Pen¨²ltimo acto de servicio de Rosendo
El m¨²sico se despide de los escenarios madrile?os con un concierto sentimental, pero a su manera: solo un poco
Es dif¨ªcil encontrarle alg¨²n reproche a Rosendo Mercado, hombre consecuente que durante cuatro d¨¦cadas jam¨¢s ha renunciado a ser ¨¦l mismo. Tanta es su honestidad que ahora parece decirnos adi¨®s cuando nadie le afear¨ªa, ni de lejos, que prolongase sus andanzas encima de los escenarios. Pero no; el de anoche en el WiZink Center madrile?o fue, si nadie le persuade de lo contrario, la ¨²ltima vez que se cit¨® con el p¨²blico de su ciudad (aunque los carabancheleros, en el contexto de la gran urbe mesetaria, representen casi una rep¨²blica propia). Y ahora, en cuanto resuelva sus dos comparecencias consecutivas en Barcelona, adi¨®s muy buenas.
Rosendo suma 64 a?os y, seguramente, unos cuantos m¨¢s misterios. Es un m¨²sico tenaz, reiterativo, sujeto a las canciones de tres acordes y al muy exigente formato de tr¨ªo, lo que como cantante y guitarrista le obliga a un desgaste abrumador. Odia el postureo, la concesi¨®n, el halago. Es poco agraciado, narigudo, de gre?a canosa, vaqueros excedidos en kil¨®metros y camiseta negra b¨¢sica. No concede parlamentos, m¨¢s all¨¢ de alg¨²n "muchas gracias" circunstancial. Le sobran las tres cuartas partes del escenario (o m¨¢s), pues ni pasea ni gesticula ni le interesa un pimiento la galer¨ªa. Pero los suyos le adoran.
Le desagradan las entrevistas, porque a ra¨ªz de ellas la gente le paraba por la calle, pero el rosendista no ve en ello un ramalazo de desapego, sino de integridad. Las 15.000 entradas del pabell¨®n se volatilizaron hace dos meses, lo que delata su escaso af¨¢n cremat¨ªstico: habr¨ªa reventado una segunda fecha ma?ana mismo, igual que hoy se ba?ar¨ªa en oro si en alg¨²n momento hubiese transigido con una gira de reunificaci¨®n de Le?o.
Pero no. Rosendo es nuestro Bradom¨ªn del rock urbano, un feo que intenta disimular su condici¨®n de sentimental (y del que desconocemos si es muy o poco cat¨®lico). Alguna sonrisa m¨ªnima le delata: anoche era un t¨ªmido feliz. Pero no concedi¨® un maldito tema de sus m¨ªticos Le?o hasta El tren, a la hora y cuarto de concierto. Y solo entonces aprovech¨® el ambiente caldeado para entregar Flojos de pantal¨®n, Masculino singular, Pan de higo o Navegando, pero parte del repertorio anterior (Cuando) era perfectamente ignoto para el com¨²n de los mortales.
A Rosendo, lo dicho, se le quiere tanto que se le perdona todo. Incluso su deserci¨®n de Carabanchel para refugiarse en el pueblito burgal¨¦s de su mujer, Esther, con la que mantiene una longeva y poco arquet¨ªpica relaci¨®n de 41 a?os. "No s¨¦, no me gusta hablar. Volveremos a vernos, aunque sea en otra vida", casi balbuce¨®, tan escurridizo como siempre, antes de los bises. Arreciaba el aroma a cigarrito enriquecido, en gol por la escuadra a la ley antitabaco, cuando aquello de Prometo estarte agradecido se convert¨ªa en leitmotiv de la noche. Y anduvo el p¨²blico m¨¢s pendiente de la leyenda que de la circunstancia, as¨ª que Mercado se esforz¨® por erigirse en el h¨¦roe involuntario en su pen¨²ltimo acto de servicio.
"Me duele tener que parar, pero la vida es esto", resumi¨® antes de atacar su cl¨¢sico entre los cl¨¢sicos, Maneras de vivir. Veremos si ahora ¨¦l asume las de asceta. En caso de que a?ore el asfalto, docenas de pabellones le brindar¨¢n cobijo. Seguro. Y no habr¨¢ Qu¨¦ desilusi¨®n que valga.
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