Dolores Olmedo, la filantr¨®pica leal al arte de Diego Rivera
Musa, coleccionista y empresaria, la admiraci¨®n que sinti¨® desde ni?a por el pintor la convirti¨® despu¨¦s en la mejor divulgadora de la cultura y de las tradiciones de M¨¦xico
Dolores Olmedo dijo en una ocasi¨®n que todo lo que hab¨ªa hecho en la vida era ¡°el producto de los esfuerzos de una mujer mexicana, ense?ada por otra mujer mexicana a amar a su pa¨ªs por encima de todas las cosas¡±. Ese pod¨ªa haber sido su epitafio despu¨¦s de una vida que, marcada por las circunstancias pol¨ªticas y sociales del siglo XX en M¨¦xico, dedic¨® a la cultura y a la preservaci¨®n y promoci¨®n del patrimonio art¨ªstico del pa¨ªs.
Mucho antes de que los ascensores se convirtieran en argumentos de pel¨ªculas, Dolores se encontr¨® con el pintor Diego Rivera en uno de la Secretar¨ªa de Educaci¨®n cuando acompa?aba a su madre y all¨ª cambi¨® su vida. Acab¨® convirti¨¦ndola en musa al pintar varios bocetos y despertando en ella una profunda admiraci¨®n que los hizo amigos inseparables, especialmente en los ¨²ltimos a?os de vida del artista.
A partir de ese momento, Lola, como despu¨¦s fue conocida, orient¨® su vida al inter¨¦s por el arte, en especial el de Diego Rivera, con el que se comprometi¨® a hacer perdurar su legado para el disfrute del pueblo mexicano, si bien tambi¨¦n fue una mujer polifac¨¦tica y exitosa en los negocios.
Mar¨ªa de los Dolores Olmedo y Pati?o Su¨¢rez naci¨® el 14 de diciembre de 1908, en Tacubaya, Ciudad de M¨¦xico. Era la mayor de los hijos de una maestra a quien admir¨® y agradeci¨® siempre sus esfuerzos, Mar¨ªa Pati?o Su¨¢rez, y de un contador y abogado, Manuel Olmedo Mayagoitia. Nacida dos a?os antes de la Revoluci¨®n mexicana y perdiendo a su padre cuando ten¨ªa seis, su infancia, como hermana mayor, no fue f¨¢cil en un periodo de extrema necesidad.
La situaci¨®n familiar y tambi¨¦n la del pa¨ªs impidieron a Dolores Olmedo y a sus hermanos ir a la escuela con regularidad, aunque todos recibieron las primeras nociones de lectura y escritura en la escuela primaria de Tacubaya, donde su madre daba clases. A lo largo de su vida Dolores siempre record¨® que la influencia principal en su vida proven¨ªa del ejemplo de su madre.
Dolores la ayudaba dando algunas clases de dibujo a grupos de ni?os peque?os y fue as¨ª como se interes¨® por las artes y c¨®mo empez¨® a prepararse y a estudiar para cubrir los cr¨¦ditos correspondientes a la educaci¨®n secundaria. Posteriormente ingres¨® en la escuela nacional preparatoria, que era el requisito anterior a la Universidad Nacional.
En 1924 se produce el encuentro revelador entre Dolores Olmedo y el pintor Diego Rivera en el edificio de la Secretar¨ªa de Educaci¨®n P¨²blica. Dolores, que acompa?aba a su madre, y el artista, que pintaba murales en el edificio, coincidieron en el ascensor. ?l le pidi¨® permiso a la madre para realizar algunos bocetos de la belleza de la que se hab¨ªa quedado prendado y la conexi¨®n entre ambos desde aquel momento qued¨® de por vida marcada por la admiraci¨®n y la amistad.
Dolores comenz¨® su trabajo de posgrado en la Universidad Aut¨®noma de M¨¦xico estudiando leyes durante dos a?os en un momento en el que pocas mujeres alcanzaban un nivel universitario. Sin embargo, su gran pasi¨®n por las artes y la cultura de M¨¦xico la alej¨® de ese camino, eligiendo la Escuela Nacional de M¨²sica y la Academia de San Carlos.
