?Abajo la ortodoxia!
Teodor Currentzis y MusicAeterna se presentan en Madrid con un programa dedicado monogr¨¢ficamente a Gustav Mahler
Nacido en Atenas, formado en San Petersburgo, curtido en Siberia, mimado en Salzburgo, ahijado art¨ªstico de Gerard Mortier, con un pie en Stuttgart (donde es desde el a?o pasado director titular de la Orquesta Sinf¨®nica de la SWR) y otro en Perm (su base de operaciones en los Urales), Teodor Currentzis es una figura al alza en el muy competitivo panorama de la direcci¨®n orquestal. Es un iconoclasta al que el elemento compositivo ¡°multi-¡± se le queda muy peque?o. ?l es feliz nadando en tantos mares y cultivando un aura de director diferente e imprevisible. Es lo que hizo, con muy diverso acierto, en todas y cada una de sus distintas apariciones en el Teatro Real y lo que ha vuelto a hacer ahora al frente de su orquesta, MusicAeterna, agrupaci¨®n titular de la ?pera de Perm y creada a su imagen y semejanza para poder hacer realidad su ideario est¨¦tico, que casa mal con las cortapisas, la normativa y las coerciones asociadas a las orquestas convencionales. La suya, al igual que ¨¦l mismo, no lo es.
Mahler, a su manera, y en tiempos menos propicios para ello, tampoco fue ni un compositor ni un director al uso. Como creador, se adentr¨® en caminos inexplorados y desde el podio estableci¨® criterios tendentes a modernizar un oficio muy necesitado de ello, impregnando ambos cometidos de alt¨ªsimas dosis de subjetividad. Es normal, pues, que Currentzis ¡ªposeedor, como ¨¦l, de un ego expansivo¡ª sienta una atracci¨®n natural por el autor de La canci¨®n de la tierra, protagonista en exclusiva de la que ha sido la presentaci¨®n con su orquesta en el Auditorio Nacional de Madrid. En la primera parte ofreci¨® una generosa selecci¨®n de la serie de canciones que Mahler compuso, entre 1887 y 1902, sobre poemas contenidos en la colecci¨®n Des Knaben Wunderhorn, que logr¨® tambi¨¦n colarse de rond¨®n o de tapadillo en las cuatro primeras sinfon¨ªas del compositor; y justamente la ¨²ltima de ellas, la Cuarta, ya dirigida este oto?o en esta misma sala por Gustavo Dudamel y Gustavo Gimeno, fue la elegida para ocupar la totalidad de la segunda parte.
Obras de Mahler. MusicAeterna. Anna Lucia Richter (soprano) y Florian Boesch (bar¨ªtono). Dir.: Teodor Currentzis. Auditorio Nacional, 28 de noviembre.
Currentzis se ha hecho acompa?ar de dos grandes liederistas de generaciones y caracter¨ªsticas diversas, uno con una voz y una carrera ya muy consolidadas (Florian Boesch) y otra con una voz llamada a evolucionar y una trayectoria art¨ªstica que justo ahora comienza a despegar (Anna Lucia Richter). Ninguno de los dos posee un gran volumen, especialmente la jovenc¨ªsima soprano alemana, ya que el bar¨ªtono austr¨ªaco s¨ª exhibi¨® potencia en contad¨ªsimos momentos, tendente como es a guiarse, con creciente radicalidad, por la ense?a ¡°prima le parole, poi la musica¡±, con una de las dicciones m¨¢s cristalinas que pueden o¨ªrse sobre un escenario, y mucho m¨¢s proclive a explorar los registros din¨¢micos m¨¢s leves, tanto que en ocasiones su canto roza lo imperceptible (en un par de ocasiones dio incluso la sensaci¨®n de que abr¨ªa la boca sin producir sonido alguno, a conciencia, como un recurso expresivo m¨¢s).
El director griego parec¨ªa muy a gusto en medio de este despliegue de onomatopeyas de la naturaleza y constantes referencias o alusiones b¨¦licas (los poemas originales se publicaron inicialmente en plenas contiendas napole¨®nicas), convirtiendo cada canci¨®n casi en un ¨®leo puntillista de peque?as manchas de color y delicados trazos instrumentales. Su tendencia al efectismo fue quiz¨¢s excesiva en varios momentos (el final de Wer hat dies Liedel erdacht, por ejemplo), mientras que en otros podr¨ªa haber acentuado algo m¨¢s los contrastes (esos sforzandi y acentos ominosos al comienzo de Der Tamboursg¡¯sell, que s¨ª se cerr¨® con un ¡°Buenas noches¡± cantado por Boesch ¡°con la voz partida¡±, como reclama la partitura). Los tres formaron un tr¨ªo muy bien avenido en Wo die sch?nen Trompeten blasen, la interpretaci¨®n m¨¢s redonda de la tarde dentro de unos Wunderhorn de mucha altura, con dosis generosas de humor, iron¨ªa (espl¨¦ndida Richter en Lob des hohen Verstandes) y, como no puede ser de otra manera habiendo guerras y v¨ªctimas de por medio, dolor.
