Un arte de pintar desconocido hasta entonces
Su magistral uso de la t¨¦cnica del ¨®leo le permiti¨® dominar el realismo descriptivo, la monumentalidad compositiva, la riqueza crom¨¢tica y un sentido decorativo casi desconocido hasta entonces
Hoy por hoy a¨²n sabemos poco, demasiado poco, sobre Bartolom¨¦ de C¨¢rdenas, tambi¨¦n conocido como el Bermejo (h. 1440-1501). (¡) La situaci¨®n resulta especialmente dolorosa habida cuenta de que se trata de un maestro excepcional, una de las figuras m¨¢s atractivas del escenario pict¨®rico en la Espa?a del siglo XV y, m¨¢s all¨¢ a¨²n, de la Europa del Cuatrocientos. Tal afirmaci¨®n no es ni exagerada ni fruto de un ensimismamiento intelectual. Una atenta contemplaci¨®n de la veintena de tablas ejecutadas predominantemente por su mano que han llegado hasta nuestros d¨ªas certifica que nos encontramos ante un pintor dotado de una prodigiosa t¨¦cnica, capaz de elaborar complejas y fascinantes composiciones que, a menudo, tambi¨¦n destacan por la originalidad de sus iconograf¨ªas y la presencia de elementos muy personales (desde su firma hasta inscripciones en diversas lenguas, entre otras particularidades). (¡) Con permiso quiz¨¢s de Pedro Berruguete y Alejo Fern¨¢ndez, Bartolom¨¦ Bermejo es la personalidad art¨ªstica hispana m¨¢s poderosa de su ¨¦poca en los reinos peninsulares. (¡)
Se?as de identidad
El concepto pict¨®rico de Bartolom¨¦ Bermejo se fundamenta, en buena medida, en el desarrollo de las potencialidades est¨¦ticas de la t¨¦cnica del ¨®leo, con la que supo concebir una amplia gama de efectos ilusionistas desconocidos por la mayor¨ªa de sus coet¨¢neos hispanos. (¡) Nuestro pintor se decant¨® por una virtuosista aplicaci¨®n formal y conceptual de los pigmentos oleosos con la idea de evocar la impresi¨®n de transparencia y la sugesti¨®n de volumen, y para dotar a los objetos de un brillo y una luminosidad de gran sutileza, ya sea en las texturas de las indumentarias, el bru?ido de los metales o los fondos de los paisajes. En definitiva, se sirvi¨® de la t¨¦cnica para alcanzar unos efectos ilusionistas semejantes a los que los pintores flamencos, desde la ¨¦poca de Jan van Eyck y Robert Campin, hab¨ªan logrado desarrollar hasta cotas nunca antes alcanzadas. (¡)
El cat¨¢logo de refinamientos ¨®pticos de Bartolom¨¦ Bermejo es muy extenso. En primer lugar, atendiendo a la cronolog¨ªa, podemos se?alar la deslumbrante armadura que ci?e el San Miguel de Tous, con una Jerusal¨¦n celestial de altas torres reflejada en el peto, un artificio que, a partir de Jan van Eyck, se convirti¨® en una cita recurrente en la pintura flamenca. (¡) Menci¨®n especial merecen las suntuosas piezas de orfebrer¨ªa, ricas en materiales y piedras preciosas, aut¨¦ntico topos de la pintura bermejiana. Pocas son las composiciones en las que no encontramos una corona, una espada, una mitra, una cruz procesional, un b¨¢culo o un c¨¢liz, siempre descritos con la fascinante verosimilitud visual que desprenden el esplendor del oro y las piedras preciosas. (¡)
Juegos visuales
Al pintar encima de un color con otro mucho m¨¢s diluido en aceite de linaza, la t¨¦cnica al ¨®leo tambi¨¦n ofreci¨® la posibilidad de lograr sorprendentes efectos de transparencia. Bermejo se sirvi¨® de ellos de manera repetida y con unos resultados de nuevo absolutamente ¨²nicos entre sus coet¨¢neos hispanos. Solo cabe fijarse en las gasas reproducidas en forma de perizonium [perizoma o pa?o de pureza, que cubre los genitales de cuerpos desnudos masculinos y, en especial, de Cristo] en la Piedad Despl¨¤ y en el Cristo de la Piedad de Peralada, en los tules que complementan los tocados y coronas de santa Engracia y en las capas y velos que portan varias figuras en los episodios del Cristo Redentor, hoy expuestos en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC). En estos ¨²ltimos, despunta la delicada reproducci¨®n de la enorme pero suave gasa que cubre el cuerpo de Cristo y los tejidos que, con igual destreza, velan-desvelan el pubis de Ad¨¢n y Eva. (¡)
