Adi¨®s a Robert Saladrigas, un lector sin l¨ªmites
El narrador y cr¨ªtico literario, fallecido este lunes, carec¨ªa de prejuicios, eleg¨ªa solo que le parec¨ªa bueno y alcanzaba siempre a convencernos de que lo era
No solo cuando fallece un gran autor est¨¢ de luto la literatura. Tambi¨¦n lo est¨¢ cuando muere un gran lector. Robert Saladrigas era lo uno y lo otro, y tal vez ambas condiciones no sean sino haz y env¨¦s de una misma moneda. Nos ha dejado prematuramente, y todo lector se siente hoy hu¨¦rfano. El c¨¢ncer ha acabado con su vida a los 78 a?os, una vida dedicada a las letras, a cultivarlas, evaluarlas y explicarlas. Brillante novelista de la literatura catalana contempor¨¢nea, brillante cr¨ªtico literario de La Vanguardia durante casi cuatro d¨¦cadas.
Vocaci¨®n temprana. A los quince comienza a elegir y ordenar palabras en cuadernos, comienza a escribir. A los dieciocho se presenta al Nadal, sin miedo a Delibes, a Mart¨ªn Gaite, a Ferlosio, a Matute. Seguro estaba de su escritura porque estaba seguro de sus lecturas. Gana con Entre juliol i setembre (1967) el premio Joaquim Ruyra en 1966 y vende 80.000 ejemplares. Con El sol de la tarda (1992) se hace con el prestigioso Premio Sant Jordi y con el Joan Creixells. Siempre formar¨¢ ya parte de la historia de la ficci¨®n catalana contempor¨¢nea, por la enjundia de su narrativa y por el merecido reconocimiento que obtuvo.
Quisiera hoy, sin embargo, decantar esta p¨¢gina triste hacia su vocaci¨®n de cr¨ªtico. Un escritor que lo fue porque ley¨® sin l¨ªmite y sin prejuicio, como est¨¢ de Dios. Jam¨¢s le import¨® si se trataba de un cl¨¢sico del mainstream de la narrativa contempor¨¢nea o de una joven promesa, si era un autor central y cl¨¢sico o un autor perif¨¦rico e incierto. Eleg¨ªa lo que le parec¨ªa bueno y alcanzaba siempre a convencernos de que en verdad lo era. Su vocaci¨®n de escritor subyac¨ªa a su vocaci¨®n de cr¨ªtico, esto es, hab¨ªa sido cocinero antes que fraile. Conoc¨ªa las t¨¦cnicas, ten¨ªa bagaje de lecturas, era zorro viejo, aconsejaba bien. Y fue cr¨ªtico de narrativa traducida, algo que puede parecer menos arriesgado pero que lo empuja a uno a padecer no solo por su criterio sino por si la traducci¨®n es pertinente, por si la novedad que viene de fuera es fruto del objeto del deseo editorial o realmente debe ser objeto del deseo del lector.
Ejerci¨® la cr¨ªtica pero no ejerci¨® de cr¨ªtico, pues su voluntad fue siempre aconsejar y no en encumbrarse. No hace muchos a?os, en una imprescindible fiesta editorial, recuerdo su tristeza al saber que un buen cr¨ªtico acababa de decidir dejar de serlo. Insisti¨® en convencerlo de que no renunciara. No lo consigui¨®. Saladrigas velaba por la subsistencia del ecosistema literario en todas sus facetas, y por encima de todo celebraba el talente del buen lector.
Muchos dicen que necesitamos lectores. Algunos decimos que necesitamos buenos lectores. Todos diremos que te necesitamos, Robert. Y no est¨¢s. Pero s¨ª tu legado, tus lecciones de lectura, tus cr¨ªticas reunidas en De un lector que cuenta. Impresiones sobre la narrativa extranjera contempor¨¢nea. De Thomas Mann a Jonathan Franzen y En tierras de ficci¨®n. Recorrido por la narrativa contempor¨¢nea. De Edgar Allan Poe a Evan Dara. Recuerdos a Marcel, a Philip, a Cesare, a Julio y a Thomas Mann, expl¨ªcales c¨®mo son sus textos, y, por favor, no dejes nunca tu oficio de vivir de las letras y ten la bondad de hacernos de scout, av¨ªsanos de un nuevo descubrimiento n¨®rdico, eslavo o japon¨¦s, recu¨¦rdanos que los cl¨¢sicos, como dec¨ªa Calvino, lo son porque nunca terminan de decir lo que tienen que decir.
Steiner, Eco, Bloom, cr¨ªticos suspendidos en el feliz vac¨ªo te¨®rico. Pierre Lepape, Michiko Kakutani, Rafael Conte, Marcel Reich-Ranicki, Claudio Magris, Robert Saladrigas, cr¨ªticos atrapados en la feliz rutina quincenal. A pie de calle. Ense?¨¢ndonos a leer, a los lectores ingenuos y sobre todo a los lectores avezados. La Vanguardia y todos los diarios del mundo hemos perdido un maestro. Descansa, mestre, pero no dejes de leer(nos).
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