¡°El artista es el que tiene la intuici¨®n disciplinada¡±
El Museo Reina Sof¨ªa recoge una retrospectiva con lo mejor de la producci¨®n de Luis Camnitzer, figura clave del arte conceptual latinoamericano
Luis Camnitzer (L¨¹beck, Alemania, 1937) es una f¨¢brica de titulares: ¡°El artista es el que tiene la intuici¨®n disciplinada¡±; ¡°la funci¨®n del buen arte es la de ser subversivo¡±; ¡°el arte es pol¨ªtico hasta cuando es apol¨ªtico¡±; ¡°el arte como educaci¨®n sigue siendo un fraude¡±. Habla como quien subraya frases maestras con rotulador, esas que utilizan los profesores como puntos de anclaje de las ideas que trasladan. Se nota que ha estado m¨¢s de 30 a?os al frente de la Universidad del Estado de Nueva York, donde hoy es profesor em¨¦rito.
Pasea por las salas del Museo Reina Sof¨ªa como quien revisa su vida en fotos, saltando p¨¢ginas, rodeos y citas memorables. Las que tienen m¨¢s peso en su curr¨ªculum ocupan el espacio central: sus obras para el pabell¨®n de Uruguay de la Bienal de Venecia de 1988 y la celda que hizo para Documenta 11, y que se reproduce por primera vez desde aquel 2002. La exposici¨®n empieza con un autorretrato, el que hace de ¨¦l un l¨¢piz colgado del techo movido por el aire de un ventilador, y acaba con la serie De la Guerra, su ¨²ltimo trabajo lleno de mapas donde el artista relee los cinco tomos que von Clausewitz escribi¨® a principios del siglo XIX sobre estrategia militar y que todav¨ªa hoy se estudia en las escuelas militares. ¡°Estamos volviendo a la fragmentaci¨®n nacionalista del cu?o m¨¢s reaccionario, una payasocracia llena de gobiernos autoritarios¡±, dice.
A lo largo del recorrido, organizado junto al comisario Octavio Zaya, se encuentran obras emblem¨¢ticas como Lecci¨®n de Historia del arte, diapositivas en blanco para esa historia que todav¨ªa est¨¢ por contar, y Memorial, su list¨ªn telef¨®nico de Montevideo con los desaparecidos en Uruguay durante la dictadura militar que gobern¨® el pa¨ªs entre 1973 y 1985. Tambi¨¦n hay lenguaje por los suelos, cuadernos de ejercicios y placas que se escapan de la sala de exposici¨®n. De una de ellas ha cogido el t¨ªtulo: Hospicio de utop¨ªas fallidas, ¡°las revolucionarias¡±, matiza, ¡°y hoy m¨¢s que nunca¡±.
La retrospectiva recoge lo mejor de su producci¨®n aunque su mejor obra es su cabeza. Tiene 80 a?os y una felicidad, dice, pegada a su nombre. A la capacidad de nombrar ha dedicado sus ¨²ltimos textos, como el que escribi¨® hace unas semanas para el suplemento Babelia. Su obra nunca denuncia expl¨ªcitamente pero condena los sistemas art¨ªsticos que le dan la espalda a las realidades pol¨ªticas de su tiempo. Es una de las figuras claves del arte conceptual latinoamericano, aunque a ¨¦l le gusta m¨¢s decir contextual: ¡°El arte conceptual siempre me result¨® problem¨¢tico porque, adem¨¢s de ser formalista, lo que buscaba era llegar al esp¨ªritu del arte sin cuerpo, una cosa m¨ªstica que me interesa nada. El arte contextual es utilizar el m¨ªnimo est¨ªmulo para un m¨¢ximo efecto. Utilizar el arte como una caja de resonancia. Eso es lo que hago, buscando activar al espectador de manera eficiente, una acci¨®n, sin duda, militante. La pol¨ªtica en el arte puede filtrarse en la narrativa del contenido o en el efecto que puede tener una obra para el espectador. ?sa es la que me interesa, en la medida en que obliga a los dem¨¢s generar ideas propias. Mi mayor af¨¢n es que la obra suceda en el espectador, que se convierta en autor y no me necesite. Mientras tenga que hacer arte soy un fracasado. El ¨¦xito vendr¨¢ cuando no tenga que hacerlo porque la gente lo hace sola. Por eso digo que soy un intermediario, como el profesor que logra independizar al alumno¡±.
Dice que trabaja con problemas, que prefiere ser un exhibicionista intelectual que emocional, y que a estas alturas de su vida le interesa m¨¢s poner su esfuerzo en los cambios estructurales que en la fabricaci¨®n de cosas. Saca a colaci¨®n el libro que est¨¢ leyendo estos d¨ªas, La sinfon¨ªa no terminada de Darwin, de Kevin Nevile Laland, para hablar de mercado: ¡°Divide el mundo entre actividades sociales y asociales. La social es la colectiva, la que imitas y repites. La asocial es la que innova y busca la experiencia de primer orden. Hoy el mercado del arte est¨¢ basado en un marco que favorece al individuo asocial, que va a m¨¢s cuanto m¨¢s ¨¦xito tenga mejor. Pero es una distorsi¨®n, como un c¨¢ncer. Todo lo que se vende a precios millonarios no tendr¨¢ ning¨²n efecto en t¨¦rminos de cultura colectiva pasado un siglo. El arte que realmente tiene valor es el que se filtra de manera an¨®nima en una sociedad. Hay que conectar ambos polos. Es un juego fr¨¢gil, pero cuando lo nombramos lo esquematizamos de una forma bipolar que no nos permite ver las cosas¡±. Tambi¨¦n la palabra ¡°arte¡± le resulta inc¨®moda, ¡°todas las clasificaciones lo son, porque son excluyentes¡±.
Camnitzer tambi¨¦n combate la presunci¨®n de que los museos sean lugares cerrados, cajas fuertes con objetos de valor mercantil y aboga por reemplazar esta idea por otra en la que los museos recojan el valor cultural que viene de la gente. Convertir el museo en una escuela. Es lo que har¨¢ Mar¨ªa Acaso, nueva responsable de educaci¨®n del Reina Sof¨ªa, desde las salas de la exposici¨®n y el proyecto Escuela perturbable. Durante los cuatro meses se instalar¨¢n all¨ª quince personas trabajado muchas de las ideas que habitan sus textos. Las que recoge esta retrospectiva las ve con cierta nostalgia. ¡°Es la ¨²ltima gran cosa, supongo¡±. Tiembla como un flan al estilo uruguayo, la met¨¢fora, dice, que mejor le define: ¡°ese hecho de flan, cubierto por dulce de leche y, por las dudas, con crema de chantilly por encima. Mi primera etapa es la base de gelatina, la segunda, la concentraci¨®n y la tercera est¨¢ hecha de aire. En esas estoy¡±.
Babelia
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