Adem¨¢s de la espectacular reproducci¨®n de las piedras preciosas, Bermejo tambi¨¦n busc¨® evocar la textura de todo tipo de piedras pulidas. (¡) Algo similar a lo que tambi¨¦n ocurre con los libros. Los lujosos manuscritos (biblias, salterios, evangelios, regla mon¨¢stica¡) son otro de los elementos recurrentes en las pinturas bermejianas y, a veces, su reproducci¨®n es casi un trompe-l¡¯oeil.
Por ¨²ltimo, no ser¨ªa justo cerrar esta sint¨¦tica recapitulaci¨®n de juegos visuales sin hablar de la atenta y minuciosa recreaci¨®n de algunos elementos de la naturaleza. Aunque ya se manifiesta de manera parcial en pinturas realizadas a partir de los a?os sesenta del siglo XV, lo cierto es que su expresi¨®n m¨¢s completa y asombrosa tuvo lugar en obras del periodo final bermejiano, en concreto a partir del tr¨ªptico de Acqui Terme y la Piedad Despl¨¤. Es en estas obras, y especialmente en la segunda de ellas, donde Bermejo despliega todas sus habilidades t¨¦cnicas con el objetivo de recrear amplios y sugestivos paisajes en los que destaca, en primer t¨¦rmino, una extraordinaria variedad de plantas, insectos y reptiles. M¨¢s all¨¢ de su inspiraci¨®n en repertorios de modelos, no deja de sorprendernos su detallada e ilusionista representaci¨®n.
Un cromatismo de verdes y rojos
El cromatismo intenso fue una de las cualidades que hicieron que las pinturas de los maestros flamencos (¡) obtuvieran un especial predicamento entre los clientes hispanos. En el caso de Bermejo sucedi¨® algo similar. (¡) Solo hay que comprobar c¨®mo materializa su espectacular paleta de verdes y de rojos ¨Cde bermejos, en todas sus gamas¨C, de violetas y dorados, para darnos cuenta de que nos hallamos ante un pintor que domina t¨¦cnicas ¨Ccomo la aplicaci¨®n de lacas o de transparencias¨C que le permiten aumentar la sensaci¨®n de profundidad y brillantez de los colores. Ya sean v¨ªrgenes o verdugos, santas o donantes, las figuras de Bermejo lucen una enorme variedad de coloridos en los tejidos de terciopelo, damasco y sedas con los que se adornan, reflejo de algunos de los m¨¢s selectos productos de lujo del comercio textil mediterr¨¢neo. (¡)
Si hubiera que escoger un conjunto donde la fantas¨ªa crom¨¢tica y el sentido t¨¢ctil se conjugan de manera perfecta con la suntuosidad de las indumentarias, este ser¨ªa el retablo de Santa Engracia (hacia 1472-77). Aqu¨ª la mayor¨ªa de las sofisticadas vestimentas, complementos y objetos se inspiran, a veces de manera fiel, a veces libremente, en producciones caracter¨ªsticas de la refinada cultura material nazar¨ª. De ah¨ª procede la t¨²nica que porta el despiadado Daciano, con sus afiligranadas decoraciones pseudoc¨²ficas, pero sobre todo el turbante a base de textiles con bandas y flecos, las correas y las botas de piel. De origen andalus¨ª son tambi¨¦n, entre otros elementos, los arreos de montar ¨Ccon borlas y placas de enjaezamiento¨C y la espada jineta de uno de los verdugos en el Arresto de santa Engracia. Gracias a una efectista utilizaci¨®n de la t¨¦cnica del ¨®leo, el drama del martirio de la santa se transforma en un fastuoso y brillante espect¨¢culo visual. Un lujo pagano con el que tambi¨¦n se pretende subrayar el car¨¢cter negativo, casi diab¨®lico, del gobernador romano y sus ac¨®litos.
