Sandra Eleta: ¡°En mis fotograf¨ªas trato de borrar la diferencia entre fot¨®grafo y fotografiado¡±
Un monogr¨¢fico rescata los aspectos fundamentales de la vida y la obra de la artista, reconocida como una de las mujeres m¨¢s destacadas de la fotograf¨ªa latinoamericana
Escribe el fot¨®grafo venezolano, Paolo Gasparini, que ¡°las fotos de Sandra Eleta (Panam¨¢, 1942) son como una invasi¨®n de nuestra visi¨®n estereotipada, como encontrar otra realidad o agarrar el otro lado de la luna¡±. Sus protagonistas son siempre personas con quienes la artista consigue una conexi¨®n especial; mujeres y ni?os encuentran un lugar predominante en esta galer¨ªa de perdedores, desde la cual la autora no solamente logra acercase a su enigma, sino traspasar la opacidad de su existencia para expresar su belleza y dignidad como seres humanos.
Sandra Eleta, El entorno invisible, publicado por la editorial RM junto con la Fundaci¨®n Casa Santa Ana, recorre a trav¨¦s de 78 fotograf¨ªas la trayectoria de m¨¢s de 40 a?os de la autora, la fot¨®grafa paname?a con m¨¢s prestigio internacional, e incluye una serie in¨¦dita sobre las comunidades ind¨ªgenas, Guna Yala, en las islas de San Blas. ¡°Un testimonio que revela un ojo por lo antropol¨®gico, principios pol¨ªticos igualitarios y una firme conciencia con respecto al papel de las mujeres en la sociedad¡±, se?ala M¨®nica Kupfer, autora del texto principal del libro.
Su abuela era malague?a. A los cinco a?os la vistieron con lazos y encajes para ir con su padre a visitar al embajador de Espa?a. Nunca lleg¨® a la embajada, ni tampoco conoci¨® al embajador. A cambio conoci¨® Portobelo, un pueblo de pescadores ba?ado por las aguas cristalinas de la costa atl¨¢ntica de Panam¨¢, ¡°lleno de misteriosas historias que esta ni?a intentar¨ªa descifrar m¨¢s tarde y que cambiar¨ªan su vida para siempre¡±, como cuenta la fot¨®grafa en el libro. Con el tiempo, Portobelo pas¨® a ser su hogar, y sus peculiares habitantes comenzaron a inspirar su obra. Fue all¨ª donde influida por Enfermera partera (un reportaje fotogr¨¢fico firmado por Eugene Smith, sobre una comadrona en Carolina del Sur) realizar¨ªa una serie de im¨¢genes que marcar¨ªa el antes y el despu¨¦s en su carrera art¨ªstica. ¡°Uno siempre tiene h¨¦roes¡±, dice la autora recordando al c¨¦lebre fot¨®grafo americano. ¡°Yo hab¨ªa tenido el privilegio de conocerlo en Nueva York y admirar su obra. Por aquel entonces yo ansiaba tener una visi¨®n personal, de denuncia social, que manifestara un deseo de arreglar el mundo¡±. As¨ª, cuando la comadrona de Portobelo accedi¨® a que la acompa?ara a un parto comenz¨® a nacer su verdadera visi¨®n. ¡°Necesit¨¦ que Josefa San Guill¨¦n, 'parteara' mi 'verdadero ojo', para ver la vida desde otra perspectiva, para sentir el entorno invisible que envuelve cada cosa, cada persona, como un aura energ¨¦tica¡±.
Se describe a s¨ª misma como fot¨®grafa y defensora de la libertad. Su rebeld¨ªa ya era evidente cuando de ni?a se refugiaba en los jardines de un colegio de religiosas a escribir poes¨ªa y a dibujar fantasmas. ¡°Es necesario tener un pie en la tierra pero tambi¨¦n volar, y resulta dif¨ªcil mantener esa tensi¨®n que implica hacerlo¡±, reconoce la artista. Estudio Historia del Arte en Nueva York y por un tiempo se dedic¨® a la pintura. A finales de 1968 una visita al taller del fot¨®grafo Carlos Mont¨²far, en Panam¨¢, contribuy¨® a que se decantar¨¢ por la fotograf¨ªa como medio para expresar su arte. ¡°Cuando regres¨¦ a Nueva York hab¨ªa una energ¨ªa muy intensa en todos los sentidos. Quer¨ªa integrarme a la ciudad de alguna manera y la fotograf¨ªa fue mi elecci¨®n¡±. Su encuentro con las fot¨®grafas Eva Rubisntein y Melanie Adler result¨® decisivo. Con Rubisntein descubri¨® ¡°que se puede hacer poes¨ªa con la fotograf¨ªa¡±.
