durante un tiempo hubo una voluntad de olvido, de poner entre par¨¦ntesis este periodo¡±, dice Michel Promerat, un profesor de historia jubilado que preside el Centro internacional de estudios e investigaciones sobre Vichy. ¡°Hay dos cuestiones: la carga que supone el nombre de Vichy y la acusaci¨®n a los vichyssois de no querer asumirlo. Ahora est¨¢n preparados para decir: ocurri¨® en nuestra ciudad, no somos culpables, pero forma parte de nuestra historia¡±.
Qui¨¦n sabe, quiz¨¢ un d¨ªa habr¨¢ un museo dedicado a estos cuatro a?os, pero, por ahora, la Oficina de Turismo organiza un tour sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial. Ah¨ª estaba el despacho de P¨¦tain, en la esquina del viejo H?tel du Parc. Por esta calle que conduce al r¨ªo, las villas venecianas, flamencas, suizas o de estilo sure?o de Estados Unidos, extravagancias de otra era. Y aqu¨ª el Hotel de los Embajadores, que aloj¨® al cuerpo diplom¨¢tico. Al final de la guerra, casi todos los hoteles se reconvirtieron en apartamentos.
Entrar en la ?pera produce una sensaci¨®n extra?a: el teatro que antes de la guerra compet¨ªa con los de Par¨ªs, pero tambi¨¦n el escenario donde el 10 de julio de 1940 se reuni¨® la Asamblea Nacional para disolver, por una mayor¨ªa abrumadora, la III Rep¨²blica y entregar los plenos poderes a P¨¦tain. Vichy es un palimpsesto, un texto que oculta otros textos. O, como escribi¨® el periodista norteamericano Adam Nossiter, que en el libro The Algeria Hotel escudri?¨® las sombras de la ciudad, un ¡®trompe l¡¯oeil¡¯, un trampantojo multidimensional.
Existe el Vichy de Napole¨®n III, el de P¨¦tain y tambi¨¦n el Vichy de 2018, una ciudad donde los laberintos de la memoria son un eco remoto.
Cuando lleg¨® a Vichy en 2016 tras un periplo por Libia, el Mediterr¨¢neo e Italia, Ahmed Khanis no sab¨ªa nada de aquella historia. Para este refugiado sudan¨¦s de 28 a?os, hincha del Real Madrid, camionero de profesi¨®n y cantante de vocaci¨®n, Vichy era una ciudad sin ninguna connotaci¨®n, un nombre m¨¢s. Tuvo la fortuna de cruzarse con Pablo Aiquel, un periodista de origen chileno que hab¨ªa aterrizado en Vichy una d¨¦cada antes.
Aiquel, que es ciudadano franc¨¦s ¡ªadem¨¢s de chileno y venezolano¡ª y tiene profundamente interiorizados los valores de la libert¨¦, egalit¨¦, fraternit¨¦, ense?¨® franc¨¦s a Khanis y a otros reci¨¦n llegados, y les ech¨® una mano para crear el grupo musical Soudan C¨¦l¨¦stins Music.
No es que Vichy celebrase la llegada de los refugiados, pero tampoco les recibi¨® con hostilidad. Y tambi¨¦n esto es Vichy: la ciudad abierta donde la extrema derecha tiene poco apoyo, la provincia que raramente sale en las noticias, la Francia hospitalaria donde la llegada de inmigrantes no provoca psicodramas sino que se gestiona con realismo.
?P¨¦tain? ?El r¨¦gimen de Vichy? ?Los collabos? Para Ahmed Khanis y los otros refugiados significa poco. "Vichy, para ellos, es el pueblo donde volvieron a nacer¡±, responde Aiquel. ¡°Son gente que hizo un recorrido terrible para llegar aqu¨ª, y este fue el primer lugar donde pudieron tener una habitaci¨®n¡±.
Las tres placas
Lo llamativo de Vichy, para el visitante m¨¢s interesado en la historia que en los ba?os termales, es que a este pueblo apenas si ha llegado la proliferaci¨®n de conmemoraciones y actos de memoria hist¨®rica como ocurre en otras ciudades europeas. Vichy aborda su pasado con reparos y delicadeza. Hay tres paneles que conmemoren el r¨¦gimen Vichy: su puesta en marcha y sus cr¨ªmenes. Los tres se instalaron en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas. Uno recuerda las redadas que acabaron con la deportacion de miles de jud¨ªos extranjeros. Otro, a los 390 residentes en Vichy deportados a los campos nazis, de los que murieron 210. El tercero, en la entrada de la ?pera, recuerda a ¡°los 80 parlamentarios que con su voto afirmaron su apego a la Rep¨²blica, su amor a la libertad y su fe en la victoria¡±. ¡°As¨ª termin¨® la III Rep¨²blica¡±, a?ade. Los 80 son los diputados que votaron en contra de dar los plenos poderes al mariscal P¨¦tain. Ninguna referencia a los 569 diputados que votaron a favor.
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