Bob Wilson y el terror al final de ¡®Turandot¡¯
El director de escena estrena la ¨®pera en el Teatro Real y comparte la preocupaci¨®n de Puccini por su culminaci¨®n
Giacomo Puccini muri¨® en 1924 sin terminar la partitura de Turandot. Le sobrevino un temor palpable respecto al g¨¦nero al que hab¨ªa dedicado su vida entera. Se preguntaba si merec¨ªa la pena seguir¡ Sospechaba que la ¨®pera, como forma de arte, estaba acabada. Estos d¨ªas, en Madrid, Robert Wilson, no sabe bien como cerrarla en escena. ?Por qu¨¦ el final de la enigm¨¢tica princesa china produce tanto miedo en aquellos que apelan a sus poderes?
Lo sabr¨¢n quienes a partir del 30 de noviembre se acerquen al Teatro Real para comprobarlo. En 18 funciones alternas durante todo un mes se representa la ¨²ltima ¨®pera del compositor toscano dirigida por Wilson, con Nicola Luisotti al frente de la orquesta y la sueca Irene Theorin o el estadounidense Gregory Kunde en los papeles principales.
Precisamente el director musical aport¨® este martes una pista: ¡°Turandot sirve a Puccini para pedir perd¨®n¡±, dijo. Se sent¨ªa responsable del suicidio de Doria Manfredi, una sirvienta que trabaj¨® para ¨¦l en su casa. Ocurri¨® 15 a?os antes de que se metiera a componer su ¨²ltima ¨®pera. Seg¨²n Luisotti, su esposa le hab¨ªa acusado de intentar seducirle y ella se envenen¨®. El trauma qued¨® tan clavado dentro del m¨²sico que decidi¨® convertir un libreto concebido como comedia ligera ¨Cescrito por Carlo Gozzi hacia 1762- en una tragedia. ¡°Fue su manera de expiar su culpa¡±, asegura el m¨²sico.
En memoria de Montserrat Caball¨¦
Joan Matabosch e Ignacio Garc¨ªa-Belenguer, los dos directores del Teatro Real encargados de introducir la presentaci¨®n de Turandot, aseguraron que todas las representaciones de esta ¨®pera se har¨¢n en memoria de Montserrat Caball¨¦. Es algo que motiva especialmente a Bob Wilson. No s¨®lo la conoci¨® y trabaj¨® con ella, la idolatraba: "Aquella mujer cambi¨® mi vida. Me ense?¨® muchas cosas. Primero su sentido del humor. Cuando coincidimos por primera vez me dijo: "?Est¨¢s seguro de que quieres trabajar conmigo? ?Eres consciente de la talla que uso? A pesar de todo eso, cuando yo la escuchaba relajadamente en mi casa tom¨¢ndome un whisky o fumando, siempre me sorprend¨ªa que al fondo cre¨ªa sentir la presencia de una ni?a. Y efectivamente. Cuando coincidimos, me lo explic¨®. A pesar de que el director musical la obligaba a forzar las notas, cantaba muy suave, pian¨ªsimo. Y le dec¨ªa: puedo aportar el ochenta por ciento de la partitura, el resto debe ponerla el espectador".
El relato aturdi¨® a Wilson, presente en la rueda de prensa. Quiz¨¢s por eso comparti¨® sus dudas y sus temores. ¡°Por eso no me hab¨ªa planteado nunca llevarla a escena. Porque no s¨¦ c¨®mo terminar. Y a¨²n lo dudo. Depende en gran parte de ella¡±, asegur¨®. Lo dijo mirando a Irene Theorin, encargada de dar vida a la princesa china. La soprano se dio por aludida: ¡°?Va por m¨ª?¡±. Todo apuntaba a que ambos se encontraban a¨²n, en estos d¨ªas de ensayo, en plena b¨²squeda de la soluci¨®n. Turandot se suicida. Bien. Pero, ?c¨®mo presentas eso en escena?
La duda como sistema es algo que cuadra perfectamente en el trabajo de Wilson: ¡°Mi cometido es meramente formal. Puccini cre¨® un extra?o cuento de hadas, una historia que no pertenece a este mundo con tres personajes que tratan de hacer valer su poder. Es el tema que subyace en toda la obra. Mi trabajo consiste en llevar al espectador a una conclusi¨®n abierta. Mi obligaci¨®n no es decirles qu¨¦ ven sino provocar que ellos se pregunten qu¨¦ est¨¢n viendo¡±, afirma.
El misterio envuelve toda la historia de este t¨ªtulo. Del planteamiento al, como vemos, complejo desenlace. Cuando el mandar¨ªn abre la trampa, toca ser precavido. Quien aspire a casarse con Turandot debe resolver sus tres enigmas. Si fallan, se les cortar¨¢ la cabeza. El propio Puccini cay¨® en el camino. Le result¨® imposible ¨Cy triste- desenvolver su visi¨®n de la melod¨ªa en plena vor¨¢gine atonal cuando comenzaba el siglo XX y la Escuela de Viena engull¨ªa la tradici¨®n. La partitura fue terminada por Franco Alfano. D¨¦cadas despu¨¦s, Luciano Berio escribi¨® otro final alternativo en 2002 para el Festival de Salzburgo. ¡°Con esta ¨®pera, Puccini abandona el verismo y se adentra en el simbolismo¡±, dice Luisotti. ¡°As¨ª, adem¨¢s, inaugura un g¨¦nero oscuro¡±.
Para dejar claro a los espectadores hasta donde hab¨ªa llegado Puccini, cuando el maestro Arturo Toscanini estren¨® la partitura en la Scala de Mil¨¢n en enero de 1926, advirti¨® al p¨²blico: ¡°Aqu¨ª, el maestro, dej¨® la pluma¡¡±. No ocurrir¨¢ en el Real. Detr¨¢s, en la escena, Wilson habr¨¢ desarrollado su quinta puesta en escena en Madrid tras O Corvo Branco (de Philip Glass), Osud (Janacek), Pelleas et Melisande (Debussy) y The life and Death of Marina Abramovic (Anthony Hegarty). Todav¨ªa envuelto en esa bruma resuelta a base de luz y movimiento con el ritmo propio que caracteriza su trabajo: ¡°A veces lo irreal es lo m¨¢s certero. No me gusta la naturalidad porque me resulta ajena al teatro. Observar a un actor parecer natural en escena es lo m¨¢s artificial del mundo. Porque nada se parece a lo que ves por la calle. Ni la luz, ni el suelo, ni las situaciones¡ Trato de encajar en cada espect¨¢culo su propia din¨¢mica. Es lo m¨¢s honesto. Para ello necesitas cientos de ensayos y repeticiones para conseguir interiorizar los movimientos. Cuanto m¨¢s mec¨¢nico puedas hecer funcionar todo, m¨¢s libre te sentir¨¢s¡±
Babelia
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