El baile de la desesperaci¨®n

Una pel¨ªcula sobre la identidad transg¨¦nero no puede ser sino f¨ªsica. Y esa fisicidad debe ser inoculada mediante el puro lenguaje cinematogr¨¢fico. No tanto desde la palabra y las acciones, el texto y el relato, sino desde la c¨¢mara en s¨ª misma, desde el montaje, el sonido y la luz; desde la cinem¨¢tica, la velocidad, la aceleraci¨®n y la armon¨ªa. Y, en este sentido, la formidable Girl, ¨®pera prima del belga Lukas Dhont, C¨¢mara de Oro de la secci¨®n Una cierta mirada del Festival de Cannes, es pura fisicidad. Una obra sobre el cuerpo, desde el cuerpo.

Una chica de 16 a?os, en la c¨¢rcel de un cuerpo de chico, que aspira a ser bailarina de ¨¦lite. Y mujer. Dhont y su coguionista, Angelo Tijssens, despliegan su odisea f¨ªsica y mental a trav¨¦s de dos certezas: primera, la monumental seguridad de la protagonista, y la de un c¨ªrculo familiar apenas reducido a su padre; y segunda, la inseguridad de una sociedad presuntamente avanzada que siempre cojea por alguna esquina rec¨®ndita, donde los brotes de maldad se escapan por el lado m¨¢s insospechado. El amor y el dolor se unen as¨ª en una historia que tiene mucho de social, pero que es fundamentalmente visual, y que adem¨¢s tiene otra extraordinaria virtud: el tratamiento de lo omitido, en un magn¨ªfico juego el¨ªptico que elude el pasado, la ni?ez de la chica, sus primeros pensamientos, hallazgos y certidumbres, seguramente a¨²n m¨¢s terribles.

Dhont utiliza la danza como elemento, al mismo tiempo, estabilizador y desestabilizador. Equilibra y perturba: con sus movimientos, con el tono de la m¨²sica, con el modo de rodaje y de sonorizaci¨®n, con la distancia a la que se coloca su c¨¢mara de la criatura, con su cadencia en el movimiento. As¨ª, dependiendo de cada momento de la historia y del estado interior de los personajes, las secuencias de ballet son el sosiego o la angustia. Y resulta muy llamativo como algo tan bello, y que invita de forma natural a la calma, puede ser filmado como un thriller de acci¨®n que lleva hasta el desconcierto, como un baile de la desesperaci¨®n.

Es posible que algunos valoren como excesivo y gratuito su desenlace. Sin embargo, no es m¨¢s que una mera consecuencia de todo lo narrado: l¨®gico con sus personajes y con lo experimentado. Tan congruente como los dos finales de sendas pel¨ªculas que llegaban a semejante frontera, y que nos guardaremos en explicitar para no dar pistas, sobre todo a los m¨¢s cin¨¦filos. Y cap¨ªtulo aparte merece el actor Victor Polster, tambi¨¦n bailar¨ªn, sonrojo itinerante, una fuerza de la naturaleza, sonrisa verdaderamente falsa (o falsamente verdadera, que en este caso es lo mismo), que sobrecoge con una actuaci¨®n inolvidable.