Los estragos que el sida hizo en el arte
Distintas exposiciones y homenajes recuerdan a una generaci¨®n de artistas diezmada por la epidemia en los 80 y los primeros 90
El primer panel de cada exposici¨®n, ese que suele resumir la biograf¨ªa del artista homenajeado, incluye una frase casi id¨¦ntica. ¡°Muri¨® por complicaciones derivadas del sida¡±, reza la funesta apostilla que alude al exterminio provocado por la enfermedad en los ochenta y los primeros noventa. La generaci¨®n de artistas que emergi¨® durante ese periodo, diezmada por el avance imparable del VIH en las grandes ciudades, ha protagonizado la temporada estival en Nueva York, donde distintas muestras han reexaminado un periodo poco documentado por las instituciones del arte. La principal es la retrospectiva que el Whitney Museum ha dedicado a David Wojnarowicz, figura emblem¨¢tica de aquel arte de guerrilla que prolifer¨® hace varias d¨¦cadas en los decadentes muelles del r¨ªo Hudson, acogida con una mezcla de aplausos y controversia.
Pintor, fot¨®grafo y poeta, adem¨¢s de chapero y heroin¨®mano desde la adolescencia, Wojnarowicz cre¨® una obra afilada y mutante, en la que se mezclan la pintura, la escultura, la fotograf¨ªa, el collage y el v¨ªdeo. Para el artista, como para tantos en aquel tiempo, lo personal era deliberadamente pol¨ªtico. Antes de fallecer en 1992, a los 37 a?os, Wojnarowicz tuvo tiempo de liderar una batalla: la que hizo que las autoridades de su pa¨ªs, ¡°esa m¨¢quina de matar llamada Am¨¦rica¡±, admitieran la existencia de una epidemia que mataba a miles de personas al a?o en medio de una indiferencia casi general. Su obra nunca ser¨ªa objeto de los laureles que s¨ª recibieron otros artistas de ese c¨ªrculo, como Keith Haring, convertido en improbable carne de merchandising. La muestra en el Whitney, que llegar¨¢ al Reina Sof¨ªa en mayo de 2019, aspira a reparar ese olvido.
¡°Igual que Wojnarowicz reivindic¨® a Rimbaud y a Genet como parte de un linaje de iconoclastas creativos, nosotros lo recordamos a ¨¦l para entender mejor el presente y trabajar por un futuro mejor¡±, se?ala el comisario de la muestra, David Breslin, conservador de la colecci¨®n del Whitney, particularmente centrada en cuestiones de militancia desde su traslado en 2015 a la nueva sede del Meatpacking District, no muy lejos de donde Wojnarowicz sol¨ªa crear su arte. ¡°Exponer obras que tratan de la crisis del sida implica tener en cuenta el status del outsider y el abuso al que ha sido sometido. En el clima pol¨ªtico de hoy, es nuestra responsabilidad colocar a ese outsider en el centro del relato¡±, a?ade Breslin.
Aun as¨ª, ese acto de justicia se ha visto salpicado por la pol¨¦mica. En agosto, la asociaci¨®n Act Up, de la que Wojnarowicz form¨® parte, organiz¨® una protesta en las salas del Whitney, acusando al museo de inscribir la epidemia del VIH en un pasado lejano y de ignorar que el sida sigue matando. Por su parte, la revista Frieze acus¨® al museo de presentar una versi¨®n ¡°saneada¡± y ¡°digerible¡± de la obra de Wojnarowicz y de convertir a este artista indomable, que denunci¨® ¡°la ocupaci¨®n cristiana¡± de su pa¨ªs y lleg¨® a tildar a sus compatriotas de ¡°esv¨¢sticas andantes¡±, en miembro de un canon del que siempre reneg¨®. Un problema habitual cuando la obra de un creador disidente es expuesta en el cubo blanco y as¨¦ptico de cualquier museo frecuentado por las ¨¦lites culturales, aunque dejarlo al margen de todo reconocimiento del establishment tampoco parece mejor soluci¨®n.