Pero su primer recuerdo de tomar fotograf¨ªas de una forma regular viene de un viaje que realiz¨® por Espa?a, donde ha pasado largas temporadas a lo largo de su vida. Fue precisamente aqu¨ª donde comenz¨® una de sus series m¨¢s notables, La servidumbre, tomada durante los ¨²ltimos a?os de Franco y rematada en Panam¨¢, durante la ¨¦poca m¨¢s dura de la dictadura militar y la invasi¨®n de los Estados Unidos. ¡°Los temas de mis fotograf¨ªas no los elijo, me los trae la vida. No son deliberados¡±, explica la autora quien sin duda alguna con tono provocador erigi¨® a las sirvientas que trabajaban en su entorno familiar como protagonistas de la serie. ¡°Quise hacer un ensayo sobre c¨®mo la servidumbre de esa ¨¦poca ve¨ªa el rol de servir en contraposici¨®n a las generaciones anteriores, quienes se identificaban por completo con su funci¨®n de mayordomo o criada. En las nuevas generaciones se observaba una actitud m¨¢s desafiante y mucho menos sumisa¡±. Las im¨¢genes no fueron publicadas hasta m¨¢s de una d¨¦cada m¨¢s tarde en Londres, por miedo a herir susceptibilidades.
Las fotograf¨ªas ¡°reflejan la idea de que lo personal es pol¨ªtico, por la manera en la que Eleta se interes¨® en documentar el sentido de la dignidad humana y las personalidades de los empleados dom¨¦sticos mucho m¨¢s que sus oficios¡±, se?ala Kupfer. ¡°Identificados con nombres propios, (los empleados) transmiten una pl¨¦tora de actitudes y emociones, desde el servilismo, hasta el desafi¨®, desde el orgullo en la labor dom¨¦stica hasta la resignaci¨®n y el rencor¡±. Destaca la desafiante Purita, a quien Eleta fotografi¨® con una colecci¨®n de bastones de mando de fondo, y de quien m¨¢s tarde se sospech¨® que era terrorista, aunque nunca fue probado. ¡°Su energ¨ªa se sent¨ªa rabiar en el eco de su taconear nervioso por los enormes pasillos de la casa¡±, recuerda Eleta. ¡°Sus ademanes eran bruscos como los de un ave ex¨®tica aleteando desesperada dentro de una jaula dorada. Poco despu¨¦s, desapareci¨®, y a la vez apareci¨® un nuevo sistema de seguridad en los portones de la casa¡±. Cierra la serie Romy con el rifle, donde una criada posa armada y desafiante frente a un ¨®leo de una gran dama de la familia la noche en que Estados Unidos invadi¨® Panam¨¢.
En todas las series se percibe la fuerte conexi¨®n que la fot¨®grafa establece con el sujeto. ¡±Me hago invisible y visible a la vez. Invisible en mi forma de entablar una empat¨ªa, y visible como una fot¨®grafa que va deliberadamente a hacer un retrato ¡°, explica la artista. ¡°Trato de borrar la diferencia entre sujeto y objeto. Se disuelve en el momento que hago la foto. Ellos son parte de esa fotograf¨ªa, tanto como yo. No hay lugar para el ego¡±. Reconoce su debilidad por los marginados, ¡°No son para mi un objeto de estudio antropol¨®gico, trato de acercarme a ellos y a sus vidas con mucho respeto y humanidad¡±. Dice no haber utilizado nunca una c¨¢mara digital, ¡°y a estas alturas no pienso hacerlo. No porque sea mejor o peor sino porque es otra manera de ver la vida¡±, enfatiza. ¡°Todo es posible en la ¨¦poca digital -me refiero a crear situaciones que no son reales- y, a m¨ª me gustaba que no se mintiera (no en el sentido moral). Me gusta ver nacer la fotograf¨ªa dentro de un proceso, es como un alumbramiento¡±.
?¡°Si mis im¨¢genes tuviesen algo que decir seria como testigos de una suspensi¨®n ante la extra?eza, para conectarme con la reverencia que inspira descubrir lo sorprendente que puede ser una mirada, un gesto, una presencia. Captados en la brevedad de un clic¡±, escribe la artista.
Sandra Eleta, El entorno invisible. M¨®nica E. Kupfer . Editorial RM. 198 p¨¢ginas. 45 Euros.
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