¡®Locura¡¯ con Manzanares
El torero se cerr¨® la Puerta del Pr¨ªncipe al fallar con los aceros en tarde triunfalista
No se podr¨¢ quejar Manzanares del trato exquisito que le dispensa la Maestranza. Tanto es as¨ª que a punto estuvo de abrir la Puerta del Pr¨ªncipe si no falla con la espada en el quinto de la tarde. Los alborotados tendidos estaban dispuestos a pedir las dos orejas con fuerza despu¨¦s de una faena elegante, marca del alicantino, a una caricatura de toro bravo, nobil¨ªsimo y amuermado animal, que le propin¨® una voltereta sin consecuencias, lo que acrecent¨® el triunfalismo imperante.
Pas¨® que Manzanares es un torero artista, apadrinado por Sevilla, que torea con naturalidad, despegado siempre y muy aliviado; pero es muy del gusto de esta ciudad. Y tuvo delante dos monas de Juan Pedro Domecq, entendi¨¦ndose por ellos dos toros de bonitas hechuras, blandurrones, sosos y almibarados. Pero el toro ya no importa en esta plaza; no es m¨¢s que un colaborador necesario para el artista, un actor secundario.
DOMECQ/MORANTE, MANZANARES, CADAVAL
Toros de Juan Pedro Domecq, desigualmente presentados, mansurrones, descastados, muy blandos y muy nobles.
Morante de la Puebla: casi entera trasera (silencio); estocada (ovaci¨®n).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada trasera (oreja); _aviso_ tres pinchazos, un descabello _segundo aviso_ (vuelta al ruedo).
Alfonso Cadaval, que tom¨® la alternativa: casi entera tendida y trasera (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo).
Plaza de La Maestranza. 30 de septiembre. Tercer y ¨²ltimo festejo de la Feria de San Miguel. Lleno.
Y con ambos desarroll¨® una tauromaquia low cost, pura baratija, con tanta galanura como frialdad. Una oreja cort¨® a su primero y muchos pidieron la segunda, en una actitud sonrojante.
De tal astilla fue el quinto, bueno y generoso con el torero, y le permiti¨® una faena larga por ambos lados que hizo disfrutar de lo lindo a los que ya so?aban con la salida a hombros. Cometi¨® el error de trazar un molinete de rodillas, el animal se qued¨® corto y lo atropell¨®; el torero no estuvo presto para recuperar la verticalidad y el toro lo levant¨® por los aires sin m¨¢s consecuencias que el golpetazo seco contra el albero. Cit¨® a recibir con la espada cuando los pa?uelos ya asomaban, pero fall¨® y todo qued¨® en una clamorosa vuelta al ruedo, premio m¨¢s justo para la labor realizada.
Se march¨® Morante de vac¨ªo una vez m¨¢s. Lo intent¨®, es verdad, pero no aprender¨¢ ¡ªya es muy tarde¡ª la lecci¨®n de que los toros artistas son embusteros. Apagado y amuermado result¨® su primero, y el cuarto se vino abajo cuando la Maestranza esperaba que el torero destapara el tarro de las esencias. Lo cierto es que el inicio de la lidia de ese cuarto toro fue espectacular: lo recibi¨® Morante pegado a tablas, con el capote abierto sobre la espalda y esboz¨® el inicio del galleo del bu, un par de estimables ver¨®nicas dibuj¨® despu¨¦s, tres chicuelinas ce?id¨ªsimas a continuaci¨®n y todo lo remat¨® con una media y una vistosa serpentina. Y la plaza se ven¨ªa abajo. Pero el gozo qued¨® en un pozo. Otro torero, al igual que Manzanares, que se presta el enga?o continuo y descarado de Juan Pedro Domecq.
Y otro sin motivo de queja es Alfonso Cadaval, que ha tomado la alternativa en tarde de gloria. Tiene maneras y gusto est¨¦tico, pero desprende fragilidad y escaso entusiasmo. Se luci¨® con el capote en un quite a la ver¨®nica y otro por chicuelinas, y lo intent¨® de veras con la muleta, pero no supo o no pudo despertar el entusiasmo requerido. Su primero lleg¨® al tercio final agotado, y el sexto, tambi¨¦n de condici¨®n santificadora, le permiti¨® una confianza que no aprovech¨®. Fue una labor de m¨¢s a menos; comenz¨® de rodillas en los medios con una tanda con la mano derecha que abroch¨®, ya de pie, con un precioso cambio de manos, pero no pas¨® de ah¨ª.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.