Adi¨®s a la paz (de Westfalia)
Dos eventos han marcado estos d¨ªas un nuevo cambio de rumbo en el orden internacional. Ambos rompen los moldes en los que el mundo estaba instalado, quiebran fronteras y debilitan el orden estatal. Es el fin de algunos principios y el principio de otros. El primero, ha sido la decisi¨®n de la OTAN de autorizar atacar militarmente objetivos serbios, aunque sea una decisi¨®n que ha quedado en suspenso. El segundo, detener a Pinochet en Londres a petici¨®n de un juez espa?ol.La decisi¨®n de la OTAN implica dos novedades: es la primera vez que la Alianza Atl¨¢ntica hubiera atacado -y a¨²n puede hacerlo- a un Estado, en Europa, como es la federaci¨®n yugoslava, a la que ?a¨²n? pertenece la provincia de Kosovo, por un asunto que recae bajo la jurisdicci¨®n de ese Estado, sin que medie una situaci¨®n de autodefensa frente a un ataque o la petici¨®n de otro Estado agredido. Es m¨¢s, la decisi¨®n de la OTAN no cuenta con una autorizaci¨®n expresa del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que se hab¨ªa convertido en el ¨®rgano legitimador de intervenciones internacionales. La OTAN se ha abierto, as¨ª, un nuevo camino en el derecho de injerencia y de intervenci¨®n al margen de la Carta de las Naciones Unidas.
La actitud de la OTAN se justifica por razones humanitarias, en defensa de unas minor¨ªas oprimidas e incluso de la estabilidad regional. Es, sin embargo, un paso no exento de problemas porque crea un precedente al que pueden agarrarse otros en otras zonas del mundo, sea Rusia en el C¨¢ucaso, o China en su vecindad. No les faltar¨¢n razones o excusas para proteger a minor¨ªas ¨¦tnicas.
En cuanto al caso Pinochet, acabe como acabe, ha puesto de relieve la existencia de un red jur¨ªdica que se ha ido tejiendo en los ¨²ltimos a?os, tanto por medio de legislaciones nacionales m¨¢s avanzadas, especialmente en Europa, como de tratados internacionales que han supuesto una mutaci¨®n del derecho internacional. As¨ª, por ejemplo, el C¨®digo Penal ingl¨¦s de 1988 incorpora el convenio de 1984 contra la tortura, que obliga a procesar en aquel pa¨ªs a los individuos responsables de tales cr¨ªmenes, aunque se hayan cometido fuera de ¨¦l. En este caso, si se suman diversos convenios internacionales, la propia legislaci¨®n espa?ola, y el acuerdo de extradici¨®n entre Espa?a y el Reino Unido, se puede apreciar la existencia de esta nueva red que constituye una especie de jurisdicci¨®n, universal en algunos casos, o al menos transnacional. De hecho, poco antes de la muerte del sanguinario Pol Pot, se pensaba sacarle de Camboya para trasladarlo a Canad¨¢, donde el genocidio es penado se cometa donde se cometa. El principio de cr¨ªmenes que no prescriben se va asentando. La falta de refugio para los criminales tambi¨¦n. Laos quedan pocos. En Europa, adem¨¢s, existe una legislaci¨®n y jurisdicci¨®n supranacional con los tribunales de Luxemburgo (UE) y de Estrasburgo (Consejo de Europa).
En tal caldo de cultivo se aprob¨® en julio pasado la creaci¨®n del Tribunal Internacional Penal (TPI) permanente, cuya necesidad se hace ahora notar m¨¢s que nunca. Probablemente estemos, en todos estos ¨¢mbitos, en una fase de transici¨®n, con movimientos y avances a menudo confusos. En esta erosi¨®n del principio de la no injerencia y esta potenciaci¨®n de una jurisdicci¨®n universal, hay que a?adir el creciente papel de las organizaciones no gubernamentales (ONG) y diversos movimientos ciudadanos, ya sean nacionales o transnacionales. De la mano de estas diversas globalizaciones y del nuevo derecho de intervenci¨®n, estamos dejando r¨¢pidamente atr¨¢s ese mundo que surgi¨® hace 350 a?os de la paz de Westfalia - aniversario oficialmente celebrado el pasado s¨¢bado-, y que consagr¨® ese principio de no injerencia en los asuntos internos, desde el cuius regio, eius religio, que ven¨ªa a ser un "?all¨¢ cada cual!". Ya no. ?Adi¨®s a Westfalia! ?Bienvenidos a la nueva complejidad transnacional!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.