Nicol¨¢s S¨¢nchez-Albornoz revive su huida de la c¨¢rcel
El Instituto Cervantes homenajea a su primer director, que escap¨® de la prisi¨®n de Cuelgamuros
La historia es una ruleta en la que diversos protagonistas cobran vigencia seg¨²n los tiempos. El historiador Nicol¨¢s S¨¢nchez-Albornoz (Madrid, 1926) fue testigo activo de varias ¨¦pocas: el franquismo, el exilio, la creaci¨®n del Instituto Cervantes, en 1991, como su primer director y, de refil¨®n, ahora. Su huida del campo de trabajo de Cuelgamuros ¡ªdonde se construy¨® el Valle de los Ca¨ªdos¡ª le ha devuelto al foco. Y en cierto modo, convertido en un s¨ªmbolo muy ¨²til para el Gobierno actual, como dej¨® ayer bien claro la vicepresidenta, Carmen Calvo, en el homenaje que le dedic¨® el Cervantes: ¡°Pronto acabar¨¢ la ignominia del dictador enterrado en una tumba de Estado. No es posible¡±.
Hay personajes que pasan a la historia por sus fugas. ¡°La tuya desde la indignidad a la libertad es para nosotros un acicate. Por la dignidad que representas para mucha gente querr¨ªa decirte esto de parte del Gobierno¡±, asegur¨® Calvo. La vicepresidenta se dirigi¨® al hijo del que fuera presidente del Gobierno de la Rep¨²blica en el exilio, Nicol¨¢s S¨¢nchez-Albornoz, como encarnaci¨®n de ese referente necesario para zanjar el traslado de los restos de Franco. ¡°Frente a quienes pretenden que cualquier cosa vale, debemos aprender de la lealtad y el respeto a transitar juntos y no adentrarnos en caminos peligrosos¡±, afirm¨®.
No se cumpl¨ªa una fecha de conmemoraci¨®n espec¨ªfica para el homenaje. Surgi¨® porque s¨ª. Por la ma?ana deposit¨® un legado en la caja fuerte de la sede madrile?a. Por la tarde, acudi¨® a una mesa. Lo introdujo Luis Garc¨ªa Montero, actual director del Cervantes, y lo moder¨® Cecilia Fern¨¢ndez Suzor, del primer equipo que form¨® S¨¢nchez-Albornoz en la instituci¨®n. Participaron los historiadores Leandro Prados de la Escosura, de la Universidad Carlos III (Getafe); Mirta N¨²?ez, de la Complutense, y el cineasta Fernando Colomo, que rod¨® su escapada en Los a?os b¨¢rbaros.
S¨¢nchez-Albornoz, en estado de forma envidiable, agradeci¨® los elogios: ¡°As¨ª me llevo a la tumba, si no el obituario le¨ªdo, s¨ª por lo menos o¨ªdo¡±. Aunque no solo escuch¨®. Tambi¨¦n habl¨®. Record¨® los or¨ªgenes de la aventura que puso en marcha. ¡°Se aprob¨® la ley, pero no hab¨ªa sede, ni mesas, ni bol¨ªgrafos, ni papel para escribir¡±.
Fueron unos primeros pasos confusos. Deb¨ªa lidiar con la necesidad de hacer entender lo que significaba una instituci¨®n as¨ª en aquel tiempo. ¡°Hab¨ªamos llegado tarde. Ya se hab¨ªan creado d¨¦cadas antes en otros pa¨ªses como Francia, Alemania, Reino Unido... Comenzamos con dificultades y poca comprensi¨®n¡±, asegur¨®.
Para empezar, en relaci¨®n a la transversalidad: ¡°En el Estado estaban acostumbrados a actuar en base a la verticalidad. El Cervantes requer¨ªa una acci¨®n transversal, con conexiones en muchos ¨¢mbitos, eso fue complicado¡±. A toda la precariedad se uni¨® que abrieron la primera sede en Alcal¨¢ de Henares. ¡°Justo donde me ofrecieron un edificio con cierto empaque¡±, asegur¨®. ¡°Pocos aceptaban que no estuvi¨¦ramos en la capital¡±. Y luego, cierto surrealismo en sede parlamentaria: ¡°Como cuando a un senador de Cuenca se le ocurri¨® preguntarme en la primera comparecencia: ¡®Ustedes, ?qu¨¦ piensan hacer? ?Rehabilitar la casa de Dulcinea?¡±.
S¨¢nchez-Albornoz entendi¨® que hab¨ªa que empezar de cero en la b¨²squeda de aliados. Le val¨ªan el coraje de su antigua resistencia pol¨ªtica, la huella en el exilio ¡ªdonde fund¨® en Par¨ªs, entre otras cosas, la editorial Ruedo Ib¨¦rico¡ª, su carrera en Argentina o Estados Unidos como historiador. ¡°Deb¨ªamos aportar una visi¨®n de Espa?a fuera m¨¢s abierta. Hasta esa ¨¦poca se basaba en cierta tradici¨®n imperial. Cuando nos enter¨¢bamos de que en Estados Unidos no se estudiaban la conquista o qui¨¦nes eran los Reyes Cat¨®licos, la culpa era de ellos, no nuestra. Era necesario cambiar todo eso y ponerse a trabajar para que aquello empezara a darse¡±.
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