Hasta el comienzo de la primera parte, la heterodoxia de Currentzis se hab¨ªa dejado sentir con cuentagotas. Visualmente, por ejemplo, lo m¨¢s rese?able era que ha decidido liberar a los instrumentistas masculinos de su orquesta del yugo ya injustificable del frac (¨¦l mismo dirige con una amplia camisola y unos pantalones pitillo negros), que eleva a los violonchelistas sobre peque?as tarimas y sit¨²a a los contrabajos a su izquierda y en lo alto, contiguos a trompetas y clarinetes. Pero las sillas desaparecieron en el intermedio y la orquesta en pleno toc¨® de pie en la segunda parte (?por qu¨¦ no tambi¨¦n en la primera?), en la l¨ªnea de bandArt y como un claro s¨ªmbolo de camarader¨ªa. Nada m¨¢s comenzar la Cuarta Sinfon¨ªa, Currentzis mostr¨® las cartas con que habr¨ªa de jugar toda la partida: contrastes muy marcados, casi extremos, tanto en la din¨¢mica como en los tempi, atenci¨®n microsc¨®pica a los peque?os detalles en detrimento del grand r¨¦cit, lectura moderna alejada de todo historicismo o cualesquiera se?as de identidad vienesas (ni siquiera los portamentos expl¨ªcitamente prescritos por Mahler en la partitura sonaron como cabe imaginarlos tocados en la capital austriaca, con el propio compositor en el podio, a comienzos de siglo) y una moderada densidad sonora (que nada tiene que ver con el volumen).
Currentzis, como es caracter¨ªstico en ¨¦l, fue m¨¢s un dibujante o, a¨²n mejor, un fot¨®grafo, que un arquitecto, un constructor. Se recrea en timbres concretos, en instant¨¢neas, en armon¨ªas puntuales, pero le cuesta mucho m¨¢s mantener la tensi¨®n interna de la m¨²sica desde que comienza hasta que acaba, dejando que el discurso fluya libre y sin trabas. As¨ª le sucedi¨® en el amplio movimiento lento, pr¨®digo en sonoridades extraordinarias, pero de dise?o pesante, l¨¢nguido y entrecortado. Al igual que en la primera parte, quiz¨¢ lo m¨¢s emocionante lleg¨® justo al final de Das himmlische Leben, la canci¨®n compuesta a partir de otro poema de Des Knaben Wunderhorn que hace las veces de ¨²ltimo movimiento. Cuando las aguas se serenan al m¨¢ximo y hay poco margen para las distracciones, Currentzis y su orquesta, aqu¨ª de nuevo con la muy notable prestaci¨®n de la excelente y expresiva Anna Lucia Richter, dan lo mejor de s¨ª.
Los aplausos finales arreciaron cuando Currentzis se desplaz¨® de un lugar a otro del escenario abrazando, cual amigos o hermanos, a diferentes instrumentistas de la orquesta (violonchelistas, clarinetistas, trompetistas, trompistas, percusionistas): libert¨¦, ¨¦galit¨¦, fraternit¨¦. MusicAeterna parece inmune, al menos de momento, al virus de la rutina que acaba contaminando a todas las orquestas. Tocan con pasi¨®n, en algunos casos desaforada (el segundo clarinete, por ejemplo, o un concertino que por momentos parece un sosias del propio Currentzis, lidera su secci¨®n con desparpajo y autoridad y que toc¨® inmaculadamente todos sus solos), exhiben una calidad muy uniforme (aunque destaca una secci¨®n de cuerda joven pero de much¨ªsimos quilates) y sus ensayos tienen fama de ser legendariamente largos, hasta que Currentzis consigue finalmente el objetivo perseguido. La misteriosa presencia de un piano sobre el escenario desde el comienzo del concierto qued¨® explicada con la pieza ofrecida fuera de programa, que requiri¨® tambi¨¦n la aparici¨®n de trombones, tuba y percusionistas adicionales (otro lujo inimaginable en la gira de una orquesta tradicional). De Currentzis, un transgresor a ultranza, no cabe augurar una propina normal y nos regal¨® una rareza del compositor serbio Marko Nicodijevi?, GHB / Tanzaggregat, una pieza de gran lucimiento r¨ªtmico y din¨¢mico que obr¨® en el auditorio los efectos desinhibitorios de la droga que le sirve de t¨ªtulo. Acab¨®, adem¨¢s, de desatar el entusiasmo final de un p¨²blico que en el intermedio se apresuraba a mirar en sus m¨®viles d¨®nde se encuentra exactamente Perm. Currentzis lo ha situado en el mapa musical actual y, por lo visto y o¨ªdo, en el escenario y en los comentarios de los corrillos del intermedio y el final del concierto, MusicAeterna ha venido para quedarse.
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