Kurt Vile, el arte del bostezo desaforado
El nuevo ¨ªdolo del rock alternativo resulta ser pl¨²mbeo, plano y poco convincente a su paso por un Teatro Barcel¨® a rebosar, pero sin entrega
"?Qui¨¦n es entonces este Kurt Vile?", preguntaba en la puerta del Teatro Barcel¨® el espectador ne¨®fito a un amigo m¨¢s docto. Y este le resumi¨®, en tres palabras: "Un cantautor raro". Puede que no sea la definici¨®n m¨¢s can¨®nica ni matizada, pero la aceptamos como diagn¨®stico en un momento de apuro. Y serv¨ªa de elemento indiciario: rockeros sesudos y reci¨¦n llegados con el radar en activo se acercaron para certificar el supuesto estado de gracia de uno de los nombres que despierta mayor admiraci¨®n en el circuito independiente. Resultado: llenazo abrumador, como hace tiempo que no se certificaba en esta sala de Tribunal. Y, de paso, la sensaci¨®n de que la multitud no es argumento suficiente para emocionarse ante una propuesta ¨¢spera pero ni revolucionaria ni particularmente emp¨¢tica.
Vile es un guitarrista estupendo y un cantante reiterativo y mon¨®tono, a veces hasta la exasperaci¨®n.
Vile es un guitarrista estupendo y un cantante reiterativo y mon¨®tono, a veces hasta la exasperaci¨®n. Comparece con la camisa a cuadros y el rostro oculto tras su caracter¨ªstica melena enmara?ada, como si, a sus 38 a?os, nos hall¨¢ramos ante una versi¨®n actualizada de Neil Young. Pero donde el canadiense aportaba furia y melod¨ªa, intencionalidad y pasi¨®n, poes¨ªa y vitriolo, aqu¨ª prevalece el esp¨ªritu autocontemplativo. Nuestro nuevo h¨¦roe del rock alternativo es hombre de trayectoria f¨¦rtil y discograf¨ªa ciertamente extensa, pero ese envidiable talante prol¨ªfico incurre a veces en la indulgencia. Kurt quiz¨¢ se guste a niveles ¨®ptimos de autoestima; otra cosa es que demos por bueno, sin m¨¢s objeci¨®n, el grueso de un discurso indistinguible y reiterativo. En rom¨¢n paladino: una hartura.
El primer aldabonazo de la noche, Wheelhouse, sirve para sentar las bases de lo que suceder¨¢ durante la hora y media siguiente: un mantra absorto y circular, m¨¢s sugerente que adictivo, que adem¨¢s nos priva del respaldo arm¨®nico del bajo hasta casi el final del tema. Podr¨ªamos decir que el de Pensilvania masculla m¨¢s que canta, puesto que el factor mel¨®dico es virtualmente inexistente. Y no es que prescinda de los estribillos, que est¨¢ en su derecho; es que desprecia la articulaci¨®n. Musita, bisbisea, regurgita. Podr¨ªamos pensar que ronronea, pero ni siquiera. No importa que sea imposible plasmar en un pentagrama lo que, a falta de otra formulaci¨®n musical, va murmurando. Tampoco podr¨ªamos tararear, predecir, enamorarnos.
El reci¨¦n alumbrado Bottle it in sirve de hilo argumental, aunque este s¨¦ptimo ¨¢lbum no representa, faltar¨ªa m¨¢s, ninguna evoluci¨®n en la exasperante planicie. Solo constatamos que Bassackward, en teor¨ªa uno de sus momentos sustanciales, reduce su alcance desde los diez minutos del vinilo hasta un formato m¨¢s piadoso para con el oyente. Pero la salmodia est¨¢ ah¨ª, domin¨¢ndolo todo. La perorata resulta reiterativa, mon¨®tona, pl¨²mbea. Reincidente hasta que los o¨ªdos se desesperan. "Esta canci¨®n trata sobre m¨ª", enuncia Kurt como pre¨¢mbulo a KV crimes. Lo adivinaron: como buen autorretrato es plano, irrelevante y reiterativo, por m¨¢s que la guitarra el¨¦ctrica propicie alg¨²n pellizco. Por supuesto, comparar a estos Violators con Crazy Horse solo invita a que rescatemos el paralelismo entre Dios y nuestro cu?ado.
"Ey, Madrid, os quiero", nos confes¨® el amigo Kurt a la hora de monserga. Para entonces, el postureo conviv¨ªa con la tertulia desaforada y la paciencia bajo m¨ªnimos. Runner ups, sin banda y con la ¨²nica compa?¨ªa de su ac¨²stica, podr¨ªa parecer una ocasi¨®n para reconciliarnos, pero cuesta tender puentes ante una nueva exhibici¨®n de postureo inane, de perorata m¨¢s bien amorfa. Por mucho que nuestro amigo profiera grititos como repetid¨ªsimo recurso de ¨¦nfasis.
La cosa con Kurt Vile podr¨ªa pintar bien y, sin embargo, no pasa de una prolongada sucesi¨®n de bostezos. Con clase, quiz¨¢, pero bostezos a fin de cuentas. Desaforados. Irritantes, llegado el caso. Y conviene advertir de que nos enfrentamos a una reacci¨®n fisiol¨®gica no exenta de peligros: la de mand¨ªbulas desencajadas que ha dejado a su paso. Cu¨ªdense.
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