Desde muy joven empez¨® a convivir con intelectuales de la ¨¦poca, lo que aumentaron su inter¨¦s y su conocimiento sobre el arte: poetas como Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, escritores como Jaime Torres Bodet; fil¨®sofos como Jos¨¦ Vasconcelos y Antonio Caso; m¨²sicos como Juli¨¢n Carrillo, Luis Sandi, Manuel M. Ponce y Carlos Ch¨¢vez; pol¨ªticos como Narciso Bassols y los pintores Joaqu¨ªn Clausell, Alfredo Ramos Mart¨ªnez y Germ¨¢n Gedovius.
En esos a?os prodigiosos de juventud Dolores Olmedo conoci¨® tambi¨¦n a Howard Phillips, un periodista brit¨¢nico de educaci¨®n victoriana que trabajaba como editor en la revista Mexican Life, y con quien contrajo matrimonio en 1935. A principios de los a?os 40, Lola Olmedo ya era madre de cuatro hijos: Alfredo, Irene, Eduardo y Carlos y, si bien la pareja se separ¨® en 1948, siguieron en contacto y manteniendo una buena relaci¨®n hasta la muerte de Howard.
Diego Rivera, que tambi¨¦n escrib¨ªa en la revista Mexican Life, regal¨® a Dolores un desnudo y un autorretrato que a?os m¨¢s tarde le pidi¨® que le devolviera, motivando que la amistad entre Dolores y Diego se viera marcada por el distanciamiento durante algunos a?os.
Dolores sigui¨® form¨¢ndose y, tras dos a?os de Derecho y su incursi¨®n en la M¨²sica y el Arte, estudi¨® Filosof¨ªa y viaj¨® a Par¨ªs para estudiar Antropolog¨ªa, Museolog¨ªa e Historia del Arte. A su regreso a M¨¦xico decidi¨® emprender una carrera en la industria de los ladrillo y despu¨¦s en la construcci¨®n por su compromiso, como hermana mayor, de mantener a su familia tras el fallecimiento de su madre.
Sus peque?as empresas fueron creciendo gracias a la colaboraci¨®n con varias compa?¨ªas de construcci¨®n y pronto Dolores se convirti¨® en una industrial de gran ¨¦xito y en una destacada empresaria. Lleg¨® a ser directora general de una empresa inmobiliaria, algo impensable en la ¨¦poca en la que lo logr¨®, cuando las mujeres no dirig¨ªan empresas y mucho menos empresas de la construcci¨®n.
Con las ganancias que obtuvo de sus empresas, alguna de ellas de las m¨¢s grandes de M¨¦xico, invirti¨® en propiedades. Dolores demostr¨® ser tan astuta que pr¨¢cticamente todo lo que tocaba era un ¨¦xito considerable, as¨ª que pudo cumplir su ambici¨®n de toda la vida por coleccionar arte, ya que su amor por la cultura mexicana nunca cay¨® en el olvido.
En 1955 renaci¨® la amistad aletargada por el distanciamiento entre Dolores Olmedo y Diego Rivera, aunque el afecto y los detalles entre ellos nunca desaparecieron. En ese momento el pintor ya sab¨ªa que estaba condenado a muerte por el c¨¢ncer que sufr¨ªa, y Lola, que ya hab¨ªa adquirido algunas obras suyas, lo ayud¨® cuando regres¨® del viaje que Diego hizo a la Uni¨®n Sovi¨¦tica para tratarse de la enfermedad. Diego pint¨® a Dolores Olmedo ese a?o sosteniendo una cesta de frutas tropicales y con el colorido vestido ind¨ªgena tehuana bordado del sur de M¨¦xico.
En ese momento Diego Rivera aconsej¨® a Lola que comprara piezas prehisp¨¢nicas, con las que inici¨® una colecci¨®n que fue increment¨¢ndose con otras piezas arqueol¨®gicas, diversos trabajos pict¨®ricos y objetos que pertenecieron a Frida Kahlo. El objetivo era destinarlas para dar contenido a museos p¨²blicos.
