Stanley Clarke o los pros y contras de la pirotecnia
El m¨ªtico bajista y sus j¨®venes compinches completan 85 minutos de virtuosismo puro
El curr¨ªculo de Stanley Clarke es tan mareante que hasta al m¨¢s aplicado estudioso del jazz le costar¨ªa retener en la memoria cada una de sus ramificaciones. Por fortuna, el titular de semejante trayectoria no muestra a sus 67 a?os demasiado inter¨¦s por levantar el pie del acelerador: lejos de revivir glorias pasadas o consagrarse a la vida contemplativa, acaba de publicar un en¨¦simo nuevo disco (The Message) y no duda en lanzarse a la carretera para seguir predicando la buena nueva de un sonido sencillamente avasallador. Pirotecnia musical: siempre florida y m¨¢s bien poco trascendente.
Al de Filadelfia le acompa?aban anoche cinco m¨²sicos de juventud escandalosa (el mayor, de 32 primaveras) y virtuosismo casi de concurso, pero todo el im¨¢n recae sobre el veterano de Filadelfia , como si nos hubieran sometido a hechicer¨ªa en las mismas puertas del teatro. Ll¨¢menlo ascendente, poder¨ªo, bagaje o mando en plaza, pero con Clarke el mensaje es ¨¦l. Y suya es tambi¨¦n la socarroner¨ªa: ¡°Me cuesta recordar las edades de mis m¨²sicos porque yo ando cerca de los cien a?os...¡±.
Y as¨ª, el Nuevo Apolo roz¨® el lleno para el reencuentro con uno de los grandes gur¨²s del jazz-fusi¨®n, aunque circunscribir a Stanley a un ¨²nico lenguaje ser¨ªa como comprarse el peri¨®dico para leer solo una de sus secciones. Clarke le da a todo, menos a la jactancia, y dirige a sus pupilos no tanto con la mirada como con la sonrisa. Si existe el miedo esc¨¦nico ¨Cy unos cuantos miles de artistas pueden atestiguarlo¨C, no fue este martes en Madrid, con la chavaler¨ªa y su profesor inmersos en una colosal fiesta de fin de curso en pleno noviembre.
Clarke le da a todo, menos a la jactancia, y dirige a sus pupilos no tanto con la mirada como con la sonrisa
Abre la noche el maestro en modo ac¨²stico, y el impacto casi resulta mayor que en las embestidas venideras de electricidad. El contrabajo es un instrumento bastante intimidatorio, por definici¨®n y naturaleza: corpulento, poco manejable, con cuerdas de las que dejan recuerdos con forma de llagas en las yemas. Sin embargo, Clarke lo abarca como si sus solas manos fueran capaces de jibarizar con un solo abrazo los 180 cent¨ªmetros del instrumento. Evidentemente, y atendi¨¦ndonos a las leyes de la proporci¨®n, cuando le vemos pasarse al bajo el¨¦ctrico m¨¢s parece que empu?ara un ukelele. Dominar as¨ª una disciplina solo es posible desde una rara mezcla de arte, don y oficio.
El ¨²nico peligro de una banda as¨ª es el de la incontinencia. El sexteto abre fuego con Brazilian love affair, pero esa pieza inaugural se convierte en concatenaci¨®n de t¨ªtulos y de exhibiciones individuales. La maquinaria no se detendr¨¢ por vez primera hasta los 22 minutos, y para entonces ya nos habremos sometido a un rep¨®ker de solos: piano, viol¨ªn, bajo, tabla hind¨² y bater¨ªa. Y los solos sirven para salpimentar cualquier guiso, pero el maestro de cocina, en su af¨¢n por agradar a sus disc¨ªpulos, consiente que las especias del plato primen sobre la sustancia.
Menci¨®n especial como pinche merece Beka Gochiashvili, un pianista georgiano de 22 a?os con dedos agil¨ªsimos, soberbio en la acentuaci¨®n y en su capacidad para transmitir latinidad en los pasajes m¨¢s acelerados de Song to John, m¨ªtico homenaje a Coltrane de los tiempos en que Clarke se rodeaba de Chick Corea o John McLaughlin como compa?eros de fechor¨ªas. Para entonces ya se hab¨ªa sumado a la fiesta con toda solvencia nuestro Amir John Haddad. Su guitarra espa?ola y la¨²d a¨²n nos recordaban anoche los tiempos aquellos, tan felices, de Radio Tarifa.
Hubo hueco para un solo bis, Oh Oh, t¨ªpico fest¨ªn de funk (de los a?os junto a George Duke) con un raga indio intercalado, cortes¨ªa del percusionista afgano de la banda. Y qued¨® la sensaci¨®n de que los chicos y su mentor, a juzgar por los 85 minutos de la velada, pod¨ªan haber sido m¨¢s generosos con el men¨². Pero el paladar se muestra, de momento, satisfecho antes de que reparemos en que nos hemos quedado con hambre. Igual que los fuegos de artificio, que deslumbran y se desvanecen, todo tiene sus pros y sus contras.
Babelia
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