Bailar con Javiera Mena: una excitaci¨®n nada ramplona
La chilena exprime las posibilidades del pop m¨¢s extrovertido con el desparpajo de su reciente ¡®Espejo¡¯ y la complicidad arco¨ªris
Alguien que se atreve a comparecer en el escenario con un traje rojo de charol como el que luc¨ªa Javiera Mena este viernes en la sala Ocho y Medio no es una artista com¨²n. La chilena ha ido asent¨¢ndose tambi¨¦n a esta orilla del Atl¨¢ntico casi por una cuesti¨®n de manifiesta solvencia: su elegancia es tan evidente que admite poco margen a la duda. Igual que su poder¨ªo vocal, un activo que deber¨ªa ser ineludible y que ahora, en tiempos de consumo fulgurante, puede confundirse con un ingrediente secundario. Mena alborot¨® la pista, muy pr¨®xima al lleno, sin confundir excitaci¨®n con ramploner¨ªa; todo un detalle.
De cara a su plasmaci¨®n en directo, el pop electr¨®nico siempre cuenta con el lastre de lo falsario: mucho de lo que escuchamos no sucede en el momento, sino que lo suministra de oficio la m¨¢quina. Javiera dispone de dos subalternas (bajo y bater¨ªa) relegados al fondo del escenario, pero el grueso del magma sonoro que nos sacude proviene de lo ya grabado e inamovible. Mena suple esa r¨¦mora con una importante presencia esc¨¦nica. Se expone, se involucra, no intenta eludir la condici¨®n de destinataria de todas las miradas. Y exterioriza la energ¨ªa que emana de piezas eminentemente l¨²dicas y noct¨¢mbulas, desde Los olores de tu alma a Intuici¨®n. Cuidado con la competencia, Shakira.
A Javiera no le tiembla el pulso a la hora de explotar su condici¨®n de impulsora de la fiebre del viernes noche. Su m¨²sica gestiona a veces la paradoja entre el trasfondo nost¨¢lgico y la plasmaci¨®n euf¨®rica (Alma), pero a menudo procura conquistar a la audiencia por la v¨ªa r¨¢pida, sin meandros ni rodeos. Es vanguardista a fuerza de beber del tecno-pop de los ochenta y el dance de los noventa. Y resulta h¨¢bil en el arte del reciclaje: no introduce ingredientes novedosos en la marmita, pero se las apa?a para que su receta parezca contempor¨¢nea, pegada a las exigencias de la (pos)modernidad.
La sudamericana atesora ya el suficiente oficio como para conocerse todos los atajos. Maneja el encanto de la intriga (Primera estrella) o de la escenograf¨ªa, como esas gafas opacas que luce en el himno dance sin estribillo en qu¨¦ se ha convertido Otra era. Y resulta muy h¨¢bil en la gesti¨®n de las versiones: el acentuado desparpajo hortera de Yo no te pido la luna y la trascendencia LGTBI de Mujer contra mujer, letra valiente del mismo autor de esa ¡°mariconez¡± que, a falta de mejores est¨ªmulos, ha alumbrado las tertulias de toda la semana.
Mena, emblema l¨¦sbico donde los haya, hace muy bien enarbolando la causa igualitaria, ella sola frente a los teclados. Estar¨ªa bien recordar que, 16 a?os antes y con el dictador a¨²n en vida, Rodrigo Garc¨ªa fue capaz de colarle a la censura un gol por la escuadra con Mar¨ªa y Amaranta (C¨¢novas, Rodrigo, Adolfo y Guzm¨¢n). Pero son objeciones casi de trivial. Javiera subo cumplir las expectativas, moderar el minutaje y rematar la faena con Espejo, la pieza que titula su m¨¢s reciente elep¨¦. Hasta Eva Amaral escudri?aba desde la planta superior; dif¨ªcil sustraerse a la curiosidad.
Babelia
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