¡°A mi padre lo mataron en un campo de concentraci¨®n donde est¨¢ la Cruz de los Ca¨ªdos¡±
La vida de Eulalia Mendoza y la represi¨®n franquista contra su familia es una de las cien historias rescatadas por un grupo de antrop¨®logos de la UNED, que publican en un libro
![Eulalia Mendoza con una foto de su padre.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KVSUWO27RPUA3BJCBLGWLR3V4I.jpg?auth=8186df1af759887c1ac319c87a7279fc4617861bcf72a1635664fb309c1a5373&width=414)
El padre de Eulalia se llamaba Magdaleno y lo mataron ¡°en un campo de concentraci¨®n donde est¨¢ la Cruz de los Ca¨ªdos¡±. ¡°Aguant¨® muy poquito tiempo. Mi padre era socialista y no era nadie, porque entonces no ¨¦ramos de ning¨²n sitio, porque entonces no hab¨ªa de nada¡±. Eulalia se lo cuenta al antrop¨®logo de la UNED, Jorge Moreno. La historia de Eulalia es terrible. No s¨®lo por la muerte de su padre. Su relato de la represi¨®n y del hambre en la Espa?a de la posguerra es desalentador. Y Moreno toma nota y aparece publicado en el libro Para hacerte saber mil cosas nuevas. Ciudad Real 1939, la historia oral de los represaliados por el franquismo en Castilla-La Mancha, que suman unas 4.000 personas, seg¨²n Moreno. La obra forma parte del proyecto Mapas de la Memoria, una iniciativa pionera que ha investigado durante m¨¢s de 10 a?os en archivos, registros civiles, documentos penitenciarios y, claro, con los supervivientes.
En la denuncia, del 4 de febrero de 1940, se acusa a Magaleno de ser un ¡°individuo de ideas izquierdistas sin poder precisar, partido, y que durante la dominaci¨®n roja, hizo guardias, con escopeta¡±. Quien habla es Gregorio S¨¢nchez Espinosa, que se?ala a Magdaleno como ladr¨®n de 50 ovejas. El padre de Eulalia se defendi¨® y neg¨® pertenecer a ning¨²n partido pol¨ªtico, haber hecho propaganda de la ¡°Causa Roja¡±, ni de participar en detenciones, robos y saqueos ¡°contra las personas de orden y contra los bienes de las mismas¡±.
La sentencia es de una semana despu¨¦s: ¡°Los hechos relatados no merecen la calificaci¨®n jur¨ªdica del delito¡±, pero el juez se?ala que ¡°es evidente¡± ¡°la peligrosidad del encartado¡± y por ello lo condena, ¡°como medida de correcci¨®n¡±, que ingrese ¡°en un batall¨®n de trabajo y por un tiempo indeterminado¡±. Y as¨ª llega al campo de concentraci¨®n del Valle de los Ca¨ªdos del que habla y al que se refiere su hija.
La vida de Eulalia Mendoza y su familia est¨¢ incluida entre el centenar de biograf¨ªas rescatadas del olvido, para que no desaparezcan los testimonios de quienes fueron asesinados ¡°sin causa y con ausencia de defensa¡±.?Ha sido una labor de rescate de ¡°la dignidad¡± de la memoria que esas familias han conservado durante este tiempo.
Hambre y enfermedad
Eulalia aprendi¨® a leer en los cartones. A su abuelo lo entreveraron sin tapa, en un ¡°cacho manta¡±, en una caja de esas donde come el ganado. Su madre trat¨® de vender un carro para sacar el dinero con el que pagar la multa de su padre, pero el mismo que le denunci¨®, Gregorio, el rico y el alcalde del pueblo, en El Torno, dijo que no se lo compraba y no se la quitaba. Y se lo llevaron al Valle de los Ca¨ªdos. ¡°Vamos... que se puso ¨¦l de alcalde. Que no es como hoy que votas. Entonces no hab¨ªa votos. Y estuvieron muchos a?os mandando ellos solos, porque de unos se lo iban pasando a otros¡±, recuerda.
Despu¨¦s de la guerra es cuando vino ya to lo malo. Mi madre buscaba para tener pero era imposible
¡°Mi padre no estaba bueno, porque mi padre estaba enfermo siempre. Y all¨ª muri¨®. Se puso malo. Sin comer, porque all¨ª la comida era demasiado poca¡±, le cuenta a Moreno, que lo transcribe. Su madre no pudo hacer nada por salvarlo y todav¨ªa estaba por llegar lo peor: ¡°Cuando la guerra nosotros no pasamos hambre. Vamos, hemos sido pobres toda la vida, pero no est¨¢bamos mal. En El Torno nadie pas¨® hambre porque aunque poco ten¨ªamos algo. Despu¨¦s de la guerra es cuando vino ya to lo malo. Mi madre buscaba para tener pero era imposible...¡±, dice Eulalia.
No sabe d¨®nde est¨¢ enterrado su padre. ¡°En un cementerio de Madrid, pero nosotras nunca fuimos a verlo. No pod¨ªamos¡±. No ten¨ªan dinero ¡°pa n¨¢, pa n¨¢, pa n¨¢¡±. As¨ª que ni pensar ir a Madrid.
En la denuncia, del 4 de febrero de 1940, se acusa a Magaleno de ser un ¡°individuo de ideas izquierdistas sin poder precisar, partido
En la presentaci¨®n, la firma invitada de Ian Gibson alerta sobre el peligro del olvido, porque ¡°s¨®lo conociendo, afrontando y asumiendo la verdad del genocidio y llam¨¢ndolo por su nombre, ser¨¢ posible que Espa?a se vaya convirtiendo en la naci¨®n culta, sosegada y reconciliada, que es su obligaci¨®n¡±. Los autores explican que todos los documentos y testimonios que hallaron parec¨ªan ¡°aletargados¡± en cajas, ¡°como si despu¨¦s de tantos a?os de acabada la dictadura tuviesen miedo, m¨¢s que pudor, a salir y hacerse p¨²blicos¡±.
Son testimonios vivos, cargados de emoci¨®n de ¡°la verdad de los vencidos¡±, ¡°que nos aguardaban para hacernos saber mil cosas nuevas sobre la posguerra¡±. Vivos como la tinta corrida por las l¨¢grimas de los remitentes el ¨²ltimo d¨ªa de vida, escritas por Tom¨¢s G¨®mez Pimpollo, de La Solana, y de Jes¨²s Garc¨ªa Amador (de Albaladejo). Y entre todas ellas, la de Jes¨²s Cruz Ord¨®?ez (de Argamasilla), que escribi¨® a su familia con un alfiler y sangre.?
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