Con un trago de Tequila la despedida se hace m¨¢s llevadera
Alejo Stivel y Ariel Rot echan el tel¨®n a su grupo de juventud con m¨¢s alborozo que nostalgia
?El adi¨®s definitivo de Tequila? Bueno, tampoco ser¨¢ cuesti¨®n de dramatizar: hablamos de una banda que se disolvi¨® en 1982, despu¨¦s de exprimir sus a?os de gloria a lo largo de cuatro ¨¢lbumes, y que en la ¨²ltima d¨¦cada ha abordado un par de reencuentros para exprimir un legado dign¨ªsimo. Pero no, no hab¨ªa atisbo de consternaci¨®n este martes en el WiZink Center madrile?o, sino el empe?o indisimulado de guardar la noche en un rinconcito de nuestra memoria. Ah, y en los anaqueles de la posteridad: si todo sigue el curso previsto, en las pr¨®ximas semanas habr¨¢ disco y DVD para inmortalizar lo aqu¨ª vivido.
Hacen bien, qu¨¦ demonios. La memoria de Tequila nunca se desvaneci¨® del todo, pese a la ausencia prolongad¨ªsima, porque nadie supo cristalizar como ellos las ansias de rebeld¨ªa, electricidad y deje chuleta tras la traves¨ªa repelente del franquismo. Eso s¨ª: Alejo Stivel y Ariel Rot, perros viejos y sabios, han esperado a tener la maquinaria rodad¨ªsima (y con m¨²sicos como el teclista Luis Prado todo es m¨¢s sencillo) para someterse al escrutinio de Madrid y de las c¨¢maras.
Lo mejor de estos Tequila reactivados para extinguirse es haber conseguido un regreso que no parece mero impulso nost¨¢lgico, sino est¨ªmulo para la curiosidad intergeneracional: algunos de quienes se desga?itaban ayer con Quiero besarte o Mira esa chica ni siquiera hab¨ªan nacido de aquella. Cierto que algunas de esas historias ¨Cel aburrimiento en la escuela, las ansias por largarse de casa¨C suenan ahora algo p¨¢rvulas, m¨¢s c¨¢ndidas que rebeldes. Pero aquellos argentinos posadolescentes nunca anhelaron deslumbrarnos como poetas, sino como adalides del descaro. Los Stones pasados por el tamiz del R¨ªo de la Plata y de aquel Madrid ansioso por desperezarse.
En estos treinta y tantos a?os no se han tomado Ariel y Alejo la molestia de escribir nuevo repertorio tequilero (con la excepci¨®n de la reciente y correcta Yo quer¨ªa ser normal), pero aguantan el reto de la responsabilidad compartida sin que chirr¨ªe la distribuci¨®n de focos y tareas. Sobre todo desde que Stivel, tanto tiempo parapetado como productor, le ha retomado el pulso al escenario y vuelve a sentirse instigador del cotarro. Y aunque Yo era un animal sea una de las p¨¢ginas m¨¢s endebles de su cancionero, para entonces ya ha comenzado con Juancho (Sidecars) el baile de colaboradores, que siempre dinamizan estas noches de farra rockera y exaltaci¨®n de la amistad.
Por ah¨ª desfilaron M-Clan, Leiva y Fito Cabrales, con raci¨®n doble por barba. No eran candidatos remotamente sorprendentes, por cuanto figuran entre los herederos y allegados art¨ªsticos: poco habr¨¢n tenido que ensayar para compenetrarse. Pero subrayemos el m¨¦rito de Cabrales, el m¨¢s motivado de todos con ese imaginativo solo a trompicones para Nena. Y conste la euforia desinhibida y un¨¢nime que siguen despertando Dime que me quieres y Salta. El legado de Tequila seguramente no permita dos horas y cuarto de atenci¨®n reverencial, pero algunos lingotazos revivir¨ªan al m¨¢s moh¨ªno.?
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