Apoteosis en ¡®La Chota¡¯
Ponce y Roca Rey salen a hombros ante una noble e impresentable corrida de Daniel Ruiz
Popularmente, a la centenaria plaza de toros de Albacete se la conoce como ¡®La Chata¡¯, un apelativo cari?oso que hace referencia a su estructura y fachada achatada. Y en verdad no queda mal eso de ¡®La Chata¡¯, pero si quisi¨¦ramos bautizarla desde otra perspectiva que reflejara lo que en ella sucede muchas tardes deber¨ªamos llamarla ¡®La Chota¡¯. Plaza de toros de Albacete, ¡®La Chota¡¯, o, directamente, plaza de chotas de Albacete.
Eso fue lo que se lidi¨® en el sexto festejo de la feria en honor a la Virgen de los Llanos. Una corridita impresentable y de aborregado comportamiento que llev¨® el hierro de Daniel Ruiz. El famoso autor de esa ya legendaria cita que afirma que ¡°el encaste minoritario es minoritario porque no embiste¡± volvi¨® a hacer de las suyas, esta vez con un pol¨¦mico agravante.
En contra de lo que dicta el reglamento taurino, que establece que los toros deben estar en la plaza al menos 24 horas antes de ser lidiados, la corrida de Daniel fue desembarcada en los corrales del coso manchego poco antes de las 12 de la ma?ana, directamente para ser sorteada y enchiquerada. ?La raz¨®n? Presuntamente, por un caso de tuberculosis en la ganader¨ªa y para evitar el contagio de otros animales.
Pero eso no fue lo peor. Lo verdaderamente grave fue su falta de trap¨ªo, en algunos casos insultante, y su juego, tan noble como descastado. Una corrida indigna de la plaza de Albacete escogida, c¨®mo no, por las figuras. Enrique Ponce, El Juli y Roca Rey era el cartel de toreros. Y, al contrario que en la mayor¨ªa de plazas espa?olas, la de Albacete se llen¨® hasta la bandera. 10.000 personas que abarrotaron tendidos y gradas y que no pararon de aplaudir y pedir orejas en las casi tres horas que dur¨® el bochornoso espect¨¢culo.
RUIZ/PONCE, EL JULI, ROCA
Seis toros de Daniel Ruiz (el cuarto bis como sobrero), mal presentados, nobles, blandos, sosos y descastados.
Enrique Ponce: estocada ca¨ªda y atravesada (silencio); _aviso_ estocada trasera, desprendida y atravesada (dos orejas).
El Juli: bajonazo (silencio); pinchazo y estocada trasera y contraria (oreja con petici¨®n de la segunda).
Roca Rey: estocada (dos orejas); _aviso_ pinchazo y estocada casi entera perdiendo la muleta (palmas tras petici¨®n de oreja).
Plaza de toros de Albacete. Jueves, 13 de septiembre. 6? de la Feria de la Virgen de los Llanos. Lleno de "no hay billetes".
Con las manos rojas y llenas de ampollas tuvieron que llegar a casa los entusiastas espectadores. Y, probablemente, tambi¨¦n, con agujetas en las piernas. Como si en vez de en una piedra estuvieran sentados sobre un muelle, saltaron de j¨²bilo y aplaudieron en pie sin cesar las actuaciones de los toreros. Eso s¨ª, quiz¨¢s s¨®lo fue una excusa para levantarse y liberarse de las apreturas. Qui¨¦n sabe.
El caso es que, al final, Ponce, El Juli y Roca Rey se repartieron cinco orejas. Pocas para las que se podr¨ªan haber cortado de no pinchar el madrile?o y el peruano a sus segundos oponentes. Y, todo, pese a que la tarde comenz¨® torcida. Los dos primeros astados -el segundo, un novillo indecoroso- no se prestaron para el lucimiento, y tanto Ponce como El Juli tuvieron que abreviar.
Pero sali¨® el tercero y comenz¨® la apoteosis. Tras un templado recibo por delantales de Roca Rey, se simul¨® la suerte de varas y el ejemplar de Daniel Ruiz lleg¨® al ¨²ltimo tercio con la movilidad y la casta justa para seguir, con total nobleza y boyant¨ªa, la muleta de su matador. Espectacular fue el comienzo de faena, en el centro del ruedo, por cambiados por la espalda, sin moverse un ¨¢pice el torero. A partir de ah¨ª, y sazonadas por recursos tremendistas como la arrucina, se sucedieron las tandas de muletazos largos, templados y de mano baja, pero siempre ejecutados en l¨ªnea.
Algunos afirman sin despeinarse que Roca Rey es un revolucionario, un torero de ¨¦poca. Puede ser, es muy joven y tiene una muy esperanzadora carrera por delante, pero, por ahora, m¨¢s all¨¢ de su incuestionable valor, oficio y frescura -que ya es mucho-, lo ¨²nico que ha demostrado es que es el perfecto continuador de otros toreros como Sebasti¨¢n Castella o Miguel ?ngel Perera. Ese concepto, largo y de mano baja, pero carente de hondura y pureza, es el que practican desde hace a?os el franc¨¦s y el extreme?o. No hace falta decir que Roca Rey lo hace como lo hac¨ªan ellos en sus mejores ¨¦pocas, no en la actualidad.
Dos orejas pase¨® entre el clamor del p¨²blico tras un pu?ado de infalibles bernadinas y una estocada en todo lo alto. No se entendi¨® tanto con el sexto y pinch¨® antes de cobrar un espadazo defectuoso.
A hombros lo acompa?¨® el sempiterno Enrique Ponce que, aunque parezca imposible, abrevi¨® ante el descastad¨ªsimo astado que abri¨® plaza. Eso s¨ª, con el cuarto se desquit¨®. Un aviso escuch¨® antes de perfilarse a matar, y despu¨¦s de un trasteo eterno que fue de menos a m¨¢s ante un obediente animalito. Templado siempre, con su cursi elegancia particular, lo llev¨® primero a media altura, sin molestarlo, hasta que decidi¨® bajarle la mano en varias tandas de medios pases ejecutados al hilo del pit¨®n. Como un chaval que acaba de empezar, el valenciano se tir¨® de rodillas en un final de faena que puso los tendidos en pie.
La fiesta, sin embargo, no pudo ser completa pues El Juli s¨®lo pudo pasear un trofeo. Lo logr¨® tras despachar al nobil¨ªsimo y soso quinto, todo fijeza y bondad. M¨¢s vertical y templado que de costumbre, el madrile?o tore¨® a placer y destac¨® en los cambios de mano al ralent¨ª, aunque no dej¨® de retrasar la pierna contraria y citar de perfil. ?Cargar la suerte? Ni con una monja de la caridad¡
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