La b¨²squeda de un lenguaje en el que realismo e ilusionismo fueran de la mano condujo a Bermejo a algo que solo estaba al alcance de los pinceles m¨¢s dotados: conseguir una sutil y equilibrada combinaci¨®n entre figuras al ¨®leo y fondos dorados. Esta m¨¦lange entre lo nuevo y lo viejo es la que el pintor cordob¨¦s utiliz¨® en las composiciones centrales de los retablos de San Miguel de Tous, Santa Engracia y Santo Domingo de Silos. Y cabe reconocer que el resultado es espl¨¦ndido: la colocaci¨®n de elementos entre el fondo dorado y las figuras encarnadas de los santos ¨Cla capa carmes¨ª de san Miguel; las grandes c¨¢tedras de taracea en el caso de santa Engracia y santo Domingo¨C amortiguan el contraste visual entre ambos registros: el ¨¢urea sacral, sobrenatural, se conjuga con la percepci¨®n humana, f¨ªsica, de los personajes. Una circunstancia que en la composici¨®n dedicada al silense se manifiesta de manera a¨²n m¨¢s compleja. Si nos fijamos bien, la imagen del santo ha quedado reducida a la cabeza y las manos; el resto de la composici¨®n es el resultado de una superposici¨®n de dorados con los que se dise?a, primero, la gran capa pluvial; luego, las microarquitecturas del trono de taracea; despu¨¦s, el fondo y, para acabar, las propias arquitecturas que conforman la crester¨ªa y las entrecalles de la f¨¢brica del retablo.
Ilusionismo virtuoso
La pintura de Bermejo es mucho m¨¢s que un ejercicio de pirotecnia virtuosista. Frente a la propuesta escenogr¨¢fica (basada en los dorados, embutidos, etc¨¦tera) de la mayor¨ªa de sus colegas hispanos, el maestro cordob¨¦s se enfrenta a uno de los eternos tour-de-force de la pintura desde ¨¦poca cl¨¢sica: tratar de evocar la realidad y la experiencia sensible. Lo hace mediante el concepto del "realismo sustitutivo" de ra¨ªz flamenca, a trav¨¦s de la recreaci¨®n de una aut¨¦ntica galer¨ªa de objetos y motivos que, merced a un espl¨¦ndido dominio de la t¨¦cnica del ¨®leo, reproduce de manera ilusionista, con la brillantez del colorido, la idea de transparencia, el pulido del esmalte, los metales bru?idos y los efectos de esplendor que desprenden las piedras preciosas, el oro o la plata. El efecto es tan potente que, en ocasiones, parece desplazar en importancia a los propios temas de las composiciones y convierte a las pinturas en una experiencia emp¨ªrica, de los sentidos. El ojo que mira va de aqu¨ª a all¨¢, asombrado ante la riqueza de detalles y efectos pero, sobre todo, ante una constante demostraci¨®n de virtuosismo t¨¦cnico, de una sorprendente capacidad para transformar las pinturas en un fascinante juego de materia e ilusi¨®n. Como si de un aut¨¦ntico prestidigitador de im¨¢genes se tratase, Bermejo busca sorprendernos y confundirnos una y otra vez. Y a fe que muchas veces lo consigue.
Joan Molina Figueras es el comisario de la exposici¨®n ¡®Bartolom¨¦ Bermejo¡¯ en el Museo del Prado. Texto extra¨ªdo de su cat¨¢logo general.
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