Wes Anderson se infiltra en el tesoro de los Habsburgo
El cineasta y la ilustradora Juman Malouf seleccionan 430 objetos del Museo de Historia del Arte de Viena
?rase una vez un ni?o de Texas que so?aba con el Imperio Austroh¨²ngaro. Desde su infancia, Wes Anderson ha vivido con la convicci¨®n de haber nacido en el lugar y el momento equivocados, lo que ha llevado al cineasta estadounidense a fantasear con tiempos pasados que fueron necesariamente mejores. La Mitteleuropa es su para¨ªso perdido. Y a ella vuelve, una y otra vez, tanto en el cine como en la vida. Dicen que uno de sus destinos predilectos es Viena, donde cada esquina parece esconder un plano de sus pel¨ªculas. Por todo ello, cuando el Museo de Historia del Arte de la capital austriaca le propuso convertirse en comisario de una de sus exposiciones, Anderson acept¨® de inmediato la invitaci¨®n, a la que se sum¨® su mujer, la ilustradora libanesa Juman Malouf.
El resultado ser¨¢ inaugurado este martes con el peculiar t¨ªtulo de La momia de una musara?a en un sarc¨®fago y otros tesoros, que podr¨¢ verse en la capital austriaca hasta el 28 de abril, antes de exponerse en la Fundaci¨®n Prada de Mil¨¢n en oto?o de 2019. Anderson y Malouf han seleccionado 430 obras y objetos pertenecientes a las catorce colecciones de esta majestuosa pinacoteca, fundada en 1891 como vitrina para exhibir los cientos de miles de obras acumuladas por los archiduques y emperadores austriacos. ¡°No podemos atribuirnos la concepci¨®n ni la creaci¨®n de ninguna de ellas, pero tenemos la humilde aspiraci¨®n de que estas asociaciones poco convencionales influyan en el estudio del arte y la antig¨¹edad [¡] por parte de las generaciones futuras¡±, afirma Anderson en el cat¨¢logo de la muestra. ¡°Nuestra esperanza es arrojar un poco de luz en esquinas que, hasta ahora, eran demasiado sombr¨ªas para ser vistas¡±, se?ala en su texto, escrito con el estilo epistolar de sus personajes.
Para el museo, la invitaci¨®n responde a la voluntad de seducir a un nuevo tipo de p¨²blico. ¡°Una muestra como esta puede atraer a nuevos visitantes, tal vez m¨¢s j¨®venes¡±, sosten¨ªa ayer la directora de la instituci¨®n, Sabine Haag. ¡°Tambi¨¦n nos obliga a repensar nuestra colecci¨®n, prescindiendo de las jerarqu¨ªas habituales y los criterios acad¨¦micos. Es una nueva manera de mirar, que no convence a todos los conservadores del museo, pero s¨ª a la mayor¨ªa. Se trata de un juego creativo que han aprendido a amar¡±. M¨¢s que con el cerebro, Anderson y Malouf escogieron con la retina. Hicieron caso omiso a la procedencia, la importancia y la rareza de las obras, entre el resto de criterios que suelen guiar a un comisario profesional. Asociaron los objetos por colores y temas, mezclaron las disciplinas nobles con las artes decorativas y prescindieron de paneles y cartelas. Adem¨¢s, convirtieron las reservas del museo en su segunda residencia: m¨¢s de dos tercios de las obras proceden de su gigantesco dep¨®sito y unas 200 nunca hab¨ªan sido expuestas al p¨²blico.
