Operaci¨®n nostalgia: el cd no ha muerto
La tecnolog¨ªa inmaterial ha convertido en fetiche y anacronismo la revoluci¨®n del compact disc
De manera accidental me he reencontrado con uno de los primeros que recuerdo haber adquirido. No hay discoteca que sea operativa si no est¨¢ ordenada -por compositores, o por g¨¦neros, o por ¨¦pocas- de forma que puestos a exhumar he exhumado una grabaci¨®n de Las bodas de F¨ªgaro que dirigi¨® George Solti en 1982. La compr¨¦ unos a?os m¨¢s tarde, pero pertenece el cofre -y un cofre es- a los primeros t¨ªtulos de aquella fascinaci¨®n tecnol¨®gica que supuso el compact disc. Y que estaba expuesto a incertidumbres. ?Se borrar¨ªa su contenido? ?Resistir¨ªan al paso de los a?os?
La primera respuesta es negativa. Respecto a la segunda no dejan dudas la hegemon¨ªa de la tecnolog¨ªa ¡°inmaterial¡±. Se declara uno muy partidario de ella. Y resulta todav¨ªa impresionante que un min¨²sculo dispositivo y una cuota mensual de diez euros puedan satisfacer la utop¨ªa de la discoteca universal. Muchos ahorros y dineros se nos fueron en la fiebre del CD. El mercado, creo, tiraniz¨® nuestras pasiones y nuestros presupuestos, pero me gusta recurrir a las estanter¨ªas de los ¡°compacts¡±. Y recuperar aquellas grabaciones que suenan como huelen las magdalenas de Proust.
El triple CD de Las bodas de F¨ªgaro aportaba, como suced¨ªa entonces, un exhaustivo libreto. Tambi¨¦n incorporaba unos tejidos esponjosos que proteg¨ªan los discos como si fueran joyas. Les anuncio que el tiempo los ha convertido en polvareda. Tanto es as¨ª que he debido despegar con esmero los fragmentos que se han adherido a los discos. Y he temido que ¨¦stos no ¡°funcionaran¡±, pero me ha producido una emoci¨®n indescriptible escuchar impoluta la obertura. Y me he visto forzado a sobreninterpretar algunos pasajes de la ¨®pera. No solo los baritonales, admito.
La inesperada operaci¨®n nostalgia? en la irrupci¨®n del oto?o me ha llevado a recorrer las estanter¨ªas, como quien mira un ¨¢lbum de fotos o se regocija en el masoquismo de la nostalgia inducida. Y he reconocido algunas car¨¢tulas que me han sacudido la sensibilidad y los recuerdos. Destacar¨ªa la m¨²sica barroca porque la irrupci¨®n del CD coincidi¨® con la explosi¨®n del llamado historicismo. Por eso me he recreado con los discos de Archiv. Con el cat¨¢logo de Trevor Pinnock y The English Concert. Y con otros fen¨®menos de la cultura brit¨¢nica que han desaparecido -Christopher Hogwood- o que han adquirido la posici¨®n de la clarividencia en todos los repertorios. Me refiero a Gardiner, igual que podr¨ªa referirme a Harnoncourt.
Que no era brit¨¢nico y s¨ª pionero. Y que nos abri¨® el camino del renacimiento y del barroco con los jalones de sus grabaciones. Porque apenas ven¨ªa a Espa?a. Y porque sus discos en el extinto sello Teldec nos propon¨ªan una asombrosa alternativa a la m¨²sica e Bach o la de Monteverdi, como si aquellos cofres alojaran el misterio de la verdad. O la verdad del misterio.
Babelia
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