¡®Film noir¡¯
Mar¨ªa Gainza se interna en el mundo de las falsificaciones con ¡®La luz negra¡¯, su segunda novela tras ¡®El nervio ¨®ptico¡¯
Como en las mejores pel¨ªculas de film noir, la mujer que desde las primeras p¨¢ginas se vislumbra posible hilo conductor de la trama desaparece de forma s¨²bita; barrida por una muerte boba, casi est¨¢ndar. A partir de ese momento y a muy pocas p¨¢ginas del inicio, los lectores se quedan expectantes frente al giro que exigir¨¢ el relato. Las confesiones oscuras y fascinantes en una sauna, aquellas que durante un segundo privilegiado parecen delinear el camino a seguir, se evaporan. Entonces, tras una muerte banal y siguiendo cierto giro inesperado que cultivan el noir y Mar¨ªa Gainza en La luz negra, su segunda novela, los lectores se dan de bruces con la perplejidad y hasta el desvalimiento de la protagonista cuando narra la historia en primera persona.
Y es que, igual que en el film noir, el relato de Gainza es un fabuloso entramado en flahsback que empieza y acaba en un id¨¦ntico sitio: un hotel fantasmal que, entre luces y sombras, adquiere el papel ambiguo de centro de operaciones para la investigaci¨®n sobre la Negra ¡ªla real/de ficci¨®n falsificadora y femme fatal que tampoco puede faltar nunca en un noir que se precie¡ª y de territorio para la rememoraci¨®n de una historia que no tendr¨¢ nombres ni estad¨ªsticas. Ni fechas. ¡°Lo s¨®lido se me escapa, solo queda entre mis dedos una atm¨®sfera imprecisa, t¨¦cnicamente soy una impresionista de la vieja escuela. Adem¨¢s, todos estos a?os en el mundo del arte me han vuelto un ser desconfiado¡±, advierte al principio de la novela la narradora y protagonista, una mujer que, tras varios trabajos absurdos, alcanza cierta notoriedad en un papel que le aburre por lo que tiene de ret¨®rico, de ejercicio de estilo: cr¨ªtica de arte actual.
De repente la historia se hace turbia y rarefacta, alegor¨ªa del vapor de la sauna, y el estilo se transforma, corriendo tras los talones, relato cl¨¢sico de Philip Marlowe ¡ªcitado literalmente en el libro¡ª, donde los malos son los buenos y los h¨¦roes son los antih¨¦roes amenazados por un pasado sombr¨ªo que los persigue y oscurece la narrativa como en el noir. La escritura pasa desenvuelta de la rememoraci¨®n a la descripci¨®n detallada y t¨¦cnica de una subasta o de unas alegaciones legales; de los personajes de ficci¨®n a los reales; de los recorridos por el underground porte?o y las historias inventadas a las que, ocurre con la pintora argentina de origen austriaco Mariette Lydis, podr¨ªan haber sucedido en un entramado de falsificadores y falsificaciones, donde se trasciende lo previsible y se revisan y se desbaratan las certezas. Es la invitaci¨®n a repensar lo falso y lo verdadero ¡ªpiedra de toque en el mundo del arte y hasta en la propia vida¡ª y c¨®mo la trampa, la costumbre o el deseo sin m¨¢s pueden convertir lo fake en aut¨¦ntico sin contemplaciones.
La luz negra, inquietante e inspiradora igual que la primera novela de Gainza, El nervio ¨®ptico, vuelve a tomar del mundo del arte como escenario, si bien con una escenograf¨ªa muy diferente en ambos casos. Si La luz negra reflexiona sobre el concepto de lo falso convertido en otra forma de autenticidad ¡ªo todo lo contrario¡ª y sobre la escritura biogr¨¢fica como pulsi¨®n por llenar los huecos del propio relato o hasta de un relato heredado, El nervio ¨®ptico es una especie de recorrido imaginario ¡ªy m¨¢s que imaginario¡ª por las visualidades que se van despertando en los recorridos por la ciudad de Buenos Aires. Son los que van del edificio rosado de la infancia de la protagonista ¡ªel Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires¡ª hasta la historia pormenorizada del artista C¨¢ndido L¨®pez, pintor de historia por excelencia en Argentina y autor de unos cuadros de batallas ejecutados a mediados del XIX. Desde luego no parece casual que Gainza escoja a este artista de detalles diminutos, que exigen una mirada atenta, para hablar de la autobiograf¨ªa misma como mirada, del modo en el cual para algunos la vida se va conformando tambi¨¦n ¡ªo sobre todo¡ª a trav¨¦s del paseo por los museos, donde la mente puede volar sin trabas.
Pese a todo, las relaciones con el arte y los artistas que Gainza plantea no tienen nada que ver con la proliferaci¨®n de novelas ¡ªmuchas previsibles¡ª que en los ¨²ltimos a?os se han centrado en las luces y las sombras de ese mundo art¨ªstico descrito de forma ir¨®nica, con la intenci¨®n de ¡°destapar¡± los c¨®digos secretos para los ne¨®fitos y mostrar los supuestos rituales alrededor del arte actual entendido como negocio tambi¨¦n y por tanto con tintes de falsedad. Las dos novelas de Mar¨ªa Gainza son, de hecho, lo contrario. Son un exquisito tratado de visualidades y miradas, un cat¨¢logo deslumbrante de tipolog¨ªas y personajes marginales, alejados de ese arte actual que aburre a la narradora y cr¨ªtica de arte de La luz negra. Con un estilo bello y sutil, sin estridencias, Gainza traza un paseo visual que, en un juego m¨¢gico, pasa de El Greco de la primera novela ¡ªDom¨¦nikos Theotok¨®puolos¡ª hasta la cita breve y en r¨¢faga en La luz negra, donde el otro Greco ¡ªAlberto, el vanguardista argentino¡ª es recordado al volar unos platos por el aire en una imprevista performance. Entre esos dos grecos se mueve el mundo sagaz y riqu¨ªsimo de Mar¨ªa Gainza, que, como el noir, tiene finales agridulces, un poco?¨¤ la Bouvard y Pecuchet.
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Autor:?Mar¨ªa Gainza.
Editorial: Anagrama (2018).
Formato: tapa blanda y versi¨®n Kindle (168 p¨¢ginas).
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