En el fondo, su m¨¦todo no es revolucionario: as¨ª se constituyeron las primeras colecciones de arte hasta el Barroco, antes de que la Ilustraci¨®n impusiera el m¨¦todo cient¨ªfico que sigue rigiendo hoy a los museos. No es un accidente que la exposici¨®n tenga lugar en la Kunstkammer de la pinacoteca, el antiguo gabinete de curiosidades en el que los soberanos austriacos acumularon obras de arte, piedras preciosas, moluscos marinos y otros asombrosos artilugios. Tampoco parece accidental que Anderson y Malouf hayan escogido un lienzo de Francken el Joven en el que aparece ese cuarto de maravillas para dar la bienvenida a la muestra. En ¨¦l, las obras maestras de la pintura y los caballitos de mar reciben un tratamiento id¨¦ntico. ¡°Han querido recrear un gabinete de curiosidades, pero sin calcar el modelo original. Aunque dir¨ªa que ambos comparten la locura, la obsesi¨®n y la insaciabilidad que distingui¨® a los mism¨ªsimos Habsburgo¡±, sonr¨ªe el conservador de arte moderno del museo, Jasper Sharp, que trabaj¨® mano a mano con la pareja. Tras dos a?os de trabajo, los comisarios siguieron agregando objetos hasta el ¨²ltimo minuto. ¡°El viernes tuvimos que pedirles que parasen¡±, confiesa Sharp. Si algunas de las obras expuestas no aparecen en el folleto es porque fueron a?adidas cuando ya estaba en imprenta.
Si no es el ejercicio literal respecto a sus filias est¨¦ticas que algunos esperaban, la muestra contiene muchos de los temas y sentimientos que el cine de Anderson suele acariciar. Junto a la entrada, los retratos de la familia de Petrus Gonsalvus, gentilhombre canario en la corte de Enrique II que padeci¨® hipertricosis, la enfermedad que produce un exceso de vello en el rostro, aportan un contrapunto ominoso a este sofisticado contexto. Algo m¨¢s all¨¢, una sala re¨²ne decenas de retratos de ni?os de la realeza y la aristocracia europea, infantes que cargan con el peso de la historia mientras parecen so?ar con vidas m¨¢s livianas, como aquellos superdotados Tenenbaums a los que Anderson ya trat¨® como si fueran royals. El espacio contiguo concentra decenas de estatuillas de animales, protagonistas de las dos cintas de animaci¨®n firmadas por el director, mientras que otro rinc¨®n contiene distintas vasijas en tonos esmeralda y un vestido del mismo color para una representaci¨®n teatral de Hedda Gabler. La escenograf¨ªa responde a esa estricta simetr¨ªa que distingue a sus encuadres. Es decir, a esa geometr¨ªa obsesivamente regular que los antiguos maestros vincularon a la m¨¢s adusta melancol¨ªa.
Artistas de renombre, comisarios por un d¨ªa
No es la primera vez que un artista reconocido se infiltra en una gran pinacoteca para reordenar su colecci¨®n ejerciendo d comisario por un d¨ªa. En Londres, la National Gallery invit¨® a Francis Bacon, David Hockney y Lucian Freud. En Par¨ªs, en Louvre hizo lo propio con Umberto Eco, Toni Morrison o Pierre Boulez, mientras que el Museo de Orsay acaba de abrir sus reservas a Julian Schnabel, que expone una selecci¨®n de obras de la colecci¨®n del museo junto a sus cuadros hasta el 13 de enero. Y el propio museo vien¨¦s lo lleva haciendo desde 2012, cuando inaugur¨® este ciclo de colaboraciones externas con el artista Ed Ruscha, que escogi¨® un t¨ªtulo brillante para su exposici¨®n: Los viejos maestros nos robaron todas las buenas ideas. Pero el primero de todos, como en tantas otras cosas, fue Andy Warhol. En 1969, el artista fue invitado a interactuar con la colecci¨®n de la prestigiosa Rhode Island School of Design. En el cat¨¢logo de la muestra, la coleccionista y fil¨¢ntropa Dominique de Menil, responsable de esta idea, escribi¨® estas l¨ªneas: "Si los cr¨ªticos y acad¨¦micos nos abren muchas puertas, solo los visionarios y profetas franquean las de los palacios. Lo que es bello para un artista se vuelve bello. Y lo que es po¨¦tico se vuelve po¨¦tico. As¨ª que visitemos los museos con poetas y artistas". Para las pinacotecas de nuestro siglo, sus deseos se han convertido en ¨®rdenes.
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