El PS1, delegaci¨®n del MoMA neoyorquino para el arte contempor¨¢neo en el distrito de Queens, se ha enfrentado a un problema similar al exponer en sus salas la obra furiosa e inclasificable de Reza Abdoh. Este director teatral de origen iran¨ª desarroll¨® su carrera primero en Los ?ngeles y despu¨¦s en Nueva York, donde escenific¨® en lugares abandonados un pu?ado de obras teatrales estridentes y visionarias, compendios de teor¨ªa marxista y cultura queer que daban cuenta de una sociedad que se iba a pique. La trayectoria de Abdoh describe la terrible transici¨®n que empieza a comienzos de los 80, esa fiesta amoral en la que abundaron las hombreras y los colores fluo, y termina al final de esa d¨¦cada, cuando sus personajes se despiertan con una resaca incurable y el rostro demacrado por la enfermedad. Abdoh muri¨® en 1995, a los 32 a?os, por esas recurrentes ¡°complicaciones¡±.
En Nueva York, Wojnarowicz ha protagonizado otras dos muestras, que se suman a la que le dedic¨®, hasta hace unas semanas, la Galer¨ªa Loewe de Madrid, donde se expuso parte de su obra junto a la de su mentor, el fot¨®grafo Peter Hujar, objeto de distintas muestras en los ¨²ltimos a?os. Se suman a la exposici¨®n colectiva Rough Trade, que el centro ClampArt, en el barrio neoyorquino de Chelsea, dedica a las relaciones entre el arte de vanguardia y la prostituci¨®n masculina, al lado de obras de Larry Clark, Philip-Lorca DiCorcia o Mark Morrisroe, que tambi¨¦n muri¨® de sida en 1989, a los 30 a?os. Mientras tanto, un nuevo montaje de ?ngeles en Am¨¦rica, la m¨ªtica obra que Tony Kushner estren¨® en 1991, triunfaba en Broadway con una estrella de Hollywood como Andrew Garfield como protagonista.
Estas ofrendas p¨®stumas a una generaci¨®n semiolvidada coinciden con la reedici¨®n de Buddies, primera pel¨ªcula comercial que habl¨® del sida, reeditada este verano en DVD y Blu-ray, que relataba los afectos entre un enfermo terminal y el voluntario que lo cuidaba en el hospital. La dirigi¨® Arthur J. Bressan Jr., que muri¨® infectado en 1987. La pel¨ªcula se rod¨® con 27.000 d¨®lares en nueve d¨ªas, se estren¨® en 1985 y no tard¨® en caer en el olvido. ¡°Pel¨ªculas como Philadelphia o Compa?eros inseparables fueron importantes para lograr que el p¨²blico general tuviera m¨¢s compasi¨®n y se redujeran los estigmas. Pero la fuerza motriz de Buddies era otra: describir el desesperado impulso pol¨ªtico de aquel tiempo, cuando los homosexuales mor¨ªan y el Gobierno no ofrec¨ªa una respuesta¡±, se?ala la historiadora Jenni Olson, especialista en la cultura LGBT+, que ha participado en la restauraci¨®n de la pel¨ªcula. ¡°Es de una vital importancia reconocer lo que debemos a los activistas de aquel tiempo¡±, agrega.
A esa voluntad responden casi todos los homenajes recientes, en los que el enfermo de sida deja de ser un m¨¢rtir para convertirse en un l¨ªder pol¨ªtico, como suced¨ªa en la reciente 120 pulsaciones por minuto, cr¨®nica de la lucha de la antena parisina de Act Up contra la inacci¨®n de pol¨ªticos y laboratorios farmac¨¦uticos. La historiadora del arte ?lisabeth Lebovici public¨® hace unos meses el ensayo Ce que le sida m¡¯a fait (Lo que el sida me hizo), donde examina los cambios en el mundo del arte tras la irrupci¨®n del VIH en Nueva York y en Par¨ªs. ¡°A comienzos de los a?os 80, el activismo contra el sida se moviliz¨® contra las fotograf¨ªas compasivas respecto a personas que mor¨ªan, como si fueran Cristos desfigurados. Eran cuerpos al final de la vida, en posiciones de sacrificio, como si fueran santos¡±, analiza Lebovici. Su misi¨®n es terminar con lo que describe como una ¡°epidemia sin representaci¨®n¡±. Paliarla pasa por desenterrar a quienes, en su d¨ªa, fueron considerados indeseables.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.