Un simbionte desnaturalizado

Cuando, a mediados de los ochenta, la historieta de superh¨¦roes experiment¨® una profunda renovaci¨®n conceptual de la mano de un surtido grupo de dibujantes y guionistas ¨CMiller, Sinkiewicz, Morrison, Moore, entre otros-, la entrada de un dibujante como Todd MacFarlane en la Marvel propuso otro camino posible. Mientras unos abogaban por dotar al g¨¦nero de un cariz autorreflexivo, cr¨ªtico y en ocasiones marcadamente intelectualizado, McFarlane ofrec¨ªa un nuevo sentido de la espectacularidad, mediante un trazo de barroco detallismo que abrazaba la hip¨¦rbole visual como principio rector. La creaci¨®n del supervillano Venom para las aventuras de Spiderman fue su declaraci¨®n de principios: una po¨¦tica de la carne mutante de inflexi¨®n oscura que, m¨¢s tarde, ser¨ªa amplificada en sus trabajos para el sello Image, con su infernal Spawn como gran figura tutelar.

Si el exceso formal fue siempre el distintivo del toque McFarlane, el hecho de que la primera pel¨ªcula que concede un total protagonismo al personaje sea tan rutinaria en su estilo visual hace que salten las primeras se?ales de alarma, que el desarrollo de la trama no logra ni mucho menos silenciar. El Venom de Ruben Fleischer es una de esas pel¨ªculas Marvel cuyo dise?o de producci¨®n parece haber sido confiado a un gerente, con especial debilidad por el dise?o de oficinas como las que deben de haber acogido las reiteradas y tediosas reuniones de ejecutivos para intervenir en el gui¨®n con la misma alegr¨ªa con que deslocalizar¨ªan una filial de empresa.

Venom no sabe si quiere ser una pel¨ªcula sobre un superh¨¦roe o sobre un supervillano. O una buddy movie de hombre y simbionte. Con un Tom Hardy que transpira incomodidad en la comedia f¨ªsica, el traspi¨¦ parece deber su existencia a la decisi¨®n corporativa de improvisar un modesto elemento de cohesi¨®n en el subsector Sony del universo Marvel.