¡°El conservadurismo es un sarampi¨®n que pasa, igual que el independentismo¡±
Xavier Mariscal retrata los paisajes de su infancia en sus nuevas pinturas que reflejan la luz "bestial y vibrante" de Valencia
¡°He vivido mucho en esa esquina. Mi primer beso con lengua. Mi primer porro¡. Esas casas han sido el paisaje de mi infancia. He pasado centenares de veces por debajo de ese ¨¢rbol. Qu¨¦ grande es, ?eh?, sus ra¨ªces han levantado el asfalto. Y en esa gasolinera pon¨ªamos 100 pesetas¡¡±. La esquina de la que habla Xavier Mariscal, de 68 a?os, est¨¢ en el Parterre, un jard¨ªn que se abre a la calle de la Paz, donde las franquicias pugnan por robarle su aliento modernista. Los dibujos y pinturas del dise?ador mantienen la nobleza de esta emblem¨¢tica calle de Valencia. Al igual que reflejan la monumentalidad del ficus cuyas ramas casi tocan el neocl¨¢sico palacio de Justicia, por donde a¨²n desfilan pol¨ªticos y buscavidas enfangados de corruptelas.
Pero Mariscal no ha vuelto a Valencia para mostrar ese ladio oscuro de su ciudad natal, a la que se asocia su nombre en la ¨²ltima d¨¦cada, sino para sacar todo su brillo. ¡°Tampoco es que haya vuelto. Nunca me he ido. Quiero decir, me fui a Barcelona con 20 a?os, pero no he dejado de venir. Y tampoco es que me haya hartado de Barcelona. No. Me lo propusieron y me he atrevido a dibujar los lugares de mi infancia, ese sol y sombra que provoca la luz entre los ¨¢rboles. Y sobre todo la luz, y c¨®mo quema las fachadas¡ Estos negros que nunca son negros, que son grises", explica Mariscal mientras se?ala uno de sus recientes trabajos dibujados en su iPad, con sus dedos, manipulando fotograf¨ªas. Se exhiben desde la pasada semana y hasta el 5 de enero en las paredes de la galer¨ªa Pepita Lumiere de Valencia.
Una euforia de luz y color estalla en todas sus pinturas y provoca un efecto de contagio, sobre todo en aquel al que le resultan muy reconocibles los paisajes trazados y que no se limitan a la ciudad de Valencia: aparece una alquer¨ªa de la Albufera, el anuncio de Michel¨ªn en una gasolinera de la fat¨ªdica carretera general de Castell¨®n, el bar Helios frente al mar de D¨¦nia¡
¡°Esa carretera me la he recorrido mil veces, hac¨ªamos carreras, borrachos, a la discoteca Hacienda. En fin, ahora la recorremos con mis hijos y mis nietos de manera muy diferente. Somos una especie de animales sociales que necesitamos compartir esas vivencias¡±, comenta sobre la serpenteante v¨ªa que une D¨¦nia y X¨¤bia por el cabo de Sant Antoni, pasando por La Plana, en las faldas del Montg¨®.
Entre los dibujos, que se venden a partir de 80 euros en copias de papel de algod¨®n, tambi¨¦n se cuela una casa t¨ªpica de Formentera. ¡°En el fondo, Ibiza y Formentera son Valencia, Menorca es el Ampurd¨¤ catal¨¢n y Mallorca es la Toscana¡±, comenta el popular dise?ador de Cobi, que mezcla inadvertidamente catal¨¢n y castellano, y no abandona el tono l¨²dico aunque hable de cosas muy serias. Hace tres a?os, se declar¨® en bancarrota y casi desahuciado, tras armar uno de los estudios m¨¢s potentes de Espa?a, con clientes en medio mundo. ?Ha mejorado su situaci¨®n? ¡°Sigo igual, me persiguen los bancos y no tengo un duro. Tengo problemas de encargos pero todo esto suena a lloro y no puedo llorar. Toda mi vida me han querido mucho, tengo muy buenos clientes y sobre todo much¨ªsimas personas a las que me gustar¨ªa darles las gracias antes de morir por el gran cari?o que he recibido¡±, dice, antes de disculparse para dirigirse a una pareja que, como otros amigos y familiares, han entrado a la galer¨ªa para saludarle.
Se reincorpora a la conversaci¨®n y entra de lleno en si ve luz ahora en el panorama pol¨ªtico espa?ol. "Hay mucha m¨¢s. La gente dice que el PP y el PSOE son lo mismo. Pero yo tengo muchos amigos a los que Zapatero les cambi¨® la vida. Ahora no los persiguen por no ser heterodoxos, quiero decir heterosexuales, disculpa mi dislexia. Yo tuve tres abortos y tuvieron que ser clandestinos, etc¨¦tera. Hay diferencias. Que no es la bomba, que deber¨ªamos ir mucho m¨¢s lejos, s¨ª pero¡ Y la corrupci¨®n tan descarada que hab¨ªa¡¡±. Pero son tiempos m¨¢s pacatos, m¨¢s conservadores que a finales de los setenta cuando despuntaba con Nazario en El V¨ªbora y en los ochenta, ?no? ¡°Es evidente que s¨ª, pero es como un p¨¦ndulo. Hay una persona maravillosa, Yuval Noah Harari, que sabe explicarte c¨®mo mirar las cosas con perspectiva, c¨®mo hace nada quem¨¢bamos en la plaza de Catalu?a a cuatro ladrones que hab¨ªan robado en El Corte Ingl¨¦s de entonces. Hay nuevas generaciones m¨¢s preparadas. S¨ª, puede que la sociedad sea hoy m¨¢s pacata, pero el conservadurismo es un sarampi¨®n que pasar¨¢, igual que la independencia de Catalu?a, que es tan inviable¡±.
Nueva pel¨ªcula de animaci¨®n con Trueba
Xavier Mariscal sostiene que los t¨®picos est¨¢n porque significan algo, pero hay que retorcerlos como una llave de yudo para hacerlos tuyos. Y hablando de la luz de Valencia es inevitable la referencia de Joaqu¨ªn Sorolla: "Te das cuenta de su influencia, tambi¨¦n de la Pinazo, pero despu¨¦s de hacer los dibujos. Yo no llego ni a los calcetines de estos maestros¡ Pero Sorolla ser¨ªa buen¨ªsimo con el iPad. Har¨ªa maravillas, como Hockney, poniendo filtros. La luz de Valencia es muy parecida, por ejemplo, a la de Los ?ngeles. Es vibrante, bestial. Acabo de hacer un libro de viajes para Louis Vuitton de Los ?ngeles. El paisaje valenciano te tira a la calle. Es un paisaje optimista, como Zapatero", comenta con iron¨ªa el dise?ador que est¨¢ preparando otra pel¨ªcula de animaci¨®n con Fernando Trueba, tras Chico y Rita. Tan solo se?ala que la acci¨®n se sit¨²a en Brasil, pero no entr¨® en m¨¢s detalles hasta tener atada toda la financiaci¨®n.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.