Tambi¨¦n hubo mujeres en la generaci¨®n ¡®beat¡¯

Cuando Elise Cowen (Nueva York, 1933-1962) se suicid¨® tir¨¢ndose por la ventana de su casa, en un s¨¦ptimo piso, sus padres pidieron a sus conocidos que quemaran todos sus escritos para que el mundo no supiera la clase de vida que hab¨ªa llevado: drogas, sexo libre, relaciones l¨¦sbicas, un aborto, manicomios¡­ As¨ª qued¨® enterrada buena parte de la producci¨®n art¨ªstica de una de las pocas mujeres que formaron parte del movimiento beat, asociado siempre a hombres ind¨®mitos y transgresores: Kerouak, Ginsberg, Burroughs. ¡°Pero tambi¨¦n hubo mujeres, estaban all¨ª, yo las conoc¨ª, sus familias las encerraron en manicomios, se las somet¨ªa a tratamiento por electroshock. En los a?os cincuenta, si eras hombre, pod¨ªas ser un rebelde, pero si eras mujer, tu familia te encerraba. Hubo casos, yo las conoc¨ª. Alg¨²n d¨ªa alguien escribir¨¢ sobre ellas¡±, afirm¨® Gregory Corso, otro poeta de aquella generaci¨®n, en un homenaje en 1994.

Por suerte, no todos los escritos de Cowen se perdieron. Leo Skir, amigo cercano de la autora, guardaba 83 poemas y los public¨®. Medio siglo despu¨¦s, el dramaturgo y director Mario Hern¨¢ndez los ha usado como punto de partida de un espect¨¢culo teatral, Beat G. Un latido diferente, que reconstruye la peripecia de aquellas mujeres que lograron asomarse a la libertad cuando parec¨ªa que solo los hombres ten¨ªan derecho a ello.

La obra, que se estrena este viernes en las Naves Matadero de Madrid, entremezcla los escritos de Cowen con las memorias de su amiga Joyce Johnson, que fue novia de Kerouak durante unos a?os y posteriormente relat¨® sus vivencias de aquellos a?os en el libro Personajes secundarios (Libros del Asteroide, 2008), y a?ade adem¨¢s poemas de otras autoras de la ¨¦poca rescatadas en la antolog¨ªa Beat Attitude (Bartebly, 2015). El conjunto nos ofrece un fresco de c¨®mo era la vida de aquellas mujeres cuya obra, pese a nacer del mismo impulso, qued¨® ensombrecida por la de sus compa?eros de generaci¨®n. Ni siquiera ellos, los rebeldes Kerouak o Ginsberg, las valoraban como artistas. Las consideraban musas, novias, amantes o, como mucho, rarezas¡±, afirma Hern¨¢ndez.

El espect¨¢culo, que recorre la vida de Cowen y Johnson desde que se conocieron a principios de 1957 hasta el suicidio de Cowen, atraviesa temas ins¨®litos en la ¨¦poca como el aborto, el sexo femenino o el lesbianismo. ¡°Cuando Kerouak, Ginsberg o Burroughs hablaban de homosexualidad, se refer¨ªan exclusivamente a la homosexualidad masculina y no se les pasaba por la cabeza que eso tambi¨¦n pudiera afectar a las mujeres. Lo mismo cuando hablaban de amor libre o la revoluci¨®n sexual. Pero lo cierto es que ellas tambi¨¦n so?aban con todo eso, aunque muy pocas se atrevieron a expresarlo en voz alta. Y la mayor¨ªa de las que lo hicieron se quedaron por el camino, como Cowen¡±, recuerda el dramaturgo.

Poes¨ªa, di¨¢logos y m¨²sica en directo conforman este espect¨¢culo, interpretado por las actrices Sara G¨®mez y Esther Vega, que se estructura como una especie de cabar¨¦ en el que cada an¨¦cdota de la narraci¨®n se relaciona con un poema escrito por alguna de aquellas mujeres.