Diego Rivera realiz¨® su testamento p¨²blico abierto en el cual legaba bienes inmuebles a diez personas, entre ellas a Dolores Olmedo. En octubre de 1956, adem¨¢s de las obras de arte que ella hab¨ªa adquirido, Diego le sugiri¨® otras para enriquecer su colecci¨®n y asegurar su legado. El 20 de octubre de 1957, Diego Rivera, en mal estado de salud, extendi¨® una carta ante notario concediendo a Olmedo los derechos de todas sus obras, textos y documentos en su poder.
A la muerte de Diego, ese mismo a?o, do?a Lola, como comenz¨® a ser llamada, hab¨ªa adquirido 50 obras de Rivera, adem¨¢s del compromiso de hacerse cargo de los museos Frida Kahlo y Diego Rivera. Durante los siguientes a?os ella mantuvo su inter¨¦s por el coleccionismo y nada la detuvo para seguir comprando obra pict¨®rica, lotes de piezas prehisp¨¢nicas, estofados novohispanos y arte popular mesoamericano.
A partir de ese momento, Dolores Olmedo ocup¨® posiciones pol¨ªticas y culturales desde las que pudo organizar exhibiciones de arte mexicano dentro y fuera del pa¨ªs. Su talento para los negocios, su buen ojo como coleccionista y su determinaci¨®n por acrecentar el patrimonio cultural de M¨¦xico la llevaron a conseguir la construcci¨®n del Museo Dolores Olmedo.
En 1962 adquiri¨® la hacienda La Noria, una finca en Xochimilco que servir¨ªa como su hogar y acoger¨ªa su museo y fundaci¨®n. All¨ª cri¨® Dolores pavos reales, patos, gansos de Canad¨¢, pollos y xoloitxcuintles. Con su cabello negro azulado raspado hacia atr¨¢s y su fina colecci¨®n de joyas era considerada una mujer poderosa, elegante y llena de ¡®glamour¡¯.
El Museo Dolores Olmedo Pati?o, que abri¨® sus puertas al p¨²blico en 1994, alberga 128 de las obras de Rivera y 25 de Frida Kahlo, adem¨¢s de m¨¢s de 6.000 piezas arqueol¨®gicas de innumerables culturas mexicanas y una biblioteca con 4.000 ejemplares. Adem¨¢s, exhibe una gran colecci¨®n de muebles antiguos de la ¨¦poca colonial, as¨ª como una vasta colecci¨®n de arte popular de todo M¨¦xico. Su colecci¨®n del trabajo de Kahlo est¨¢ considerada entre las mejores del mundo, una colecci¨®n que proporciona una visi¨®n general de toda su carrera, y tambi¨¦n incluye uno de los primeros dibujos a l¨¢piz que hizo Rivera: un retrato de su madre cuando solo ten¨ªa 10 a?os, as¨ª como Las sand¨ªas, el ¨²ltimo trabajo que pint¨® y firm¨®.
Do?a Lola tuvo tiempo de casarse en dos ocasiones m¨¢s: aunque siempre mantuvo una buena relaci¨®n con su primera marido, Howard Phillips, hasta que falleci¨® en 1972, contrajo matrimonio por segunda vez con Juan Ca?edo, un torero, si bien tambi¨¦n fracas¨®, al igual que en la tercera ocasi¨®n, esta vez con Arturo Izquierdo.
Dolores Olmedo falleci¨® el 27 de julio de 2002, a los 93 a?os, en su casa de Xochimilco, en Ciudad de M¨¦xico. Dej¨® el legado de una gran promotora de la cultura, logrando lo que todo buen mecenas aspira siempre a lograr: ayudar al arte a trascender y, al mismo tiempo, que trascienda la persona. Desempe?¨® un papel vital en la vida cultural mexicana organizando exposiciones de arte mexicano en el extranjero y luch¨® por preservar las tradiciones que rodeaban el D¨ªa de los Muertos, que corr¨ªan peligro de ser desplazadas por la popularidad de Halloween. Fue, adem¨¢s de una musa para los pintores, la defensora de la cultura y la tradici¨®n mexicanas, un t¨ªtulo que encajaba muy bien con su figura y forma de ser.
Babelia
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