El zoo como escondite para escapar de los nazis
Unos 300 holandeses salvaron la vida durante la II Guerra Mundial ocultos en Artis, el parque de animales de ?msterdam
En ocasiones, Duifje van den Brink, una vecina de ?msterdam, guiaba a los visitantes por Artis, el zoo de la ciudad, un lugar que conoc¨ªa bien. Buena parte de los curiosos eran soldados nazis, que se relajaban durante la ocupaci¨®n de Holanda (1940-1945). Lo que no sab¨ªan es que su interlocutora, que hablaba en perfecto alem¨¢n, era jud¨ªa y se escond¨ªa de su persecuci¨®n en unas instalaciones de 1838, las m¨¢s antiguas de Europa continental. Estuvo all¨ª cuatro a?os, y cuando los Aliados liberaron el pa¨ªs, pudo salir por la puerta. Entre 250 y 300 personas se ocultaron a su vez en el parque en huecos del recinto de los primates, los lobos o el acuario; en altillos y desvanes. Al Ej¨¦rcito invasor le encantaba Artis, y nunca pensaron que entre fieras y establos hubiera jud¨ªos, j¨®venes escapados de los trabajos forzados e incluso miembros de la resistencia.
Duifje van den Brink es uno de los pocos nombres conocidos de una historia relatada por Maarten Frankenhuis, veterinario, investigador y exdirector del zoo entre 1990 y 2003, en su libro Overleven in de dierentuin (Sobrevivir en el parque zool¨®gico). En 1941, los empleados y miembros de la junta directiva jud¨ªos tuvieron que abandonar sus puestos, y se colg¨® el cartel de ¡°Prohibido¡± para el resto de su comunidad, concentrada en el barrio de Artis. En 1943, un grupo de resistentes destruy¨® el censo de ?msterdam para entorpecer las deportaciones, y el zoo (en pleno uso hoy) se afianz¨® como cobijo. De noche, si pod¨ªan, los desaparecidos asomaban a tomar el aire.
Henk Blok, que fue despu¨¦s m¨¦dico de cabecera, se hizo espacio en el cobertizo de los chimpanc¨¦s, pero sus idas y venidas llamaron la atenci¨®n de su vecino, el gorila Japie. Para evitar que le descubriera, se traslad¨® cerca de los lobos. ¡°Como en todos los parques, los animales tienen una parte donde recogerse para descansar con diversas entradas y alturas, adem¨¢s de almacenes para la comida, y all¨ª se encajaron algunas personas. Parece imposible que nadie lo notara, pero as¨ª fue. Al acabar la II Guerra Mundial, la gente que viv¨ªa alrededor se asombr¨® al descubrir que hab¨ªan estado a un paso¡±, se?ala Frankenhuis, de 76 a?os, en conversaci¨®n telef¨®nica.
En 1939, Armand Sunier, el entonces director, ¡°se dio cuenta de que algo grave iba a pasar, y almacen¨® alimento seco, nueces y heno para forraje, adem¨¢s de carne congelada¡±. Para las fieras, compr¨® m¨¢s carne en los mataderos que no era apta para consumo humano. Sunier mantuvo las apariencias con los nazis, y ello benefici¨® a sus empleados y a los perseguidos. ¡°Hubo gente oculta en el zoo de R¨®terdam, pero no tanta. En ?msterdam, cuando llegaba un soldado demasiado curioso, o una visita dudosa, avisaban a todos para que no se movieran hasta pasado el peligro¡±. Adem¨¢s de tapadera, al mantenerse abierto, el zoo sirvi¨® de cierto desahogo a una ciudad invadida.
Al principio de la guerra, se pudieron manejar con la escasa comida de que dispon¨ªan. La querencia de los nazis por el lugar ayud¨® a que no les molestaran. Al final, sin embargo, en el Invierno del Hambre (1944-1945) la situaci¨®n se hizo insostenible. ¡°Murieron unas 20.000 personas de inanici¨®n en el pa¨ªs, y se resolvi¨® aprovechar lo que hab¨ªa: cazaron ratas, gorriones, estorninos, palomas, patos salvajes¡ En el parque aprovecharon a su vez esas aves, y la hija de un cuidador del zoo le pregunt¨® a su padre que cu¨¢ntas palomas necesitar¨ªa para apagar su hambre¡±, sigue el escritor. ¡°A veces, se sacrificaba a un gran herb¨ªvoro d¨¦bil o en malas condiciones para repartir entre todos: animales y personas. Mi madre era enfermera en una maternidad, y llegaban placentas para los bichos¡±. El 5 de mayo de 1945, las tropas Aliadas liberaron Holanda, ¡°y los escondidos se dispersaron sin llamar la atenci¨®n¡±.
Maarten Frankenhuis no se olvida de apuntar ¡°la tremenda historia¡± de Jan Zabinski, director del zoo de Varsovia (Polonia), y de su esposa, Antonina, que salvaron la vida de jud¨ªos polacos escondi¨¦ndolos en las instalaciones. Episodio que narra la pel¨ªcula La casa de la esperanza, que se estren¨® el pasado a?o protagonizada por Jessica Chastain. En la despedida no lo dice, pero entre sus libros, el exdirector de Artis tiene uno dedicado a su primo, Karel, que muri¨® con sus padres en Auschwitz, a los 7 a?os.
Babelia
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