Enamorarse en la oscuridad

La oscuridad absoluta abre y cierra este relato en torno al conflictivo amor que surge entre un creativo publicitario y una oste¨®pata invidente. Un gesto formal que, de entrada, parece dejar constancia del empe?o de su director, Silvio Soldini, de trabajar con el lenguaje, aunque una pel¨ªcula como Acuarela funciona como un libro abierto para demostrar que, en ocasiones, la indagaci¨®n estil¨ªstica puede ser un arma de doble filo. El cineasta juega con hasta cuatro formatos distintos de ancho de pantalla -1.20, 1.33, 1.59, 1.85- para subrayar una paradoja de una forma tan ciertamente ingenua como contraproducente en cuestiones de est¨¦tica: el modo en que esta mujer que no ve ampl¨ªa la anchura de miras de un personaje masculino bastante grimoso, un paradigm¨¢tico lig¨®n italiano ¨Ccon amante, novia a la espera de compromiso y conquista en el punto de mira- al que, como quiere el t¨®pico de los arcos dram¨¢ticos de redenci¨®n, el reto de seducir a una invidente acabar¨¢ desestabilizando y humanizando. De entrada, la decisi¨®n formal de Soldini condena a buena parte de Acuarela a parecer una pel¨ªcula mal reencuadrada para una emisi¨®n televisiva.

Con su aspecto de guardar en su perfil de Spotify las obras completas de Al Bano y Eros Ramazzotti, el Teo encarnado por Adriano Giannini parece sabotear la pel¨ªcula desde dentro, mientras Valeria Golino defiende su papel con una mezcla de autoridad y delicadeza digna de mejor causa. Acuarela tiene algo de vieja fotonovela puesta al servicio del blanqueo de una masculinidad manifiestamente t¨®xica.