Redacci¨®n: mis vacaciones
La aventura ferroviaria paneuropea arranca con un trayecto tal vez demasiado familiar
Empezamos bien. Llego a Atocha directo desde el trabajo. A las 19.30 tengo un tren a Barcelona, algo aparentemente inofensivo, teniendo en cuenta que pillo uno cada mes desde que hace cinco a?os me mud¨¦ a Madrid. Pero esta vez es distinto. Al presentarme en el control de billetes antes de acceder al tren, el empleado de Renfe me para mientras sostiene esa especie de libretilla que es mi billete de Interrail (esta gente necesita un dise?ador gr¨¢fico con urgencia). ¡°?Usted es Interrail?¡±, pregunta en lo que entiendo que es pura ret¨®rica. Ahora me dir¨¢ que su hija est¨¢ haciendo uno, que no es la primera vez que me pasa desde que se ha corrido la voz de que voy a emprender esta aventura paneuropea. Asiento. ¡°Pues lo que est¨¢ a punto de hacer conlleva una multa de 60 euros¡±. Hombre, ya s¨¦ que estoy mayor para esto, pero tampoco es cuesti¨®n de multarme por ello. No se r¨ªe. ¡°No, es que usted antes de subirse a cada tren debe rellenar el trayecto que va a realizar, origen, destino, medio de transporte y hora de partida¡±. Juro que pensaba que esas hojillas con estas casillas tan monas pose¨ªan un motivo conmemorativo. Como esto lo hacen j¨®venes, asum¨ª que era para recordar los sitios a los que se hab¨ªa viajado y, al cabo de unos a?os, en una cena con los amigos sacarlo y transitar por el florido camino de la nostalgia. Algo tipo Mi diario, o yo qu¨¦ s¨¦, Redacci¨®n: mis vacaciones.
El trayecto sucede sin apenas incidentes remarcables, m¨¢s all¨¢ de que la muchacha que se sienta a mi lado parece hacer tambi¨¦n un Interrail, lo que me hace suponer que nos juntan en los asientos. Lleva su mochila, y esa pantalla de m¨®vil se ha ca¨ªdo m¨¢s veces que Neymar en el Mundial. Yo, en cambio, llevo una maleta de estas de t¨ªo que trabaja en una revista de estilo de vida y un polo que me regal¨® una novia.
¡°?En serio no pasas por Praga y Budapest como Ethan Hawke en la pel¨ªcula?¡±. Con el fin de ahorrar algo de dinero he decidido que en Barcelona dormir¨¦ en casa de un amigo. El que me ha soltado esta frase, en concreto. Yo quer¨ªa el sof¨¢ para darle m¨¢s dramatismo al asunto, pero parece que tiene una habitaci¨®n libre. Siento como si me estuviera dopando antes de unas olimpiadas. El amigo en cuesti¨®n es justo el tipo con el que fui a ver la pel¨ªcula Antes del amanecer, cuyo recuerdo generacional hace que acabe esta historia en Viena, por si no me leyeron ayer. ?l insiste en que estoy faltando a la verosimilitud de la aventura y yo en que quiero ir a comerme un bocadillo de pincho moruno. ?l ha hecho bastantes interrailes cuando tocaba hacerlos. Yo, en cambio, lo m¨¢s cerca que he estado de eso ha sido ir a tomar cerveza barata al bar de un albergue que hab¨ªa en la Plaza Real de Barcelona o alojarme en un hostel ro?oso de ?msterdam en el que hab¨ªa tanto ruido que junto a un amigo pagamos a la ma?ana siguiente la entrada al Rijk museum solo para poder echarnos la siesta en silencio.
Es casi la una de la madrugada y estamos tomando vino con el colega recordando cuando, de camino a Praga, pasamos un d¨ªa en el camino de ida en M¨²nich y otro en el de vuelta en Stuttgart, creo. ?O era al rev¨¦s? ?O eran viajes distintos? ¡°?Deber¨ªa bajar a Ciutat Vella y mezclarme con los guiris? No s¨¦, por el relato, digo¡±. Mi amigo me afea que no pase por M¨²nich. Yo ahora mismo creo que no lo har¨¦. Me equivoco. Obviamente, no voy al centro a socializar. Me meto en la cama, tengo una toalla limpia y un aparato de aire acondicionado que estoy a punto de romper, pues cualquier cosa con m¨¢s de dos botones me estresa. Por la ma?ana salgo con la mujer de mi amigo a pillar el Metro rumbo a la estaci¨®n de Sants. ¡°?Qu¨¦ haces! Te van a robar la cartera¡±, me indica ella cuando subimos a la L¨ªnea 5 y ve que la llevo medio salida de la bolsa en la que est¨¢n el port¨¢til, un cart¨®n de tabaco y chicles para provocar diabetes a la mitad de la poblaci¨®n de Idaho. Me parece hasta simp¨¢tico que, aunque anoche no fuera a un pub irland¨¦s en Ciutat Vella a beber hasta desfallecer, s¨ª haya estado a punto de que me manguen la cartera como a un guiri.
Al bajar en Sants salgo a coger aire y se me acerca un tipo que es habitual entre los que piden en la puerta de la estaci¨®n. Hace un mes logr¨® ablandarme, porque resulta que yo llevaba una camiseta de The Specials y ¨¦l era fan de la banda de ska inglesa de los ochenta. ¡°Dame un euro para un caf¨¦¡±, me dice sin menci¨®n alguna a mi indumentaria. Supongo que debemos fingir que no nos conocemos, como los amantes. Le doy dos. Hacer la primera parada en un sitio en el que te suenan hasta los mendigos igual no fue buena idea. ¡°?Ah¨ª pone Lyon?¡±, me dice el del control de billetes. ¡°Ah s¨ª, pero la fecha est¨¢ mal. Corr¨ªjala o deber¨¦ multarle¡±. Si hoy es jueves, esto es Barcelona¡ y en cinco horas ser¨¢ Lyon.
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